El patrimonio familiar suele crecer de manera dispersa, desordenada, ineficiente en términos impositivos y sin un objetivo claro ni consideración por la transmisión del mismo. Según un estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), solo el 30% de las empresas familiares sobreviven el traspaso de la primera a la segunda generación. Es entendible esto, sobre todo en etapas de acumulación de capital, donde el foco del día a día está puesto en la generación. Pero no debemos subestimar los riesgos que una falta de planificación conlleva porque, muchas veces, cuando nos damos cuenta que la necesitamos, ya puede ser tarde.
Desde nuestro lugar, vemos que esta dinámica sucede constantemente en las familias. Sobre todo, en aquellas que se encuentran con una primera generación terminando su etapa productiva y buscando ya sea capitalizar sobre lo generado o transmitirlo a generaciones subsiguientes. La falta de una planificación durante esta etapa da lugar a muchos riesgos e ineficiencias, como pueden ser altos costos impositivos o dobles imposiciones, riesgos de pérdida en una transmisión de patrimonio, multiplicación de gastos y riesgos por no tener una administración centralizada o directamente una disminución en la rentabilidad.
Un caso muy común en los argentinos es la tenencia de activos americanos en el portafolio. Muchos de estos están sujetos a un impuesto a la herencia en Estados Unidos de hasta el 40%, por sobre un mínimo no imponible de 60.000 dólares. Esto incluye tenencia en acciones americanas que cotizan públicamente, ETFs, algunos bonos del tesoro y efectivo en cuentas de corretaje, entre otros activos.
Otro típico ejemplo en el país es la sobre exposición a activos inmobiliarios, que cuentan con rentabilidades muy bajas, altos costos operativos y transaccionales. Se genera también una concentración de riesgo enorme en una sola clase de activos que, en contrapunto con la creencia popular, no siempre es un resguardo de valor. Temáticas similares solemos ver en las carteras de inversión que, al estar armadas a criterios de asesores no familiarizados con la coyuntura de la familia, divergen en gran manera de los objetivos y expectativas que estas tienen.
Teniendo en cuenta que en el afán de construir su patrimonio es habitual que las familias descuiden su organización, generando todas estas ineficiencias y riesgos mencionados, es de vital importancia una planificación patrimonial estratégica y completa, que genere confianza en todos los involucrados. Para esto, debemos abarcar todas las facetas, como puede ser el capital financiero, empresarial, de real estate y el capital humano, estableciendo parámetros para administrar, proteger y transferir este patrimonio de manera efectiva y eficiente.
Si nos referimos a la confianza, aspecto fundamental para la consecución de objetivos en el ámbito de los negocios, las empresas familiares gozan de un índice de confianza doce puntos porcentuales más elevado que el del resto de grandes compañías, según datos del Edelman Trust Barometer 2023. En este sentido, la planificación patrimonial y la confianza van a ser tanto una brújula para llegar a nuestros objetivos como guardianes ante cualquier amenaza externa.
Tribuna elaborada por Bautista Vassolo, Asesor de Banca Privada en Quinto Inversiones