Los estudios de Sicología del Inversionista muestran que, en un momento como el actual, los sentimientos de codicia de los inversionistas deben de estar en un punto máximo, al igual que el nivel de los índices accionarios en Estados Unidos. Investigaciones de muchos años han mostrado que en la cabeza de un inversionista se debe en este momento de estar activando una adrenalina similar a la que tiene un adicto ante el consumo de una droga sicotrópica. Es decir, muchos inversionistas se dejan llevar por la fuerte emoción que les genera invertir en un activo muy valorizado, olvidando que con cada nivel mayor que vaya alcanzando la bolsa norteamericana, la posibilidad de una valorización adicional se va volviendo más pequeña —y olvidando que rendimientos pasados no explican los rendimientos futuros—.
Pero a lo largo de muchos años se ha visto que es en momentos como el actual en el que entran mayores recursos de personas naturales a este tipo de activos valorizados. Si el inversionista siguiera la racionalidad que rige la teoría de portafolios, en este momento no solo no estaría comprando acciones en USA, sino que podría estarlas vendiendo. Pero muy pocos inversionistas deben de estar haciendo esto. Por lo menos no los inversionistas naturales, los cuales sufren mucho más de los sesgos que la sicología ha aportado al estudio de las finanzas.
En términos sencillos, lo que debe pasar por la cabeza de un inversionista de acciones estadounidenses es lo mismo que un jugador de casino que ha tenido una buena racha: ha aumentado su confianza, cree que descubrió como “ganarle a la casa”, y muy probablemente apueste más. Pero se sabe que si el jugador de casino entra en la racha negativa, su cerebro activará alguna función que le indicará que para recuperar lo perdido, debe incluso apostar mucho más fuerte. El resultado será, con casi total seguridad, que no solo no recuperará lo perdido, sino que podría terminar perdiendo una cantidad mucho mayor. Y con un remordimiento de conciencia grande, pues sacará una conclusión del tipo “sabía que esto iba a suceder”, lo cual, en la ciencia de sicología del inversionista, se conoce como el sesgo de la retrospectiva —sí, es aquel que todos tenemos, en el cual sabíamos que algo iba a suceder, pero que no hicimos nada por evitarlo. ¿Realmente sabíamos que iba a suceder con tanta certeza como lo estamos afirmando?—
El inversionista, generalmente, sigue un patrón similar al apostador del casino: habiendo ganado, decide apostar más, en vez de retirarse en el momento adecuado. Y luego, si lo toma la parte negativa del mercado, para tratar de volver al nivel que tenía anteriormente, termina tomando, incluso, mayor riesgo del que su perfil lo permite.
Pienso mucho en lo difícil que es para los asesores financieros este momento, pues muchos no saben si comprar o vender. Lo mejor es pensar con la cabeza lo más fría posible, mirar los pros y contras de cada decisión y evaluar muy bien los escenarios que se puedan presentar.
“Las opiniones aquí expuestas no reflejan necesariamente la posición de Old Mutual Skandia sobre los temas presentados, y son responsabilidad exclusiva del autor”
Columna de opinión de Manuel Felipe García Ospina.
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