Pasan los días y continúan resonando los ecos de la hazaña deportiva conseguida por Rafael Nadal en la final del Open de Australia, remontando un partido que tenía casi perdido y convirtiéndose así en el primer hombre de la historia en ganar veintiún Grand Slam en su carrera. Mucho se ha escrito ya sobre las lecciones de vida que habitualmente nos regala el tenista español. Pero, ¿qué lecturas podemos extraer de la gran final del torneo australiano aquellos que nos dedicamos al mundo de las finanzas?
Los inversores en valor, una especie peculiar, tenemos en Warren Buffett a nuestro particular faro para guiarnos a la hora de enfrentarnos a los mercados. A continuación, intentamos analizar si alguna de las enseñanzas del Oráculo de Omaha se ven también reflejadas en la manera de comportarse en la cancha de tenis de nuestro gran campeón.
La paciencia: Rafa Nadal no se rinde. Eso está claro. En la última final del Open de Australia, su rival, el ruso Daniil Medvédev, se había puesto por delante en el marcador con contundencia, llevando al español a una situación adversa. La sensación de estar dos sets abajo no es extraña para aquellos que practican la inversión en valor. Comprar barato a menudo implica invertir en compañías poco queridas por el mercado. Empresas con bastantes cosas en contra, al menos a ojos del resto de inversores. Y esas situaciones habitualmente tardan en revertirse. Dos sets abajo y la presión de tus partícipes sabiendo que el tiempo se agota. Se lo dice alguien que compró acciones de clubes de fútbol durante la pandemia. Y aquí seguimos.
La consistencia: En el tenis y en la inversión, suele ganar quien comete pocos errores no forzados. Esta es una constante que ha mantenido Rafael Nadal a lo largo de toda su carrera. Regularmente falla menos pelotas fáciles que su rival y eso le acerca a la victoria. Warren Buffett dijo que la regla número 1 en inversiones es no perder dinero. La regla número 2 es no olvidarse nunca de la regla número 1. El Oráculo de Manacor se aplica la misma filosofía con la raqueta, tratando de evitar esos errores no forzados que tanto daño hacen.
La reacción: si bien acabamos de decir que debemos de trabajar duro para evitar equivocarnos, no es menos ciertos que, como humanos que somos, los errores finalmente llegarán. En el primer set de la final, los golpes de Rafa no lograban hacer el daño deseado al ruso. No era esta una situación extraña para él, que ya lo había vivido en otras ocasiones, contra otros jugadores. Pero una de las cosas en las que ha demostrado ser sobresaliente el balear es precisamente en saber adaptarse y cambiar el plan. Ya en el segundo set empezamos a verle usar más el revés cortado, a cambiar las alturas, los efectos, las direcciones y la velocidad de sus golpes, lo que comenzó a desgastar a su duro oponente.
En los mercados financieros y en la pista de tenis se pueden cometer errores. Cuanto antes los detectemos y los cortemos, mejores serán nuestros resultados. Si verdaderamente nos hemos equivocado con una compañía, la mejor solución normalmente es vender sus acciones y no insistir con el mismo plan.
El proceso: en los días posteriores a la final se ha hecho también viral un vídeo de Rafa Nadal con sólo catorce años, tras conquistar un importante torneo. A la pregunta de qué iba a hacer después de su triunfo, el tenista contestaba: “Seguir entrenando. Es importante ganar este torneo, pero eso no significa que vayas a ser muy bueno. Hay que seguir entrenando”. En los mercados financieros, los resultados a corto plazo no definen quién es un buen o mal inversor. La clave es poder definir un proceso que, con esfuerzo, incline las probabilidades de éxito hacia nuestro lado. Seguir entrenando cada día para mejorar.
Las rutinas: el peor enemigo de un inversor es siempre uno mismo. Así lo resumía Ben Graham, el padre del value investing. Si tomamos decisiones en momentos en los que la influencia de las emociones sobre nuestro entendimiento es alto, aumentamos la probabilidad de equivocarnos. Eso lo conoce bien un Nadal acostumbrado a lidiar con la presión. Por eso, él y su equipo decidieron incluir en sus partidos y entrenamientos una serie de rutinas que ayudaran a controlar los ánimos. Colocar las botellas de agua de una determinada manera en los descansos, mover las piernas en la silla, repetir determinados gestos antes de realizar un servicio o cuando se espera el del oponente… Los inversores, en ocasiones, también utilizamos estos pequeños trucos. Uno de los más eficientes: elaborar un checklist.
La constancia. Tanto en el tenis como en las inversiones, un esfuerzo extra suele marcar la diferencia. En esto, pocos ganan a Rafa Nadal. El día de la final de Australia pudimos ver cómo, tras cinco horas de partido al máximo nivel de exigencia, no dudó en ir a hacer un rato de ejercicio en bicicleta para asegurar una correcta recuperación muscular. En los caminos del inversor y del tenista hay momentos de éxito y de derrota. La manera en la que se reacciona ante ellos es diferencial. Para seguir trabajando después de un gran esfuerzo, independientemente de cuál haya sido el resultado, se necesita, entre otras cosas, pasión por lo que uno hace. Por eso no será extraño ver a un campeón como Nadal pasando por la tortura de la bicicleta tras un partido a cinco sets, ni encontrarse a un inversor en valor buscando oportunidades o repasando sus tesis en su tiempo libre.
El aprendizaje. Uno de los conceptos básicos de la inversión en valor es no salirse nunca del círculo de competencia. No tratar de invertir en algo que uno no entiende o domina, ya que aumenta las probabilidades de cometer errores. Pero el círculo de competencia de los grandes inversores a menudo no es ni mucho menos estático. Se centran en ampliarlo a través del aprendizaje. Lo mismo ha hecho Rafael Nadal con su juego a lo largo de los años. Ahora ejecuta con solvencia golpes que antes no veíamos en su juego en los inicios de su carrera. Desde el revés cortado del que hemos hablado antes, hasta la evidente mejora en su saque, que le permite ganar más puntos a la vez que ahorra esfuerzos (algo importante cuando se van cumpliendo años).
La Suerte. Para terminar este repaso, mal haríamos si nos olvidáramos del peso de la suerte en la carrera del tenista y del inversor. Algunos de los consejos de los que hemos hablado anteriormente nos acercarán a nuestro objetivo, pero no aseguran el éxito. Mejor si nos acompaña un poco de buena suerte. Si han visto la brillante película Match Point, de Woody Allen, recordarán la escena inicial, con una pelota de tenis suspendida sobre la red, sin decidir si finalmente caería de un lado de la pista o del otro. Se trata de una metáfora sobre la suerte que correrá el protagonista de la historia. Por si acaso no la han visto todavía (háganlo ya), no les desvelo el final. Estoy seguro de que Rafa Nadal, a pesar de todas las dificultades que ha tenido que superar a lo largo de su carrera, se considera un tipo afortunado. Y suerte la nuestra de poder disfrutarle y aprender de él.