Las bajas en 2011 y 2012 del Dow Jones (DJ), S&P 500 (S&P) y Nasdaq Compuesto (NASDAQ), de 17%, y 18%, en promedio, respectivamente, sin incluir a Russell 2000 (RUT) porque cayó mucho más, se entendieron como baches en la trayectoria de recuperación de la gran crisis. Alineado al proceso, el índice principal de la BMV (IPC) declinó 10% y 14% en uno y otro año. Se asume que a partir de 2014 las bajas de las bolsas se derivaron de la nueva realidad política y económica global. Así, a mediados de 2015, los índices perdieron hasta 14% en promedio (RUT, 24%) desde sus nuevos máximos. Durante 2018, Wall Street ya había dejado 10,5% en promedio en el camino, con un proceso de recuperación de DJI y S&P que se dilató por nueve meses. El IPC, que en 2015 estaba por culminar su alineación a la dinámica alcista generalizada, produjo entonces bajas de 12%; en el primer semestre de este año, perdió también 12%.
Retroceso similar al de otras ocasiones, pero…
El ajuste actual de Wall Street hasta el punto mínimo (semana del 20 al 26 de noviembre), promedia 11% (si agrupamos a RUT, que es más sensible, la media se eleva a 12,5%). El IPC, que se desligó de DJI y S&P a partir de octubre de 2016 (factor Trump), y que hacia julio de este año parecía tender a emularlos (factor electoral), se desplomó 22%. En proporción, cayó lo doble de lo que cabría esperarse.
Por su magnitud, el retroceso global se consideraría “normal”, similar a los que ha habido en este largo proceso de alza (bull market), si no fuera por diversos elementos que mencioné en la colaboración pasada y que, entremezclados con los excesos de créditos apalancados y la incertidumbre que supone el endeudamiento internacional (gobiernos, empresas, hogares), con dólar y réditos más altos (el FMI hizo sonar las alarmas), las posibilidades de “rebote” accionario no lucen inminentes como en las veces pasadas.
Un par de indicios positivos es 1) que DJI, S&P e NASDAQ, como previmos, parecieran sostenidos por las líneas de los promedios móviles (PM) de 200 y 300 días y 2) la formación técnica que dibujan a partir del 24 de octubre, parece ser alentadora. La tesis se mantiene: ahí puede estar por ahora el soporte duro.
¿Cuánto para volver a máximos?
En medio de contextos difíciles, en las ocasiones posteriores a 2009, las bolsas han tardado al menos seis meses, en una de ellas más de un año, en tornar a sus techos previos. Ahora, aun con el entorno externo más complicado, que incluye diversas emisoras de peso oscilando en zona bajista (bear market), se advierten visos de solución. Sobre todo, porque los problemas no son del tamaño ni entrañan la dificultad extrema que los de hace diez años. Si los responsables atienden como es debido los aspectos cruciales, la escalada podría conformarse entre diciembre y mayo. Desde luego, dada la reconfiguración geopolítica mundial, persiste la otra posibilidad prevista: que sobrevenga estancamiento.
¿Cuánto menos habría perdido el IPC por el mero efecto dominó?
A simple vista y con base en lo que se ha visto desde la crisis, alrededor de la mitad de su caída brusca. ¿Su recuperación irá correlacionada a la de Wall Street? Es probable, e incluso es factible que salga antes de su hundimiento excesivo (subida a 45 mil puntos) si el nuevo gobierno presenta cifras presupuestales y plan de desarrollo coherentes y el congreso evita pronunciamientos o ideas vagas y grandilocuentes. Pese a todo, aunque el riesgo de agudización de la hondonada sigue latente, la situación interna no equivale a la de 1995, cuando el índice se desbarrancó 47%, ni el contexto internacional se equipara al de 1998, 2000 o 2008, cuando se difuminó el 45%, 37% y 47% de su valor, respectivamente. Por eso, a pesar de las formas erráticas del nuevo ejecutivo, el 22% de la baja actual parece en parte desmedido.
Columna de Arturo Rueda