La subida de los precios de los alimentos y los problemas de abastecimiento –agravados por la invasión rusa de Ucrania– han puesto en el punto de mira lo que ya era un gran problema mundial: la seguridad alimentaria.
Se prevé que la demanda de alimentos aumente en un 60% de aquí a 20501. Sin embargo, la oferta tendrá dificultades para satisfacerla, debido a que la tierra cultivable y los recursos hídricos se están reduciendo y a que, incluso con los niveles de demanda actuales, en torno a 2.000 millones de personas sufren una nutrición insuficiente.
Se calcula que la guerra –que ha provocado escasez de cereales y fertilizantes y ha agravado la ya de por sí elevada inflación– habrá retrasado 10 años los avances en materia de seguridad alimentaria. Es probable que un número cada vez mayor de habitantes del sur de Asia y África gasten más del 20% de sus ingresos en alimentos, lo que agrava los problemas provocados por la pandemia de COVID-19.
Estos retos sociales y medioambientales son enormes, complejos y no existe para ellos ninguna solución milagrosa. Resolverlos requiere una variedad de soluciones a lo largo de la cadena de valor alimentaria. No obstante, la crisis debería servir para centrar la reflexión y acelerar tanto la adopción de alternativas a los cereales y a las proteínas animales menos eficientes como el desarrollo de una producción de alimentos eficiente y cadenas de suministro más cortas y seguras. Esto, a su vez, brinda una oportunidad para que las empresas innovadoras y los inversores puedan colaborar con el fin de mejorar la sostenibilidad, la accesibilidad y la calidad de los alimentos que necesitamos para la salud y el crecimiento.
La agrotecnología –tecnología aplicada a la agricultura que permite mejorar el rendimiento de los cultivos con menos recursos– es una solución prometedora. Probablemente, el sector agrícola se centrará en reducir su dependencia de los fertilizantes debido a las actuales interrupciones del suministro (Rusia y Ucrania representan conjuntamente alrededor del 20% de las exportaciones mundiales de fertilizantes nitrogenados y el 30% de la potasa). Esto puede solucionarse gracias a las explotaciones verticales y la agricultura de precisión, ambas con la ventaja añadida de ser menos contaminantes.
Mientras tanto, a raíz de la escasez de cereales, la ganadería puede ser más eficiente mediante la mejora de los diagnósticos y medidas preventivas de salud animal tales como vitaminas, eubióticos (que favorecen la salud intestinal), enzimas y vacunas que mejoran la absorción y el rendimiento de los piensos.
Otra forma de paliar la escasez es aprovechar al máximo lo que ya tenemos. En este caso, la prioridad es reducir el desperdicio de alimentos, que actualmente representa una tercera parte de la producción alimentaria total –aproximadamente 1.300 millones de toneladas al año2. Para reducir la montaña de desechos hay que mejorar la logística, las redes de distribución y la seguridad alimentaria. Todo ello puede mejorarse con tecnología. Entre las innovaciones más prometedoras se encuentra el envasado aséptico –en el que los alimentos se esterilizan a altas temperaturas antes de envasarlos, prolongando así su vida útil sin necesidad de productos químicos ni refrigeración. Otro método, conocido como bioprotección natural, se inspira en los principios de la fermentación tradicional y utiliza cultivos alimentarios especialmente desarrollados para conservar mejor el yogur y el queso.
Además, los desechos alimentarios se reutilizan cada vez más, ya sea convirtiendo el exceso de aceite y grasa animal en piensos o biocombustibles, o (a menor escala) utilizando el suero de la fabricación de queso para crear envases para otros alimentos.
También hay que tener en cuenta la producción de alimentos. Un tema candente para los productores de alimentos es cómo hacerlos más nutritivos, asequibles e, idealmente, también más sostenibles. Las empresas alimentarias se esfuerzan por desarrollar carne producida en laboratorio, encontrar alternativas vegetales a la leche (como la avena o las patatas) y mejorar su asequibilidad. También existe una fuerte demanda de ingredientes naturales que, a diferencia de los sintéticos, dependen menos del petróleo.
Producir más alimentos a nivel local es otra solución que tiene múltiples ventajas: el suministro es más fiable, se reducen los residuos, la huella de carbono es menor y ofrece una mejor trazabilidad. Los alimentos producidos localmente también alivian la presión sobre unos recursos cada vez más escasos, como son el suministro de agua dulce y las tierras cultivables. Las explotaciones verticales bajo techo, por su parte, también se están expandiendo rápidamente, ofreciendo la posibilidad de obtener alimentos locales de calidad en zonas donde el espacio es escaso o las condiciones climáticas son adversas. Las empresas que operan estas explotaciones están invirtiendo mucho. La empresa de agricultura vertical Kalera, por ejemplo, construirá este año una nueva megaexplotación en Singapur, con el objetivo de cultivar en torno a 500.000 kg de verduras de hoja verde al año, como parte de los planes del país insular para cubrir el 30% de sus necesidades nutricionales en 2030 (frente al 10% actual).
Las explotaciones tradicionales también están adoptando los avances científicos más recientes, que permiten a los agricultores aplicar el agua y los fertilizantes con precisión allí donde se necesitan, consiguiendo una reducción de hasta el 80% en el consumo de agua dulce y fertilizantes. Estas técnicas también pueden mejorar el rendimiento, preservar los recursos escasos y reducir las emisiones de óxidos de nitrógeno.
La logística alimentaria también está experimentando una transformación.
Cada vez es mayor el interés por los servicios alimentarios directos al consumidor (como los kits de comida “del campo a la mesa”) y, de hecho, por casi cualquier modelo de producción y logística alimentaria de nueva generación que pueda acortar las complejas cadenas de suministro globales y reducir el riesgo de problemas logísticos, de deterioro y de contaminación.
Por primera vez prevemos un escenario en el que los gobiernos y los consumidores coinciden en el desarrollo de productos alimentarios y métodos agrícolas de mejor calidad y más sostenibles. También es un futuro en el que las empresas que operan en toda la cadena de valor alimentaria utilizan la tecnología que ya tienen a su disposición para satisfacer estas demandas.
La estrategia Pictet-Nutrition adopta un enfoque “bottom-up” a largo plazo para identificar e invertir en empresas esenciales para crear un sistema alimentario sostenible.
Tribuna de Mayssa Al Midani, gestora sénior de inversiones en el equipo de renta variable temática en Pictet Asset Management.
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Anotaciones:
(1) https://www.un.org/en/chronicle/article/feeding-world-sustainably
(2) https://www.unep.org/thinkeatsave/get-informed/worldwide-food-waste
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