Con la recuperación de la zona euro muy avanzada y el euro ganando terreno, estamos posicionando nuestras carteras para sacar el mayor provecho posible. Pero, ¿puede una nueva generación de líderes europeos convertir los beneficios económicos en reformas políticas?
La economía europea se está disparando a toda velocidad, creciendo a su mayor ritmo tras la crisis financiera. Incluso los rezagados tradicionales están ganando terreno: la confianza de las empresas italianas alcanzó en septiembre su máximo de los últimos diez años y Standard & Poor’s restituyó a grado de inversión el rating crediticio de Portugal.
Esta fortaleza se ha visto reflejada en el alza del euro, que se ha disparado frente a los diferenciales de tipos de interés: un 12% en comparación con el dólar en lo que va de año, más de la mitad del cual tuvo lugar tras haber aumentado en junio nuestra exposición al euro en determinadas carteras. Recientemente hemos aumentado estas posiciones, aprovechando lo que vimos como un retroceso temporal en el avance del euro, después del esperado anuncio de las reformas tributarias de Estados Unidos.
Incluso ahora observamos que el euro no parece muy fuerte tanto en base ponderada como histórica. Tampoco estamos excesivamente preocupados por sus efectos en el comercio o en la política monetaria. Un euro fuerte no debería atar las manos del Banco Central Europeo (BCE), dada la poca correlación entre la moneda y la inflación. El vínculo de la contribución del comercio al crecimiento también parece débil, excepto en periodos de sobrevaloración extrema.
Las acciones europeas han aumentado este año a pesar de la subida del euro, con las previsiones de beneficios descontando ampliamente una moneda más fuerte. Vemos que el crecimiento, la re-sincronización de la política monetaria y las dinámicas de la cuenta corriente favorecen futuras subidas del euro. Seguimos sobreponderados en Europa en comparación con las acciones estadounidenses, debido a las menores valoraciones, la situación del ciclo económico europeo en una fase más temprana y la fuerte demanda doméstica, favoreciendo sectores como la banca, industria, sanidad y tecnológicas.
Complicaciones políticas
A pesar de toda su fortaleza económica, Europa conserva una parte de adversidad política, el principal inconveniente en nuestra perspectiva positiva. Esto incluye la actual crisis migratoria, el alza de partidos de extrema derecha, el Brexit y el estancamiento de la expansión de la Unión Europea. Las recientes elecciones en Alemania son sólo un ejemplo de estos problemas.
Mientras que la canciller Angela Merkel se mantuvo en el poder, el partido anti-inmigrante AfD obtuvo un inquietante 13% de los votos, y el liberal Free Democrats probablemente entre en la coalición para formar gobierno – un partido fuertemente crítico con una mayor integración de la eurozona. La posición de Merkel se ha debilitado, complicando la ejecución de políticas y anunciando duras conversaciones de la coalición en las próximas semanas. Mientras tanto, la violencia en torno a la votación independentista de Cataluña el pasado 1 de octubre ha elevado también el tono político en España.
Un efecto importante de las elecciones alemanas es su posible impacto en Italia. Algunos inversores temen que el nuevo socio de la coalición, Free Democrats, pueda intentar imponer una mayor disciplina fiscal en Europa, frenando las ayudas a las naciones más endeudadas. Esto podría suponer problemas para Italia, donde la gran deuda pública y los préstamos incobrables de la banca podrían causar problemas una vez el BCE empiece a normalizar su política. Otros temen que las elecciones alemanas puedan presagiar un aumento populista en Italia, que debe celebrar elecciones antes de mayo de 2018. Los diferenciales entre los rendimientos de los bonos alemán e italiano a 10 años se han ampliado en los últimos meses, con un aumento de 2,7 puntos básicos el día después de los resultados electorales.
¿Está la política llegando a un punto de inflexión?
Europa ha progresado poco políticamente en el último decenio; una de las razones por las que creemos que ha pasado de una crisis a otra. Sin embargo, a pesar de sus muchos problemas, hoy vemos un incipiente renacimiento político, a medida que la “vieja guardia” es reemplazada por una nueva generación de líderes con ganas de hacer que el bloque sea más flexible y sensible a las preocupaciones populares.
