Durante la primavera de 2007, New Century Financial Corporation, empresa estadounidense especializada en el crédito inmobiliario, declaró que ya no podía tramitar más solicitudes de préstamo inmobiliario y entró en una espiral destructiva de la que ya no saldría. Desde el mes de febrero de ese mismo año, HSBC aprobó una serie de provisiones sustanciales y se interrumpió en seco el mercado de crédito hipotecario, lo que abrió la caja de Pandora de la crisis subprime.
En unas pocas semanas, la onda expansiva llegó al continente europeo: desde el mes de agosto de 2007, BNP cerró tres fondos monetarios dinámicos. Al cabo de poco tiempo, las colas de ahorradores en las ventanillas de Northern Rock coparon los titulares de la prensa.
Una década más tarde, el Banco Popular (sexta entidad española) entró en liquidación. Presa todavía de los problemas ocasionados por la especulación inmobiliaria de la etapa previa a la crisis, la entidad española debió enfrentarse en mayo a una drástica fuga de depósitos. Al dejarse constancia de los problemas irresolubles de liquidez, el Banco Central Europeo declaró que se había llegado a una «situación de inviabilidad» por la que se activó de manera automática, tras la puesta en marcha de la Unión Bancaria Europea, la «resolución» del banco en dificultades.
En un instante, los accionistas y acreedores subordinados perdieron el 100% de su capital, mientras que los depositantes se quedaron a salvo y contaron con la garantía del Banco Santander, que compró la entidad por el precio de 1 euro.
Lejos de desatar el pánico como sucediera en 2008 o en 2011, este anuncio, seguido días después por el rescate (público en este caso) de Veneto Banca y Banca Popolare di Vicenza, dos entidades italianas en situación crítica, fue aplaudido por todos los analistas, quienes se felicitaban por esta resolución ejemplar que establece el nuevo reglamento europeo, al quedar el depositante y al erario público liberados de pagar una parte de los acreedores y los accionistas.
Tras una serie de años marcados por la adversidad normativa y la precaria coyuntura financiera, la «aplicación de la resolución» al Banco Popular sigue propiciando aún una notable revalorización en el sector bancario europeo. De esta manera, las primas de riesgo sobre la deuda sénior del sector acaban de volver a los niveles registrados a principios del año 2007, mientras que los índices sectoriales de renta variable de la banca europea experimentaron un repunte superior al 75% desde el referéndum del brexit celebrado hace un año.
Habrán sido necesarios, por tanto, 10 largos años y una grave crisis monetaria para que el Viejo Continente haya encontrado una serie de soluciones para aplacar con solvencia los vicios de su sistema bancario multinacional.
Diez años de crisis son difíciles de llevar en el día a día, pero puede que este sea el peaje que se debe pagar para construir unos cimientos bancarios sostenibles que garanticen el dinamismo de la economía europea
El visionario Oscar Wilde ya afirmaba por entonces que los «buenos propósitos son cheques de un banco donde no tenemos cuenta corriente». Apostemos por que los buenos propósitos de hoy descansen en cimientos más convincentes. Una «vuelta a la normalidad» no sería suficiente para compensar la paciencia demostrada por los accionistas y la ciudadanía. Prepararse para el futuro es más urgente que arreglar el pasado.
Didier le Menestrel, presidente y director general de La Financière de l’Echiquier