El 13 de marzo de 2020, cuando la pandemia del COVID-19 se acercaba a su primer pico y los mercados bursátiles mundiales entraban en caída libre, tres de los planes de pensiones más conocidos del mundo, el fondo de pensiones del gobierno de Japón, el sistema de jubilación de profesores del Estado de California en EE.UU., y USS Investment Management, el fondo de pensiones más grande del Reino Unido, emitieron una declaración conjunta. Advirtieron que el objetivo de beneficios a corto plazo frente a eventos climáticos extremos, la innovación para reducir la dependencia de combustibles fósiles y la presión social para desinvertir en activos de combustibles fósiles crearían “riesgos sistémicos potencialmente catastróficos”.
Sin embargo, añadieron a esta terrible advertencia el hecho positivo de que muchos planes de pensiones ya han comenzado a incluir la nueva realidad del cambio climático en sus carteras. Así lo confirma la encuesta global realizada por CREATE-Research (Inversión pasiva 2020: abordando el cambio climático en las carteras de inversión) a solicitud de DWS. Más de cuatro quintas partes de los encuestados de nuestros planes de pensiones ya cuentan con algunas inversiones relacionadas con el clima en sus carteras. Para casi una cuarta parte (el 22%) esas partidas superan el 15% del total de sus carteras.
El principal impulsor de esta tendencia es la comprensión inicial de que las métricas financieras en las que nos hemos fijado tradicionalmente (relación precio-beneficio, precio-valor contable, deuda-capital y beneficio) son guías insuficientes para realizar valoraciones a futuro en un mundo de calentamiento global, con eventos sin precedentes y, hasta ahora, de gran magnitud como inundaciones extremas e incendios que pueden afectar el valor de los activos a través de catástrofes físicas, respuestas políticas o un cambio hacia nuevas tecnologías y nuevos centros de valor.
Si el Acuerdo Climático de París de 2015 fue un estímulo para pasar de la preocupación por el clima a la construcción de carteras enfocadas en la temática del clima, el colapso de Pacific Gas & Electric Company tras los incendios de California de 2019 destacó la urgente necesidad de asignar una valoración a los riesgos climáticos. La sostenibilidad está en el camino de convertirse en una métrica por derecho propio.
Por lo tanto, casi dos tercios (el 62%) de los encuestados ven las inversiones climáticas como activos seguros a futuro, que generarán buena rentabilidad ajustada al riesgo a largo plazo. Poco menos de la mitad (el 49%) de nuestros encuestados no solo destacaron los riesgos de las condiciones climáticas extremas, sino también los riesgos comerciales para las empresas de combustibles fósiles. Más de la mitad (el 54%) afirmó que el cambio climático es cada vez más importante para la fijación de precios y la creación de valor, aunque los mercados (un 59%) lo cotizan con excesiva lentitud en sectores distintos a los de las energías renovables. Tal y como dijo un encuestado de un fondo de pensiones sueco: “los mercados tardan en valorar los riesgos climáticos debido al capitalismo trimestral actual”.
Lentas o no, estas percepciones individuales de riesgo se suman a la presión para cambiar a una gestión de riesgos a largo plazo en línea con la duración de las obligaciones del plan de pensiones y las necesidades sociales y ambientales del propio planeta. No considerar estos aspectos sociales de la inversión se está convirtiendo en un riesgo en sí mismo.
Sin embargo, esta es una imagen compleja de pioneros, tanteos y puntos de resistencia. Mientras que el 81% de los planes de pensiones consultados tienen inversiones relacionadas con el clima, la mayoría (un 59%) ha asignado entre menos del 5% y el 15%. Esto es normal en las primeras etapas de una tendencia, donde la investigación, los requisitos, los resultados y las declaraciones públicas de los primeros usuarios modelan lentamente la herencia de los que les siguen. Uno de los primeros planes de pensiones suecos afirmaba: “en nuestra experiencia, esperar a que el tiempo o los eventos confirmen una estrategia significa despedirse de todas las ventajas. El alfa de hoy es el beta del mañana”.
