Es difícil saber que busca ganar Trump imponiendo las tarifas al acero y al aluminio. La imposición de esas tarifas reducirá las importaciones, incrementará el precio, así como su producción interna y afectará negativamente a todas las industrias que consumen acero, incrementando sus costos y disminuyendo su competitividad.
Puede estar buscando generar más empleos en la industria siderúrgica, pero la magnitud sería muy pequeña. La industria del acero de EUA emplea a menos de 100 mil trabajadores, en todo el mundo cada vez se produce con menos personal. En cambio, el incremento de los costos va a reducir competitividad en todas las industrias que utilizan acero, quienes emplean a más de 6,5 millones de personas. El efecto al final sobre el empleo pude ser perjudicial, perder más empleos que los que se generen. Los impactos sobre el empleo, tanto en el acero como en las demás industrias no van a ser inmediatos y podrían no afectar a las elecciones de noviembre.
Otra posibilidad es que desea cumplir con promesas de campaña. En ese caso debe estar esperando que el aumento en el precio de los bienes finales, como coches, electrodomésticos, etc, provocado por costos de acero más elevados se va a tardar en aparecer y que llegará a las elecciones de noviembre sin que los consumidores resientan los impactos negativos de su decisión. En ese caso su medida tendría solamente un beneficio político sin ningún costo.
Una tercera posibilidad es que busque presionar las negociaciones del TLCAN. Del total de importaciones de acero de Estados Unidos (34,5 millones de toneladas métricas en 2017), 16% provinieron de Canadá, 14% de Brasil, 10% de Corea del Sur, 9% de México y 5% tanto de Turquía como de Japón. Estos 6 países suministran el 60% de las importaciones y son los más afectados con la medida. Canadá particularmente resulta más afectado porque le exporta como el 40% de su producción, en tanto que México le vende a Estados Unidos el 15,5% de su producción. Pero también Estados Unidos le vende a Canadá el 50% de sus exportaciones y a México el 38%. Canadá y México se opondrán a la medida, pero difícilmente se rompería las negociaciones y poco probable que cedieran en los puntos que más le interesan a Trump.
Lo que sí es un hecho es que ha generado un ambiente de guerra comercial. Canadá ya anunció que instrumentará medidas de represalia, la Unión Europea, a pesar de que le exporta muy poco acero a Estados Unidos, declaró que impondría limitaciones a las exportaciones de Estados Unidos, incluso en otros productos. Por los momentos políticos que vive México es muy probable que también instrumentaría medidas de ese estilo, de lo contrario la gente percibiría al gobierno como temeroso y débil y afectaría el resultado de las elecciones. Una guerra comercial solamente provocará una reducción del comercio internacional, aumento en los costos y menor actividad económica. Con la gran integración mundial de las cadenas productivas, los productos ya no son totalmente oriundos de un solo país, diferentes componentes provienen de otros países, por lo que más tarifas implicarían mayores costos y más inflación. El mundo no termina de recuperarse de la crisis financiera de 2009, reducir el comercio vía tarifas provocará que dicha recuperación se retrase, afectando negativamente a todos, incluyendo a los Estados Unidos.
Columna de Francisco Padilla Catalán