El impresionante ascenso en 2014 de Mateo Renzi al poder de Italia (aunque ya ha terminado) fue una de las primeras señales. En los últimos 18 meses, Enmanuel Macron, de 39 años y sin prácticamente experiencia previa en política, logró fundar un nuevo partido y convertirse en presidente de Francia. En Austria, Sebastian Kurz, de 31 años de edad, está en posición de convertirse en Canciller en las elecciones de octubre según las encuestas. Mientras ambos tienen convicciones políticas muy distintas (Macron es un progresista liberal y Kurz un nacionalista conservador), comparten una ardiente visión pro-europeísta. Ambos favorecen una posición europea fuerte en las políticas extranjeras, de seguridad y de defensa.
De hecho, una cumbre especial en Bratislava, celebrada poco después del referéndum del Brexit en junio de 2016, inició un vibrante y continuo debate sobre nuevas formas de reformar el bloque. Esto se aceleró en septiembre con dos discursos de alto perfil por parte del presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker y Macron. El primero habló de combinar los papeles de Presidente del Consejo Europeo y de la Comisión y crear un ministro de finanzas de la eurozona. Macron, por su parte, expuso sus propias visiones para profundizar el proyecto europeo durante un vehemente discurso de casi dos horas en París.
Ambos presentaron algunos puntos excelentes y complementarios. Las sugerencias de Macron incluían el establecimiento de una fuerza militar de la UE, una agencia de inteligencia y policía fronteriza, así como la reducción del tamaño de la Comisión. Sus propuestas económicas se hicieron eco de los llamamientos de Juncker de nombrar un ministro de finanzas de la eurozona, así como de la revisión de la Política Agrícola Común y la armonización de los impuestos corporativos de Europa, en parte para financiar un mayor presupuesto europeo. Una integración mayor ayudaría ciertamente a la eurozona: un presupuesto común podría mejorar la convergencia de los rendimientos de los bonos y las tasas de interés.
A pesar de que Juncker y Macron no estuvieron a la altura de reclamar la plena unión fiscal (ni una mención a mutualizar las deudas), sus discursos volvieron a plantear el espectro de un «bono de la zona euro» común, un instrumento que podría haber reducido la crisis bancaria europea. Quizás los puntos más importantes en ambos discursos fueron los menos noticiables: defender una Europa de varias velocidades, una mejor facilitación de los mercados de trabajo transfronterizos y las maneras de garantizar que los compromisos individuales de cada país con respecto a las reformas estructurales se cumplan.
Por supuesto, muchas de las propuestas sin duda se encontrarían con una fuerte oposición. Tanto Finlandia como los Países Bajos se han opuesto en el pasado a una mayor integración fiscal. El partido alemán Free Democrats también lo hace. Pero Merkel, antes cautelosa, dio su señal más clara de apoyar esas reformas el 28 de septiembre, elogiando a Macron y afirmando que existe un “alto grado de consenso” entre los países más grandes de Europa. Y por la búsqueda pertinaz de Macron de la reforma laboral francesa y los recortes en impuestos y gastos, que los anteriores titulares han juzgado demasiado tóxicos, hay motivos para el optimismo de que al menos algunas de sus ideas europeas pueden materializarse.
Ahora o nunca para las reformas
Tras pasar gran parte de la última década luchando contra incendios, la economía europea está ahora en su mejor estado de los últimos tiempos, dándole al bloque una oportunidad única de cambiar. Los jóvenes políticos carismáticos podrían vender reformas y construir un bloque a varias velocidades más sensible a las demandas populares y menos propenso a futuras salidas, con medidas para aumentar la competitividad, la productividad y el comercio. El momento crucial para tales propuestas podría ser durante las discusiones del presupuesto de la UE el próximo año. Nada menos que el futuro de Europa puede depender de que sus líderes tomen la batuta.
Tribuna de Stéphane Monier, jefe de Inversiones de Lombard Odier.