Los planes de pensiones han concentrado sus inversiones vinculadas al clima entre las gestionadas de forma activa. Menos de la mitad (un 44%) de los encuestados tenían inversiones relacionadas con el clima en sus carteras de inversión pasiva. La razón principal de esto es el estado actual de la inversión climática en sí. Con datos, definiciones y metodologías básicas aún por resolver (el 60% de los encuestados afirmaba que la falta de definiciones consistentes y datos fiables son factores limitantes), muchos planes buscan gestores especializados con un buen historial en temas de inversión relevantes, con acceso a activos menos líquidos y no indexados. En contraste, asocian las inversiones pasivas con la captura de alfa en los principales mercados y, sobre todo, con el largo periodo alcista que siguió a la caída de 2008. Sin embargo, esto está cambiando rápidamente, ya que los gestores de activos de primer nivel están dedicando grandes esfuerzos al desarrollo de sus capacidades en inversión temática.
Los planes con inversiones pasivas vinculadas al clima tienen una tendencia ligeramente mayor a favorecerlos: un 26% de estos planes dirige más del 15% de sus activos pasivos a inversiones vinculadas al clima, un poco más del 22% de la cartera total.
Esta disparidad revela la tendencia dentro de la tendencia: una vez más, pioneros entusiastas dan forma a la oferta y a las metodologías para quienes finalmente adoptarán la inversión pasiva vinculada al clima.
Por pioneros que sean, estos emprendedores tienden a aferrarse al índice de referencia: casi tres cuartas partes de los encuestados que acceden a inversiones climáticas pasivas prefieren un error de seguimiento de menos del 1% en el índice principal, aunque una minoría significativa (el 6%) supera el 5%, sobre todo en cuanto a bonos verdes que financian la infraestructura de transporte y energía. Esperan que el desempeño marcado por el índice de referencia se sesgue de forma ascendente por exclusión de negocios no sostenibles e inclusión de negocios sostenibles. El autor principal del informe, Amin Rajan, describe esto como una “opción sin coste” sobre el carbono.
Dada la dirección general de avance, casi dos tercios de los encuestados esperan que la proporción de fondos de gestión pasiva relacionados con el clima aumente durante los próximos tres años, mientras que el resto (un 35%) no espera ningún cambio. Esta expectativa positiva se deriva del hecho de que las inversiones pasivas personifican la inversión a largo plazo, compra y retención en una época en la que la sostenibilidad a largo plazo se presenta como una métrica económica global.
Ninguna de las personas que respondió a la encuesta consideró negativas sus experiencias hasta la fecha. Casi el 40% dijo que los resultados habían sido positivos y el resto pensó que era demasiado pronto para saberlo. El tiempo fue un factor importante en términos de cifras concretas: los pioneros pudieron mantener parte de su ventaja incluso tras la corrección del mercado en marzo de este año. Aquellas personas que aún no se han pronunciado, han experimentado reducciones, pero vieron sus inversiones como un medio para bloquear el valor a largo plazo o una forma de eliminar las debilidades de la cartera. Esperan que las inversiones climáticas puedan emerger como puntos brillantes durante el futuro incierto que el COVID-19 ha desatado.
Hay otro sentido en el que el COVID-19 es relevante en este aspecto. Las encuestas en todo el mundo desde el inicio de la crisis económica y de salud pública revelan que hay otros impulsos, más allá de los típicos cliché, por superar la vieja normalidad. A pesar del miedo y del duelo, amplios sectores de la población dieron la bienvenida a cielos más despejados, carreteras vacías y a la renovada sensación de cercanía con la naturaleza que proporcionaban los confinamientos. Dieron la bienvenida a las intervenciones estatales para salvar vidas y medios de subsistencia y expresaron su esperanza en un futuro sostenible.
Puede que el COVID-19 haya retrasado medidas como el plan de acción de la UE sobre finanzas sostenibles, pero ha profundizado tanto en el clamor por la sostenibilidad como en la expectativa de que las finanzas deberían ser una parte importante de la solución.
Tribuna de César Muro, responsable de Gestión Pasiva en DWS