En nuestra vida, creemos que es razonable no escatimar esfuerzos para tomar mejores decisiones que los monos. Esto no es tan fácil como parece. En un famoso experimento popularizado por el libro SuperFreakonomics, de 2009, el Dr. Keith Chen condicionó a unos monos a entender la utilidad del dinero para comprar golosinas. El estudio fue tan persuasivo que los animales mostraron elasticidad en la demanda: compraban una menor cantidad de determinadas golosinas cuando los precios subían y más cuando los precios caían; pero el verdadero descubrimiento se produjo cuando los investigadores introdujeron dos juegos de azar.
En el primer juego, científicos le mostraban una uva a un mono y, dependiendo de cómo cayera una moneda lanzada al aire, cara o cruz, el animal recibía sólo una uva, o una uva más de “bonificación”. En el segundo juego, al mono se le mostraban dos uvas desde el inicio. Cuando el lado de la moneda no le era favorable al mono, el investigador le quitaba una uva. En ambos juegos los monos obtenían, en promedio, el mismo número de uvas. Sin embargo, en el primero, la uva se presenta como una ganancia potencial, mientras que en el segundo juego como una posible pérdida.
¿Cómo reaccionaron los monos? Citado del libro:
“Una vez que los monos se dieron cuenta de que el científico de las dos uvas a veces retenía la segunda uva, y que el científico de una uva a veces agregaba una uva de bonificación, los monos mostraron una clara preferencia por el investigador de una uva.
A un mono racional no le habría importado, pero estos monos irracionales padecían lo que los psicólogos llaman aversión a la pérdida. Se comportaban como si el dolor de perder una uva fuera mayor que el placer de ganar una”.
El hecho que las pérdidas sean difíciles de soportar tiene importantes implicaciones para nuestras propias conductas. Por ejemplo, nosotros, al igual que los monos del experimento, tendemos a tomar decisiones diferentes en función del contexto en que se enmarquen dichas decisiones. Recordemos que los monos recibirían la misma cantidad de uvas esperadas, independientemente de cuál fuera el juego, sin embargo, los monos simplemente dejaron de participar en la apuesta que iniciaba ofreciendo dos uvas pero al mismo tiempo incluía una posible pérdida.
Resulta que el ser humano reacciona exactamente de la misma manera en situaciones similares. En muchos estudios se ha observado que los inversionistas venden sus inversiones ganadoras antes de tiempo (para evitar pérdidas contra valores anclados), y se aferran a sus posiciones perdedoras más de lo que deberían (para evitar la realidad de perder dinero).
Estas y otras observaciones llevaron a los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky a formular la “teoría prospectiva” a principios de la década de 1990 para describir la forma en que las personas toman decisiones entre alternativas probabilísticas en las que interviene el riesgo. Kahneman ganó el Premio Nobel de Economía por sus trabajos sobre teoría prospectiva en 2002.
Esta teoría se puede reducir a un solo concepto: el dolor percibido derivado de una pérdida duele mucho más que el placer percibido derivado de una ganancia equivalente.
Debido a esta asimetría emocional, en un escenario de ganancia es probable que los inversionistas eviten el riesgo, mientras que en un escenario de pérdida, es probable que los inversionistas lo busquen. Y esta es una de las razones principales por las que durante mucho tiempo hemos adoptado una filosofía de inversión centrada en la gestión de riesgos. Observando a nuestros clientes, y de hecho a todo el universo de inversionistas, entendemos que el dolor de perder es un poderoso impulsor para una toma de decisiones, que muchas veces dista de ser lo mejor…
En un artículo anterior en nuestro blog (Gestaltu.com), hacíamos mención la forma en que nuestra filosofía de inversión se centra específicamente en los sesgos de comportamiento que pueden socavar el éxito de los inversionistas. En aquel momento, dijimos:
“Como inversionistas e investigadores cuantitativos, por lo general no nos gusta trabajar en áreas “más sentimentales” de las ciencias sociales. Como asesores financieros de confianza, sabemos que a menudo nuestros clientes necesitan algo más que un enfoque basado en evidencias para invertir. Suelen necesitar estímulo, atención y apoyo personal.
La gente usa experiencias como factores para la toma de decisiones, pero actúa impulsada por la emoción. Nosotros diseñamos estrategias de inversión que no sólo funcionan según modelos informáticos, sino también en la práctica, con clientes reales cuyos comportamientos y cuyas acciones nunca se desvinculan totalmente de su estado emocional. En otras palabras, los enfoques basados en reglas que aplicamos en la práctica tienen que ser compatibles con sus pensamientos (y los nuestros).”
“Es cierto que no pasamos tanto tiempo… como lo harían nuestros colegas, hablando sobre “finanzas del comportamiento”. Ahora sabe por qué: la mejor manera que conocemos para limitar los efectos adversos de este tipo de conductas es ofrecer a nuestros clientes un perfil de rentabilidad que no los obligue a tomar malas decisiones bajo presión.”
Basándonos en esta teoría. Nuestra metodología de inversión no sólo tiene por objeto conducirlo hacia sus metas financieras desde el lugar en el que se encuentra; tiene por objeto llevarlo a ellas lo más suave y tranquilamente posible.