La irracionalidad es una parte medular del comportamiento humano que puede ser desencadenada por sentimientos extremos como el miedo. La encargada de esto es la amígdala (una de las múltiples partes que componen nuestro sistema límbico) que, ante manifestaciones externas que atenten a nuestra integridad o seguridad, tiende a sobre exagerar el estímulo, y la reacción resultante para detener la amenaza suele ser violenta y contundente. En dicha reacción no existe un proceso de análisis costo-beneficio. Solo se desea neutralizar el peligro y la búsqueda de protección suele ser la reacción más común. Nuestra parte más primitiva es la que reacciona, no nuestra parte lógica. Es por eso que no es coincidencia que las analogías animales abunden en la cultura financiera: el oso, el toro; la paloma o el águila.
Pero ¿Por qué la búsqueda de protección puede llegar a ser contraproducente en un ambiente de alto pánico? En esencia, porque, ante una alta incertidumbre, las decisiones se empiezan a tomar con el estómago, y no con la cabeza. La lógica no pinta en este proceso de toma de decisiones.
Es común ver ejemplos de lo que trato expresar usando indicadores como la bolsa de valores, sin embargo, no es tan común verlos usando tasas de interés. Intentemos abordar el problema usando esta perspectiva. Para concentrar la atención usemos como indicador el Bono Gubernamental Mexicano de 10 años (M10). En la tabla 1 podemos ver que desde el año 2001 han existido 13 episodios en donde el rendimiento del M10 ha sido negativo por 4% o más (incluyendo movimiento de tasas e intereses devengados).
En esos 13 episodios, muchas veces se han caído en momentos de pánico, por ejemplo 2009, cuando se pensaba que era “el fin del capitalismo”, o bien, en las elecciones de Trump en 2016, cuando muchos veían una guerra abierta en contra de México. La idea del “fin del mundo” tiende a volverse una idea “atractiva” ante momentos de alta incertidumbre, y el episodio actual que empezó con los rumores de la cancelación del NAICM (alrededor del 1 de octubre), no es una excepción.
Desde esta fecha hasta el 7 de diciembre (67 días), el M10 ha perdido 4,14%. Sin embargo, históricamente sigue siendo un periodo corto en comparación a otros episodios. En promedio, los episodios de pánico duran 93 días (para llegar al momento de máximo pesimismo), y 95 días en recuperarse por completo (desde el punto de máximo pesimismo hasta llegar al nivel inicial de tasas cuando empezó el pánico). En este sentido, la pérdida máxima promedio ha sido de 6,65% (Tabla 1).
Generalmente, lo que hemos visto a lo largo de los años es que, alrededor del momento de máximo pánico, la gente tiende a desinvertirse de instrumentos de largo plazo (como el M10) en busca de la seguridad (menor volatilidad) que los instrumentos de corto plazo puedan llegar a tener, en el caso de este ejemplo, venden M10 y compran CETES, y una vez que pasa el pánico regresan a la estrategia normal (venden CETES y compran M10).
En la tabla 1, podemos ver que esta estrategia nunca ha pagado bien. En cada periodo de análisis, la recuperación al mantenerse invertido en M10 es mayor a la inversión, en el mismo periodo, en CETES. De hecho, en promedio, se ha tenido una recuperación de 7,50% contra la inversión en CETES de 1,51%. Se puede ver gráficamente también. En la siguiente hoja, la gráfica 1 muestra ambas estrategias.
Mantener la inversión en M10 ha rendido 8,92% anualizado desde 2000, mientras que la inversión que busca seguridad ha rendido casi la mitad de eso (4,77%). Asimismo, tampoco sirve para atenuar el riesgo de un portafolio. Mientras que la inversión continua en M10 genera un 8,04% de riesgo, la inversión eventual en CETES reduce el riesgo ligeramente a 7,27%. Dicha reducción es muy pequeña para justificar una reducción de rendimiento de casi la mitad.
Resumiendo, en los últimos 17 años el mundo no se ha acabado, aunque el mercado de deuda lo ha dado por muerto en 13 ocasiones, y la recuperación eventualmente llega. Aprender a dominar el miedo a perder dinero en el mercado es un paso importante para poder tomar decisiones racionales y consientes. Si la estrategia de un fondo es de largo plazo, en periodos de pánico no hay razones que justifiquen una desinversión masiva para buscar seguridad, pues, cuando llegue la recuperación (e históricamente se ha demostrado que siempre llega) las pérdidas se habrán cristalizado, y la oportunidad de rehacerse de buenos rendimientos se habrá perdido.
Columna de Franklin Templeton escrita por Luis Gonzali, CFA