Gracias a la aparición de una próspera industria de productos medioambientales, invertir en la protección del planeta ya no implica renunciar a la rentabilidad.
A la hora de invertir en una industria que evoluciona con rapidez, como la de los productos y servicios medioambientales, identificar las oportunidades más prometedoras no es tarea fácil.
Por eso los gestores de nuestra estrategia Global Environmental Opportunities (GEO) han desarrollado un proceso que combina una metodología científica basada en normas y la investigación tradicional de cada una de las empresas para construir su cartera.
La primera etapa del proceso consiste en identificar a las empresas con mejores credenciales medioambientales. Es decir, empresas que no consumen materias primas en exceso ni generan cantidades desproporcionadas de residuos. A continuación, de entre este grupo seleccionamos empresas especializadas en el desarrollo de productos o servicios concebidos para mitigar los daños causados al medio ambiente.
A fin de identificar las empresas que presentan estas características, realizamos una auditoría ecológica que determina la huella medioambiental de más de 100 subindustrias. Esta auditoría incorpora dos nuevas herramientas de medición: el marco de referencia de los Límites Planetarios (LP) y el Análisis del Ciclo de Vida (ACV).[1]
El marco de los LP es un modelo que define el “espacio operativo seguro” ecológico dentro del cual deberían llevarse a cabo las actividades humanas.[2]
Desarrollado por un equipo de científicos y economistas eminentes, el marco de los LP establece umbrales ecológicos para nueve de los fenómenos medioambientales antrópicos más perjudiciales (véase el gráfico). El modelo cuantifica un conjunto de límites que, en caso de superarse, pondrían en peligro las condiciones medioambientales que han contribuido decisivamente a la prosperidad humana durante miles de años. Por ejemplo, para que el suministro mundial de agua dulce se mantenga estable, el consumo total de agua de la humanidad debe mantenerse por debajo de un nivel de entre 5.000 y 6.000 kilómetros cúbicos al año. El modelo de los LP también especifica que, para que las emisiones de dióxido de carbono se mantengan en niveles aceptables, la proporción de CO2 en la atmósfera no debe superar las 350 partes por millón.
Fig. 1: Límites Planetarios
Fuente: Stockholm Resilience Centre, Pictet Asset Management, a 29/12/2019
El ACV, por su parte, es una metodología que se utiliza para calcular las emisiones de residuos y el consumo de recursos de cada una de las industrias que conforman la economía global. Este modelo analiza todas las actividades de la producción de un bien o servicio: la extracción de materias primas, los procesos de fabricación, la distribución y el transporte, la utilización de los productos, los desechos y el reciclaje.2
En nuestro proceso, combinamos el ACV con los LP para crear una lente que pueda identificar con precisión las industrias cuya huella medioambiental es menor.
He aquí un ejemplo de cómo funciona el proceso:
Los Límites Planetarios establecen que la capa de ozono debe tener un espesor de 276 milímetros. Para que el agujero en la capa de ozono comience a cerrarse, las emisiones totales mundiales de sustancias que reducen la capa de ozono deberían mantenerse por debajo de los 6.600 millones de toneladas al año. A nivel empresarial, esto significa que el umbral de emisiones de dichas sustancias se establece en 2,48 kg por cada millón de USD de ingresos al año. Solo las empresas cuyas emisiones totales, según el ACV, se mantengan dentro de los Límites Planetarios serán aptas para su inclusión en nuestro universo de inversión.[3]
Este análisis es necesario porque creemos que la mayoría de los informes sobre el medio ambiente que se elaboran hoy en día son demasiado restringidos o demasiado subjetivos. La mayoría de los modelos de huella medioambiental se centran exclusivamente en los procesos de fabricación, pero no tienen en cuenta el resto del impacto ecológico que generan, por ejemplo, los proveedores o los productos y servicios a lo largo de toda su vida útil. Tomemos la industria automovilística como ejemplo. Las emisiones de un automóvil durante su vida útil son de cuatro a cinco veces más altas que las derivadas solamente de su fabricación. Limitarse a medir el nivel de emisiones durante el proceso de producción automotriz no basta para calcular la verdadera huella ecológica total de los fabricantes de automóviles.
Una vez finalizada la auditoría ACV-LP, la segunda etapa del proceso consiste en examinar más a fondo la actividad principal de cada una de las empresas identificadas en la primera etapa. En este punto nuestro objetivo es determinar qué empresas desarrollan productos y servicios que logran verdaderos avances en la reversión de la degradación del medio ambiente. Asignamos a cada empresa un valor de “pureza temática”, un indicador de concepción propia que cuantifica qué porcentaje del valor de empresa (VE), los ingresos o el EBITDA se deriva de productos y servicios medioambientales en cada compañía. Para que una empresa pueda ser incluida en la cartera, su valor de pureza debe ser de al menos el 20%.[4]
Estos filtros reducen nuestro universo de inversión a unas 400 empresas. A continuación, realizamos otro análisis para determinar qué empresas del universo cumplen los criterios definidos por los LP. Después llevamos a cabo una minuciosa investigación de cada una de las empresas para encontrar aquellas cuyas características de riesgo-rentabilidad son más atractivas. Utilizamos un sistema de calificación propio que incluye indicadores de la solidez del modelo de negocio, la calidad de la gestión, la valoración y el dinamismo operativo. El análisis ASG también se integra sistemáticamente en esta etapa.
El resultado es una cartera concentrada de aproximadamente 50 títulos –en la que cada inversión combina un atractivo perfil de riesgo-rentabilidad con un escaso impacto medioambiental.
Medición de la huella medioambiental: Límites Planetarios y Análisis del Ciclo de Vida
Fuente: Stockholm Resilience Centre, Pictet Asset Management
Pero nuestro proceso de inversión no termina ahí. Nuestro objetivo es ser propietarios activos de las empresas en las que invertimos. Para ello, ejercemos los derechos de voto a través de una plataforma de votación por delegación e interactuamos con las empresas para asegurarnos de que cuentan con la mejor estructura de gobierno corporativo posible. A nuestro juicio, esta forma de capitalismo responsable no solo mitiga los riesgos sino que también genera rentabilidades del capital sostenibles a largo plazo.
Durante mucho tiempo los inversores han reconocido la necesidad de proteger el planeta, pero también han albergado recelos sobre los sacrificios financieros que podía implicar el hacerlo. Ahora, gracias a la aparición de una próspera industria de productos medioambientales, estas preocupaciones deberían desaparecer rápidamente. Proteger el medio ambiente e invertir para obtener plusvalías han dejado de ser dos conceptos incompatibles.
Fig. 2 Interacción activa
Ejemplo de cómo hemos interactuado con una empresa de servicios públicos medioambientales con sede en el Reino Unido
Fuente: Pictet Asset Management
Tribuna de Luciano Diana, director de inversión temática ambiental de Pictet Asset Management y gestor de Pictet Global Environmental Opportunities.
Anotaciones:
[1] Utilizamos la base de datos “Economic Input-Output Life Cycle Assessment (EIO-LCA)” de la Universidad Carnegie Mellon para cuantificar el impacto medioambiental de 157 subindustrias empresariales, definidas por MSCI y S&P Global en su metodología Global Industry Classification Standard. Para más información, véase http://www.eiolca.net/ and https://www.msci.com/gics
[2] Steffen et al, Stockholm Resilience Centre, septiembre de 2009
[3] Retiramos del universo de inversión las empresas que figuran en nuestra “lista negra” –compuesta por empresas que comercializan armas controvertidas, como minas antipersona, armas químicas o municiones de racimo
[4] La cartera tiene una calificación media de pureza de al menos el 60%
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