La historia suena bien: los inversionistas extranjeros confían en Colombia, y por eso están comprando activos locales. Eso se demuestra en que ya son los poseedores del 22% de los TES (deuda pública) y que durante el mes de agosto fueron los mayores compradores de acciones, superando a los demás actores del mercado. Eso ha llevado a valorizaciones de los activos colombianos, pues el mercado financiero funciona como cualquier otro, es decir, a más compradores, sube el precio (ley de oferta y demanda en su estado puro).
Sin embargo, la historia tiene dos caras, y la que es felicidad hoy, porque nos están comprando, puede ser tristeza mañana, cuando los extranjeros estén vendiendo. Esto tarde o temprano debe suceder, por más que seamos atractivos, los extranjeros algún día van a vender las acciones y los bonos locales que han comprado, y no porque en Colombia pase algo malo, sencillamente porque así es. Claro, si pasa algo malo, el catalizador de venta se activa mucho más rápido y de forma mucho más dramática, con efectos colaterales mucho peores; hablando específicamente de la caída en el precio de los activos locales.
Puede que lo hagamos bien macroeconómicamente, que tengamos (por fin) unas reglas tributarias estables de largo plazo, que la economía se estabilice, y cualquier tema que le pueda causar volatilidad al inversionista extranjero, se arregle. Esos factores son necesarios para que las inversiones de largo plazo, es decir aquellas que se vienen a quedar con un carácter de permanencia, lleguen al país. Pero la denominada inversión de portafolio, no se ajusta a las mismas reglas. Así, por más que seamos “la novia perfecta”, los inversionistas de portafolio se van a ir. ¿Cuándo? Eso es lo que no se sabe con certeza.
En vista de lo anterior, para el inversionista de a pie, aquel que está en Colombia y que ve lo que ha sucedido con los retornos de los activos colombianos, y que se emociona con los mismos, se vuelve necesario cada vez más aplicar la teoría más sencilla de todas, pero más potente: diversificar. Esto significa en términos sencillos, creerle a lo que dice su asesor financiero, es decir, un poco aquí, un poco allá. Los extranjeros, por ejemplo, a día de hoy, poseen algo más de 50 billones de pesos colombianos en TES, y el día que quieran salir, porque necesitan sus recursos, venderán en pesos colombianos, para llevarse su dinero en dólares, con lo cual uno supone que al vender caerá el precio de los TES y subirá el precio del dólar. Si lo hacen de forma ordenada, los efectos serán graduales; pero hemos visto en ocasiones anteriores, que la forma desordenada implica ajustes muy severos y de forma muy rápida. Y dolorosa, incluso.
Por eso, cada aumento de participación de extranjeros, si bien es una historia vendedora para contar (la confianza, el momento del país, etc), va acumulando un efecto colateral que nos impactaría más si llegado el momento no estamos, como inversionistas individuales, preparados para eso. Así que tratar de pegarle al momento adecuado, como tradicionalmente se mueven las personas naturales que ven rentabilidades pasadas, cada vez es más complicado y toca, necesariamente, andar muy cauteloso en esta nueva etapa en la que entramos.
Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor, y no representan necesariamente la posición de Old Mutual sobre los temas tratados.
Opinión de Manuel García Ospina, vicepresidente de wealth management de Old Mutual Colombia.