Hay una tradición en España de considerar a los bancos como empresas sólidas, solventes y atractivas para invertir, por parte del público. De hecho, ¿quién no tiene en cartera acciones de bancos? Incluso empresarios importantes, clientes nuestros, tenían antes de ser asesorados por nosotros un peso importante de su cartera de inversión en bancos.
La realidad es bien distinta y especialmente en el caso español donde el negocio bancario se centraba en una formidable ecuación de rentabilidad: hipotecas con garantía de pago personal eterno + tipos de interés altos = beneficio estratosférico. De hecho, el ahora quebrado, con dolo e intencionalidad por parte de su último equipo gestor, anterior al nuevo presidente nombrado para gestionar la venta del banco en las mejores condiciones, Banco Popular llegó a figurar en los rankings de la prestigiosa revista Euromoney como el más rentable y capitalizado del mundo.
Los bancos españoles llegaron a estar entre los más grandes del mundo, presumiendo de excelente gestión pero la realidad era bien distinta: su negocio se basaba en: 1) el país con el mayor número de propietarios per cápita del mundo y 2) una ley hipotecaria única en Europa que protegía a la banca de cualquier impago de letras que tuvo que ser modificada ante los escándalos de los desahucios.
La realidad de la gestión se ha visto con la crisis hipotecaria mundial que afectó a España y que acabó con el rescate Europeo a la banca, a toda, por mucho que presuman los presidentes de los grandes bancos, que sin la ayuda del BCE hubieran quebrado igual.
Banco Santander tuvo que hacer una ampliación de capital de urgencia por orden del BCE en 2015, que se vendió al mercado como crecimiento porque le faltaban recursos propios para cubrir los coeficientes obligatorios de solvencia.
Los bancos españoles hoy están sostenidos por el BCE, de facto les presta al 0% y prestan al 1% o 2%, dependiendo del cliente; con tal margen, sin actividades importantes en mercados de capitales, como la banca americana y con una mastodóntica estructura de costes de los que no se pueden deshacer, solo se dedican a recuperar morosidad y a prestar en pequeñas cantidades. Ha quebrado la banca italiana, el mayor banco portugués, el Deutsche Bank a punto, por una millonaria multa del gobierno norteamericano que pagó realmente el alemán para evitar otro escándalo financiero y, claro, ahora el Popular que tenía menos exposición al sector inmobiliario que el Santander en términos de porcentaje del balance. ¿Creen que los otros bancos están más saneados? Los beneficios que publican dependen del nivel de cobertura de morosidad que cada uno quiera atribuir.
Los profesionales del sector sabemos que a la banca como tal le quedan pocos años: las grandes tecnológicas mundiales están entrando en el negocio de pagos por tarjeta, compensando compras y ventas, sin comisiones. Acabaremos usando antes de lo que creen tarjeta Apple, Google o Alibaba. Entrarán también el negocio de préstamos al consumo, que es de, o poco que queda, a la banca.
¿Por qué apela el Santander a los accionistas para financiar la compra? Porque no tiene fondos suficientes para acometerla; la imagen de generosidad con los actuales accionistas del Popular que pretende dar, ofreciendo un canje de acciones de este banco que no valen nada por unos bonos a largo plazo no es más que una treta para fidelizar como clientes de consumo a los arruinados accionistas del Popular porque su rentabilidad es nula y su liquidez (fundamental en finanzas porque si un activo no tiene liquidez (no se puede vender) no vale nada) también. Esta fue la causa del escándalo de las preferentes: cuando los tenedores de las mismas quisieron vender se encontraron sin contrapartida real, es decir, al precio que les ofrecía un precio de compra ridículo.
Hay otros productos financieros que ofrecen altas rentabilidades sin prácticamente riesgo, que los bancos no ofrecen porque no los crean ellos y no les interesa, amén de acciones de sectores industriales, de consumo o tecnología con mucho valor por ofrecer a los accionistas.
Columna de Carlos Orduña, presidente de Corefinance Financial Services EAFI