Los principales factores de inversión (tamaño, value, momentum, mínima volatilidad, calidad y alto dividendo) y su relación con diferentes entornos macroeconómicos son ya bien conocidos. Pero en los últimos años estos factores no se han comportado como se esperaba. Como ejemplo, el reciente exceso de rentabilidad del factor value apunta a un cambio más fundamental en las condiciones macroeconómicas.
Tras cinco años de débil rendimiento, el factor value ha vuelto a escena. En la última mitad de 2016, los índices value han batido a los índices estándar en un 7% en Europa y un 3% en Estados Unidos. Comprar acciones baratas con la expectativa de un incremento en sus precios a largo plazo es una estrategia establecida. Los inversores seleccionan acciones de valor buscando compañías con métricas financieras específicas, como bajo precio en libros o PER.
Estas acciones con descuento tienden a tener un mayor riesgo, a menudo con altos niveles de deuda. Con el tiempo, sin embargo, los inversores esperan ser recompensados con rentabilidades potencialmente mayores a las que lograrían al invertir en el mercado general. Este método de inversión ha sido ampliamente investigado por académicos y genera rentabilidad de forma consistente. Pero, a pesar de sus credenciales, puede experimentar largos periodos de bajo rendimiento.
Las acciones value tienden a obtener buenas rentabilidades en economías en expansión
Como este tipo de acciones tienden a ser inversiones más arriesgadas, estas compañías suelen comportarse bien en entornos económicos favorables.
Amundi ha estudiado el comportamiento relativo de diferentes factores de inversión a lo largo de los ciclos macroeconómicos. El factor value tiende a batir a otros factores en momentos de mejora del crecimiento del PIB.
El mayor rendimiento típico del índice value en comparación con un índice ponderado por capitalización de mercado es de alrededor del 1% cuando el PIB está creciendo. Por ejemplo, durante la expansión económica de mediados de 2003 hasta mediados de 2007, el índice value superó en aproximadamente un 2,5% anual a los índices blended.
El factor Value se comporta especialmente bien en los primeros estadios de una recuperación
Durante este periodo, existe una relajación de la aversión al riesgo por parte de los inversores. Las primeras etapas de una expansión suponen además una vuelta a la normalidad, esencialmente una reversión a la media. Y la inversión en acciones value es una estrategia de reversión a la media, esperándose que el precio de una acción vuelva a un precio comparable al de sus competidores.
Durante el segundo y tercer trimestres de 2003, hubo una recuperación económica tras el estallido de la burbuja tecnológica. Durante este período, los índices value superaron los índices estándar en alrededor de un 4-5%.
Del mismo modo, en la recuperación posterior a la crisis financiera, el value superó los índices estándar en el segundo y tercer trimestres de 2009. Durante este período, los índices value globales los batieron en un 4-5% mientras que los índices value europeos lo hicieron en un 10%.
Mientras que los índices value tienden a obtener mejores rentabilidades en tiempos de recuperación económica, estas serán inferiores en cerca del 1% frente a los índices estándar cuando el PIB se está contrayendo. Durante las crisis económicas, los inversores huyen de los valores de mayor riesgo a favor de valores con características más seguras.
Pero las reglas habituales no se han aplicado al value en los últimos años.
Por lo general, los factores de inversión value generan exceso de rendimiento en momentos de crecimiento económico y menores rendimientos en tiempos de contracción. Pero esto no ha ocurrido en los últimos cinco años, a pesar de que muchas regiones experimentan un crecimiento económico, aunque a niveles mucho más bajos.
Durante los últimos cinco años, esta expansión macroeconómica ha sido todo menos normal, ya que ha venido impulsada por una política monetaria ultra-flexible. Si bien esta política ha sustentado el rendimiento de los mercados de acciones, su transmisión a la economía real ha tenido menos éxito. Eso se ha reflejado en el bajo nivel de inversión empresarial.
Esta política monetaria de tipos ultra-bajos ha modificado el comportamiento inversor. A medida que los rendimientos de los bonos han caído, los inversores han recurrido a acciones de alta calidad en busca de ingresos.
Además, la recuperación económica ha sido muy frágil y su duración es incierta. Como resultado, los inversores han mantenido la aversión al riesgo, prefiriendo acciones de bajo riesgo a las de alto riesgo.
El retorno a la normalidad parece más probable
Pero en los últimos meses el estado de ánimo ha mejorado considerablemente. Un aumento del gasto fiscal parece más probable bajo la presidencia de Trump. Además, la Reserva Federal de Estados Unidos ha comenzado a elevar los tipos de interés, señalando el camino hacia un entorno macroeconómico más normalizado.
En Europa, si bien los tipos de interés siguen siendo muy bajos, el sentimiento ha mejorado en comparación con la recuperación frágil de los años recientes. Esta perspectiva económica más positiva ha alentado a los inversores a ser más optimistas sobre activos de más riesgo, con el resultado de que las acciones value han superado su a su benchmark en los últimos trimestres.
Existe una gama de productos value disponibles para los inversores
Con una perspectiva económica más positiva y que parece persistir, las estrategias de inversión value parecen atractivas. Los inversores tienen ahora un abanico de opciones de inversión value a su alcance. Pueden optar por ejemplo por un ETF eficiente en costes que haya demostrado ser muy efectivo para capturar la mayoría del exceso de rentabilidad del value. Pero también, por una solución más sofisticada aunque más cara que les permita utilizar parámetros más específicos para evitar ciertos sesgos. Por ejemplo, no todas las compañías con un bajo ratio de precio en libros van a batir al mercado; algunas son compañías mal dirigidas que nunca se recuperarán, conocidas como ‘value traps’.
Estas estrategias gestionadas más activamente también pueden evitar que el inversor tenga una exposición demasiado alta a un sector en particular, por ejemplo al financiero, donde el precio es bajo, en comparación con sectores como el de tecnología de la información donde ésta métrica no tiene tanto sentido.
Tanto los ‘value traps’ como los sesgos sectoriales estructurales pueden evitarse teniendo en cuenta una gama más amplia de métricas financieras. Y tomar diferentes estándares contables en todo el mundo puede prevenir que la cartera quede demasiado expuesta a una región o divisa en particular.
Se deben tener en cuenta coberturas con otras estrategias
Otra forma de optimizar el rendimiento potencial es bien identificar los momentos en los cuales las acciones value van a ser batidas por el mercado, o bien cubrirse contra estos periodos invirtiendo en acciones de calidad, ya que estas dos estrategias están correlacionadas negativamente. Por ejemplo, cuando los índices value obtuvieron mejores rentabilidades durante el segundo y tercer trimestre de 2003 y 2009, los valores de calidad tuvieron una rentabilidad inferior a su índice de referencia en un 5% y 13% respectivamente.
Sin embargo, las acciones de calidad proveen de una buena cobertura durante los periodos de desaceleración y recesión, ya que tienden a ser menos volátiles que las acciones value. Por ejemplo, cuando las acciones value tuvieron una rentabilidad inferior durante la crisis financiera de mediados desde 2007 hasta principios de 2009, los valores de calidad batieron al índice por un impresionante 20%.
Tanto los inversores institucionales como particulares están buscando, cada vez más, nuevas maneras de invertir en renta variable para aprovechar al máximo las primas de riesgo disponibles y limitar los impactos de la volatilidad del mercado en el valor de sus carteras.
Laure Peyranne Rovet es directora de ETF, Indexados y Smart Beta de Amundi para Iberia y Latam.