La atención casi exclusiva de los inversores a un puñado de valores tecnológicos estrella está ensombreciendo lo que considero que es una oportunidad escasamente aprovechada para invertir en algunos negocios que ofrecen tecnologías empresariales innovadoras.
El mercado alcista actual es el segundo más largo en los anales y presenta similitudes claras con el mercado alcista más largo de la historia: el de la década de 1990. Entonces, como ahora, la tecnología aparece como el factor único más importante detrás de las rentabilidades superiores y los grandes nombres de esta industria dominan los primeros puestos de la tabla de mayores valores del S&P 500, copando las cinco primeras posiciones.
Este grado de representación de un único sector a la cabeza del índice general de la bolsa estadounidense no tiene precedentes y ha llevado a muchos a pensar que nos encontramos ante otra “burbuja” tecnológica que podría terminar en un hundimiento inminente. Sin embargo, está pasando algo mucho más grande en el plano fundamental; la verdad es que la tecnología está calando en todos los aspectos de nuestras vidas y el ritmo acelerado de la innovación tecnológica disruptiva que estamos observando actualmente no se parece a nada que hayamos vivido antes.
Nunca antes me habían ilusionado tanto las perspectivas del sector tecnológico a medio y largo plazo. Aunque un puñado de valores, los FAAMG (Facebook, Apple, Amazon, Microsoft, Google) han suscitado mucha atención, mi visión positiva se basa sobre todo en lo que estoy viendo bajo la estrecha y más visible cúspide de esta industria. Me resulta muy interesante que los ingresos de los FAAMG procedan principalmente de los consumidores, mientras que algunas de las nuevas ideas más innovadoras que estoy encontrando están dirigidas a las empresas.
Perfil riesgo-recompensa de los FAAMG
En la prensa se ha hablado largo y tendido sobre la impresionante evolución bursátil de los gigantes tecnológicos (FAAMG) en EE.UU. durante los últimos cinco años. Aunque representan el 12,4% del S&P 500, este porcentaje es reducido comparado con su peso de casi el 23% en el Russell Growth Index y del 42% en el Nasdaq 100. Por lo tanto, no sorprende que el Nasdaq 100 haya batido a más del 95% de los gestores de fondos y los fondos cotizados a 1, 3, 5 y 10 años.
Para aquellos que se han perdido la importante racha alcista de estos megavalores tecnológicos desde comienzos de año, por valoración no existen suficientes evidencias atractivas para justificar la inversión en ellos en estos momentos. Para conseguir una rentabilidad compuesta del 10% durante los próximos 6-7 años en Apple o Google, es preciso creer que su capitalización rondará los 6 billones de dólares en 2024 y que cotizarán ¡a unas 15-20 veces un flujo de caja libre de entre 300.000 y 400.000 millones de dólares!
Aunque podría suceder, las probabilidades son escasas. Dejando de lado los fundamentales, mi compañero Paras Anand, director de inversiones del área de renta variable de Fidelity en Europa, apunta en su artículo “¿Alguna vez ha habido tanto riesgo en la seguridad?” otras razones por las que estos megavalores lo han hecho tan bien y por qué podrían no ser tan seguros como el mercado los percibe.
Un camino duro
Si miramos más allá de estos megavalores, resulta evidente que las infraestructuras tecnológicas están evolucionando rápidamente y que nos encontramos en una etapa muy temprana de este proceso. En la década de 1990, el mundo pasó de los ordenadores centrales o mainframes a la era de la arquitectura cliente-servidor. Esta transición trajo consigo una debacle para algunos de los pesos pesados de la tecnología en la década de 1980, como DEC, ICL, BMC, Sun y la vieja IBM, y el nacimiento de una nueva generación de empresas como Microsoft, Intel, Cisco y Oracle.
El paso hacia la nube o las infraestructuras como servicio (IaaS) supone un cambio similar en ámbito y magnitud, y está empezando a tener profundas implicaciones en toda la cadena de valor de la tecnología. Una gran empresa cuenta actualmente con toda la pila de arquitectura tecnológica, desde los servidores hasta la capa de aplicaciones. En el entorno IaaS, los equipos y los ordenadores se convierten en un producto sin valor añadido gestionado por los proveedores de servicios en la nube (pensemos en las empresas que suministran electricidad), mientras que el foco de las empresas se desplaza hacia la capa de software y la conectividad.
Aunque la informática en la nube ha despertado cierta expectación, a día de hoy la transición real a la nube se encuentra todavía en pañales, ya que su penetración asciende a apenas el 5% de los 1,3 billones de dólares que suman los presupuestos tecnológicos de las empresas. Se prevé que este porcentaje crezca a razón de más del 25% anual hasta alcanzar una penetración de más del 15% en 2021. La bolsa ha supuesto que todo este crecimiento irá a parar a la nube pública y, por tanto, ha recompensado a los proveedores de la misma, como Amazon (AWS) y Microsoft (Azure).
Sin embargo, nuestros análisis sugieren que la mayor parte de clientes empresariales únicamente trasladarán las nuevas cargas de trabajo a la nube, en lugar de desmantelar y sustituir toda su infraestructura actual. Este hecho creará algo que se ha descrito de forma acertada con el término “nube híbrida”. En realidad, el proceso de pasar de una infraestructura in situ a un modelo puro en la nube tardará años (puede que décadas) y lo más probable es que la mayoría de las empresas utilicen ambas arquitecturas simultáneamente, del mismo modo que los mainframes siguen funcionando a pesar de haber quedado tecnológicamente obsoletos hace décadas.
