En los últimos meses hemos escuchado que el fantasma de la inflación se cierne sobre el mundo como una terrible amenaza. Similar a las noticias que escuchábamos en 2008-2009, la impresión “desmedida” de papel moneda haría que una inflación galopante diera lugar a escenarios similares a los vistos durante la República de Weimar (en la Alemania de entreguerras) o en la Hungría post Segunda Guerra Mundial, ya que, al fin y al cabo, “la inflación siempre es un fenómeno monetario” (Friedman).
Si bien hubo “excesos” en 2008-2009 respecto a la impresión de papel moneda, la inflación nunca llegó. De hecho, de 2009-2019, la inflación en EE. UU. promedió apenas un 1.4%, por debajo de la meta de la FED. Sin embargo, esta ocasión “será diferente” según los defensores de la idea hiperinflacionaria, pues, para empezar, en esta ocasión se ha impreso una cantidad mucho mayor de dinero de lo que se imprimió en la crisis anterior. De hecho, en 2020 se imprimió alrededor del 30% de los dólares que hoy hay en circulación (Gráfica 1).
Ahora bien, si le creemos a Friedman y nos casamos con la idea de que la inflación siempre se da por un fenómeno monetario, es decir, por imprimir dinero, entonces en esta ocasión podríamos esperar mayor inflación. Pero ¿es eso realmente malo? Me gustaría tocar dos puntos en este documento: 1) ¿Qué tan mala es la inflación?; 2) ¿Cómo podría ayudar una inflación arriba del promedio, pero controlada, a los países que incurrieron en mucha deuda durante 2020?
¿QUÉ TAN MALA ES LA INFLACIÓN?
La inflación controlada, de hecho, es bastante buena. Si tuviera que hacer un símil, podríamos pensar en la inflación como el ritmo cardíaco de la economía: pulsaciones normales, o dentro del rango normal, significa que nuestro cuerpo está sano. Sin embargo, un pulso muy bajo, o muy alto, es señal de que algo anda mal y tenemos que ir a revisarnos.
Lo mismo sucede con la inflación. Una inflación controlada y dentro de los parámetros impuestos por los Bancos Centrales, es señal de que la economía camina a buen paso y está saludable, sin embargo, si empezamos a ver inflaciones por debajo del promedio (o incluso negativas), o bien, inflaciones muy altas, es que algo malo está pasando, y hay que buscar corregir el camino.
Para el caso de México, una inflación entre 2-4% es considerada normal y sana para la economía. Asimismo, para el caso de EE. UU, una inflación en 2% es considerada normal. Sin embargo, en los últimos años, la inflación en EE. UU. ha rondado el 1,4%, es decir, por debajo de lo que la FED considera normal, y esta preocupación la ha expresado Jerome Powell como algo que hay que resolver. De no resolverse, se podría caer en una trampa deflacionaria, como lo que sucedió en Japón durante la década de 1990 (y hasta la fecha).
De hecho, Powell (y varios subgobernadores de la FED) se han comprometido a dejar correr la inflación por encima de la meta de 2% para poder “resarcir” la inflación “faltante” de los últimos años. ¿Es esto malo? La respuesta es no, siempre y cuando no se salga de control.
Powell sabe que esta jugando un juego peligroso, y tendrá que ser muy activo en el manejo de la política monetaria para evitar que la inflación se salga de control y veamos episodios de inflación descontroladamente alta.
Esto nos lleva al segundo punto que me gustaría tocar.
¿CÓMO PODRÍA AYUDAR UNA INFLACIÓN ARRIBA DEL PROMEDIO, PERO CONTROLADA, A LOS PAÍSES QUE INCURRIERON EN MUCHA DEUDA DURANTE 2020?
Si bien la inflación tiene sus bondades, también tiene su lado “maligno”, y muchas veces es usada por los países con incentivos perversos.
Lo digo de una vez, pues la idea no es crear suspenso: la inflación sirve para reducir el saldo de la deuda de un país y, en muchas ocasiones, los gobiernos buscarán incrementarla para reducir la carga de un endeudamiento elevado. De hecho, dejar que la inflación crezca de manera importante es una forma “de facto” de incumplir con el pago de la deuda. Y digo “de facto” pues en ningún momento se dejará de pagar los intereses y el capital de la deuda contratada, pero al hacer que la inflación suba, al gobierno le costará menos hacerlo.
Funciona así: El gobierno contrata deuda, muchas veces más de la que puede servir (o hacerse cargo). La deuda generalmente se contrata en términos nominales, es decir, la tasa de interés no se actualiza en función de la inflación. Una vez que se vuelve insostenible, el gobierno tiene todo el incentivo para dejar subir la inflación, de esta forma, la inflación se “come” el poder adquisitivo del dinero, y los saldos de la deuda nominal se vuelven menos complicados de servir. Es decir, si el gobierno me debía $100 y con ese dinero podía comprar una canasta de bienes, después del periodo inflacionario el gobierno me va a seguir debiendo $100, pero solo podré comprar una fracción de dicha canasta. Para el gobierno será más sencillo, pues en el proceso habrá impreso dinero para hacerle frente a las presiones inflacionarias, por lo que tendrá más dinero disponible para pagar los $100 que debe. Así, el gobierno puede bajar la carga de servir una deuda insostenible.
Otra forma de verlo es a través de la razón deuda sobre PIB. Lo que actualmente buscan los países es reducir ese cociente, y la forma de hacerlo es bajando la deuda, o aumentando el PIB. El secreto aquí es que ese PIB es el PIB nominal, es decir, el PIB que realmente creció debido a la actividad económica (PIB real) más la inflación. De tal forma, y manteniendo todo lo demás constante, el PIB nominal crecerá cuando la inflación crezca. Así, una inflación galopante tenderá a reducir la razón deuda sobre PIB.
CONCLUSIÓN
Si bien estoy pintando un lado bastante perverso del actuar de los gobiernos, no todos dejarán que la inflación se descontrole, pues, de ser así, habría efectos colaterales bastante más dañinos que el problema de endeudamiento que intentarían resolver. Sin embargo, un poco de inflación, sana y controlada, ayudará a que la carga del endeudamiento (por los mecanismos que arriba mencioné) se vuelva más llevadera y, con la disciplina fiscal adecuada, ayudará a salir del agujero en el que nos metió la crisis del 2008-2009 y la del COVID-19.
Lo importante aquí es que el nombre del juego será “balance”. Un balance muy delicado y frágil, que requerirá de cierta precisión quirúrgica para mantenerse. Veremos si los dirigentes del mundo, desarrollado y emergente, están a la altura de la situación.
Columna de Franklin Templeton México escrita por Luis Gonzali, CFA. VP/Co-Director de Inversiones