En una de mis columnas de hace pocos meses ya comentábamos sobre la evolución de los vehículos de inversión alternativos, también llamados “hedge funds” o fondos de cobertura. Desde la crisis del 2008, en conjunto, no han conseguido dar un valor agregado claro sobre otros instrumentos tradicionales, a pesar de la incertidumbre y la alta volatilidad de los mercados. Por eso, hacía la reflexión de si tenía sentido seguir pagando unos honorarios desorbitados (en muchos casos del 2% fijo más un 20% de los beneficios) por instrumentos que creaban poco valor añadido en este momento.
Esta última semana leía un artículo en el Wall Street Journal escrito por Bratt Arends donde hacía un análisis muy parecido, pero dando datos concretos. Quiero compartir con Ustedes algunos de sus comentarios.
Las décadas de los 70s, 80s y la última del pasado siglo vimos una proliferación clara de vehículos de inversión totalmente abiertos, sin límites para buscar oportunidades de donde colocar el dinero, y manejados por profesionales muy talentosos. Los resultados que tuvieron en esos casi 30 años fueron espectaculares. Hay que entender que en ese momento los volúmenes que manejaban eran muy inferiores a los de la actualidad, había menos competencia y los mercados eran mucho más ineficientes. Por todo ello, las oportunidades eran accesibles y fácilmente explotables. Como comentaba Arends en su artículo, dichos gestores se vendían ofreciendo altos retornos y exclusividad. Todo ello llevo a la industria a crecer desde los $300.000 millones hace 15 años a más de $2,2 billones al cierre del 2012.
Se ha querido crear una clase diferente de activos con este modelo de inversión, sin embargo, era una forma distinta de invertir en los mismos instrumentos tradicionales: acciones, bonos, monedas, futuros, materias primas etc. En muchos casos utilizaban apalancamiento para conseguir mejores retornos, e intentan aprovechar distorsiones en los mercados en beneficio de sus inversionistas. Pero a un costo muy alto para el inversionista.
Estamos en 2013, y hemos visto que los últimos años la gran mayoría de estos gestores no han conseguido rendimientos consistentes superiores a modelos de inversión tradicionales. Al contrario, los inversionistas se han visto sujetos a pagar unos costes muy altos, tener iliquidez, y en gran número de casos bastante poca transparencia. A pesar de haber estado invertido en estos vehículos por muchos años, creo que ha llegado el momento de ser más selectivo. Si bien seguirán habiendo excepciones de profesionales muy talentosos, con ideas concretas que creen un valor claro, con carácter general, en mi opinión, ha llegado el momento de desmitificar la industria.
Otro de los problemas que tiene el sector, es que hace 30 años eran pocos gestores, con un volumen bajo buscando oportunidades, y por ello las encontraban y tomaban ventaja de ellas. En este momento, estamos con más de 10.000 gestores a nivel mundial, con un volumen desorbitante bajo gestión, e intentando entrar todos en operaciones similares. Los márgenes de ganancia son menores, y están aprovechando el apalancamiento para tener retornos razonables (con ello también se incrementa el riesgo si los mercados cambian de tendencia y le encuentran al gestor con el pie cambiado). Con las reestructuraciones que hemos visto en los bancos en los últimos 24 meses, donde han puesto en la calle a un amplio número de “traders” que manejaban las posiciones de inversión internas de dichas instituciones, veremos nuevos gestores llegando al mercado, empeorando la situación.
Creo que los profesionales con talento y bien conectados, seguirán encontrando oportunidades de inversión diferenciales frente a los mercados. Pero a diferencia del pasado, los grandes retornos vendrán de gestores nuevos, con volúmenes más pequeños y que tengan unos procesos y formas de operar mucho más transparentes. Los manejadores más antiguos, en la mayor parte de los casos, no quieren tomar riesgos y alejarse de sus índices. No es fácil diferenciar los buenos del resto, y siempre habrá que estar muy encima de ellos para seguir su trayectoria. Claramente sus intereses no están totalmente alineados con los clientes: si toman grandes riesgos y ganan, ellos se llevan el 20% de lo conseguido, pero si se equivocan y pierden, los gestores siguen llevándose su 2% y, usted, cliente, toma el 100% de la perdida.
Conclusión: seguiremos invirtiendo en la industria, pero en muchos menos jugadores, en menor porcentaje que antes, y con los ojos bien abiertos.