Creo que existe una oportunidad de inversión escasamente aprovechada en empresas que pueden ayudar a otras empresas a gestionar la “nube híbrida”. Gigantes del software como VMWare y Red Hat, que pasan por ser negocios “convencionales”, cotizan actualmente a unas razonables 15 veces su flujo de caja libre en 2019, pero están presentando nuevos productos que permiten a las empresas gestionar sus necesidades de infraestructura en el nuevo mundo híbrido. VMWare se mantendrá en primera línea gracias a su alianza con AWS (Amazon Web Services) y su paquete SDN (Software-Defined Networking), mientras que Red Hat está beneficiándose de su plataforma de aplicaciones Openshift y de la transición a una “arquitectura sin servidores”. Ambas empresas pueden crecer durante años y el perfil de riesgo y recompensa continúa siendo atractivo en estos momentos.
Por el contrario, los grandes perdedores de todo ello son las empresas de hardware. De hecho, las perspectivas de los fabricantes de hardware han pasado a ser marcadamente deflacionistas. Esta circunstancia ya se ha manifestado en los diferentes retos a los que se enfrentan las empresas que prestan servicios empresariales de almacenamiento como EMC y Teradata, pesos pesados de los servidores como IBM, Dell y HP, y gigantes de la redes como Cisco y Juniper.
El software
El gran beneficiario del paso a esta nueva arquitectura es el software, que ahora pesa mucho más que el hardware dentro del gasto tecnológico total. Ahora que los directores de TI ya no tienen que lidiar con la gestión de infraestructuras, podrán invertir más tiempo y capital en pensar cómo modificar en profundidad los procesos de negocio mediante el uso del software. Sólo pagarán por lo que usan y grandes porcentajes de los presupuestos tecnológicos dejarán de destinarse a la inversión en inmovilizado para engrosar la partida de gastos de explotación corrientes.
El auge del software como servicio (SaaS) está cambiando cómo se implanta la tecnología y el enfoque “de dentro afuera” está dejando paso a un “de fuera a dentro”. Hasta ahora, el uso de la tecnología en las empresas ha sido un proceso gestionado por los departamentos de TI, que firman supercontratos para comprar grandes cantidades de software. Esto requiere un ejército de consultores para la instalación y el usuario empresarial sólo ve el resultado final cuando todo está terminado (de dentro afuera).
Con el modelo SaaS, el coste de ensayar nuevas tecnologías prácticamente ha desaparecido; el proceso comienza con los usuarios empresariales que evalúan las ventajas antes de que el software esté totalmente implantado en toda la empresa (de fuera a dentro). Hemos visto cómo este modelo triunfaba en empresas como Salesforce, Tableau y Atlassian, donde sus servicios empezaron a proliferar en las empresas, a veces sin que el personal informático lo supiese expresamente, antes de convertirse en irremplazables.
El modelo SaaS también permite a las empresas terminar con la pesadilla de las actualizaciones periódicas. Se acabó eso de esperar cinco años antes de pasar por un costoso ciclo de actualización para ponerse al nivel de la última tecnología. La mayoría de empresas SaaS publican actualizaciones continuas durante todo el año, del mismo modo que hacen las aplicaciones en nuestros teléfonos.
Me gustan varias empresas en este espacio, pero soy especialmente optimista sobre Salesforce como uno de los valores de gran capitalización que ganarán con el modelo SaaS. Salesforce está incrementando los ingresos a razón de más de un 20% y será una empresa de 20.000 millones de dólares dentro de los próximos cinco años. Cotiza con unos múltiplos en apariencia elevados porque está invirtiendo con decisión en su estrategia de crecimiento, pero no hay razón para pensar que no pueda presentar márgenes de explotación de más del 40%, como Oracle. Salesforce cotiza actualmente a 10 veces el flujo de caja libre sobre unos ingresos de 20.000 millones de dólares.
Suponiendo una banda de cotización entre 15 y 20 veces el flujo de caja libre, obtengo un recorrido alcista del 50-100% a cinco años, lo cual es muy atractivo. Entretanto, sigue siendo un excelente candidato a ser adquirido por las empresas de gran capitalización que tratan de conseguir crecimiento.
Conclusión
Asistimos a uno de los periodos empresarialmente más disruptivos de la historia económica. Al mismo tiempo, el contexto de bajas tasas de crecimiento anima a los inversores a premiar la certidumbre y el crecimiento allí donde lo encuentran. El liderazgo de los gigantes tecnológicos orientados al consumo ha acaparado titulares, pero en mi opinión es demasiado estrecho. Se avecina una segunda oleada de crecimiento, liderada esta vez por los negocios que ofrecen tecnologías a las empresas.
Ciertamente, la tecnología se mantiene como una de las áreas más atractivas a medio y largo plazo y, más allá de lo obvio, existen importantes oportunidades de inversión en diferentes segmentos que transformarán la forma en que las empresas gestionan sus actividades.
Tribuna de Aditya Khowala, gestor de fondos de renta variable estadounidense de Fidelity.