Si hay un riesgo bien arraigado en la mente de los inversores en este momento es el de una recesión global generada por un crecimiento mundial, que frenará en seco violentamente de aquí a varios trimestres.
Los argumentos –inevitablemente, fuente de angustia– que alimentan esta hipótesis son numerosos: estancamiento o escalada del conflicto chino-estadounidense, recesión manufacturera que arrastra consigo a la de los servicios, ralentización de las ganancias de productividad, a pesar de la oleada de innovaciones tecnológicas o, incluso, estallido de las burbujas infladas de los tipos negativos.
Como lo peor nunca es cierto –pues si lo fuera, el precio de los activos ya lo reflejaría-–exploremos la hipótesis de un repunte del crecimiento. En lugar de ver el vaso medio vacío, intentemos visualizar las condiciones que deberían confluir para que el crecimiento mundial vuelva rápidamente al alza, con sus efectos sobre las grandes clases de activos financieros.
En primer lugar, una salida del conflicto comercial entre China y Estados Unidos estaría en condiciones de levantar la carga que pesa sobre la confianza de las empresas. Si se firmara un acuerdo de mínimos o más amplio, podría desbloquearse un número nada despreciable de inversiones: las sociedades disfrutarían de una mayor visibilidad, necesaria para contraer obligaciones a largo plazo.
Luego, la inflación podría comenzar a materializarse bajo los efectos de toda la liquidez inyectada por los banqueros centrales. Esto daría de nuevo a las empresas que cuentan con pricing power (poder de fijación de precios) la posibilidad de aumentar sus precios y, con ello, sus beneficios, lo cual consolidaría sus márgenes en igual medida.
Si se pudieran reunir estas condiciones, tenemos razones de sobra para creer que saldría adelante una exposición a la renta variable: de repente, su prima de riesgo resultaría muy apreciable con respecto a los activos sensibles a los tipos gubernamentales.
También la deuda pública considerada más segura muestra un rendimiento a menudo nulo, e incluso negativo. En tal caso, deberá darse preferencia a las empresas sensibles al ciclo en vez de los valores «de calidad», debido al repunte económico, y también por su valorización relativa, especialmente depreciada en la actualidad.
Aunque este escenario de momento resulta muy hipotético, sin embargo, no debe descartarse, debido al carácter imprevisible del hombre más poderoso del mundo a día de hoy, Donald Trump. A pesar de que el presidente norteamericano a menudo ha sorprendido desagradablemente al mercado, un cambio brutal en sus relaciones con China, resulta -con el fondo de la campaña presidencial y del procedimiento de destitución-, un poco más probable cada día.
Donald Trump se ha autoinvitado a las negociaciones sobre la guerra comercial. En el último minuto se ha pactado un encuentro sorpresa con el viceprimer ministro chino. Los mercados han aplaudido la noticia, viendo en ella avances significativos en el conflicto que opone Pekín a Washington.