En términos sencillos, la teoría tradicional indica que el ahorro para el retiro viene en una etapa relativamente adelantada de la historia laboral o productiva. Es decir, muchos asesores financieros, al preguntárseles por cuándo se debe empezar a pensar en el retiro como una meta, indican alrededor de los 40 o 45 años. Esta teoría, sin embargo, va a tener que ser replanteada dentro de poco, puesto que al comenzar tan adelante, no va a existir tiempo suficiente de equilibrar ahorro, tiempo y retorno para lograr un objetivo que, poniéndole algún calificativo, podríamos denominarlo, decente.
Me explico: cada vez es más evidente una serie de factores que entran en juego, entre los que contamos una mayor expectativa de vida, menores retornos de los activos financieros, regímenes pensionales más presionados, entre muchos. Al combinar todos estos, cuando un asesor financiero deja como uno de los objetivos finales el ahorro para el retiro, puede estar afectando a su cliente sin quererlo. Claro, la teoría siempre indicó que eso era así (antes habían otras necesidades más inmediatas), pero lo malo de la teoría es que fue hecha cuando el mundo era diferente.
Entonces tenemos regímenes pensionales más presionados. Cada día luce más evidente que las pensiones deben ir para un punto en el cual las tasas de reemplazo sean menores, el tiempo cotizado sea mayor y la edad para pensionarse también sea mayor. Muchas personas piensan que las pensiones son derechos adquiridos (verdad Grecia?), pero la realidad es que en economías presionadas financieramente, las pensiones suelen ajustarse. Los gastos gubernamentales asociados a pensiones vienen representando una carga para muchos gobiernos que crece muchas veces sin control y que destinan una gran proporción del gasto público a un segmento específico de población en detrimento de todos los demás. Un panorama así debe llevar a políticos sensatos a modificar los regímenes, buscando mayor edad, menores remplazos, más tiempo cotizado, tal como lo dijimos anteriormente.
Esta el tema de los retornos en un mundo en el que están siendo mucho menores que años atrás. Es claro que con menores retornos el tiempo requerido para lograr un monto ahorrado es mayor. Si con un retorno del 10% necesitaba 20 años para tener una suma determinada, con un retorno del 5% necesitaré más del doble de tiempo para lograrlo. Y si la capacidad de ahorro hoy no crece, la ecuación empieza a descuadrarse. Si a esto le sumamos que generalmente cuando se acerca tu jubilación te dicen que inviertas en activos menos riesgosos (los que, por definición, tienen retornos menores), pues el “hueco” será aún mayor.
Finalmente está el tema de la longevidad. Si una persona vive más, tendrá más tiempo por delante (mayores recursos necesarios) y gastos nuevos que antes probablemente se estimaban de otra manera (ejemplo, los asociados a salud), lo que llevará inevitablemente a que la suma que necesito para mi etapa de retiro sea mayor. Pero volviendo a leer lo que expresamos anteriormente, con mesadas pensionales que deben tender a disminuir y retornos que son menores, acumular una suma mayor parece altamente complejo.
Por eso, es que la teoría tradicional debe cambiar. El ahorro para el retiro debe comenzar mucho antes de lo que los libros de texto nos indican. Esto nos permite tener un mayor tiempo por delante (y el efecto del interés compuesto se multiplica), e invertir en activos de mayor riesgo que pueden darnos un mejor retorno en principio; potencializando la ecuación para lograr el objetivo en el momento de jubilarnos laboralmente.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor, y no representan necesariamente la posición de Old Mutual sobre los temas tratados.
Opinión de Manuel García Ospina, gerente de la Escuela de Planeación financiera y comercial de Old Mutual.