La reconstrucción de los daños materiales generados por los sismos de septiembre va a requerir una gran cantidad de dinero. Estimaciones iniciales señalan que va a costar alrededor de unos 37.000 millones de pesos, que más o menos representan cerca del 0,1% del PIB, o sea 0,1% de todo lo que produce en el país durante un año.
Por lo tanto, la pregunta es cómo se podrán financiar las obras de reconstrucción. Evidentemente que parte de esos recursos provendrán de los seguros contra catástrofes que tenían contratados varias de las edificaciones. Las propiedades que están hipotecadas cuentan con un seguro, las instalaciones pertenecientes al gobierno, como son escuelas y hospitales, también están cubiertas con seguros. Entre los seguros que se van a ejercer se encuentra el denominado “Bono Catastrófico” que no es otra cosa que un seguro que adquirió el gobierno federal para cubrir riesgos por catástrofes naturales, como sismos y huracanes. Ese “Bono Catastrófico” es similar al seguro que adquiere el gobierno cada año para cubrirse de posibles bajas en el precio del petróleo. Sin embargo, los seguros solamente cubrirán una parte de costos de reconstrucción.
Como se van a requerir más recursos, han surgido voces que proponen que se utilice parte de las reservas internacionales del Banco de México para financiar la reconstrucción. La idea es que como las reservas son muy elevadas, alrededor de 174.000 millones de dólares, y se han estado acumulando a lo largo del tiempo, se debería utilizar una parte de ellas para fomentar la actividad económica. Sin embargo, quienes hacen esa propuesta no toman en cuenta las implicaciones económicas que tiene utilizar reservas internacionales, además de las limitaciones legales que pudieran existir. Si el Banco de México decidiera vender un monto determinado de esas reservas internacionales, las cuales están en dólares, significaría que saldría a vender esos dólares al mercado y a cambio recibiría pesos. Eso significa que habría más dólares en el mercado y menos pesos, ocasionando una baja en el tipo de cambio, se apreciaría el peso, pero también al existir menos pesos se incrementaría la tasa de interés. Por lo tanto, vender las reservas internacionales es equivalente a poner en práctica una política monetaria restrictiva, se reduce la cantidad de dinero en la economía. El aumento en la tasa de interés lo que provoca es un mayor costo a los créditos, desincentiva la inversión productiva, presiona los costos de producción y reduce la demanda agregada provocando una disminución en la producción. Una política monetaria restrictiva se utiliza cuando se desea desacelerar una economía, no cuando se desea fomentar la actividad económica vía la construcción de casas, edificios, escuelas, hospitales, etc.
Adicionalmente, el Banco de México no podría prestar a particulares esos pesos que recibió a cambio de las reservas internacionales porque no se encuentra dentro de sus facultades o actividades. Para regresar a la economía el dinero que recogió como resultado de vender divisas lo tendría que prestar al gobierno comprándole bonos. Eso significaría que la deuda del gobierno tendría que aumentar, por lo que al final de la historia terminaríamos con menos reservas internacionales y mayor deuda del gobierno. Por lo tanto, utilizar reservas internacionales para financiar la reconstrucción no tiene sentido, es peor que proponer que aumente el déficit del gobierno para pagar la reconstrucción.
Columna de Francisco Padilla Catalán