Imagina una misma idea que inspira simultáneamente a dos emprendedores, separados físicamente por 5.000 kilometros. Los principios del capitalismo sugieren que de los dos, sólo uno tendrá éxito en crear un producto para el mercado de mejor calidad y a un precio más competitivo.
Ahora supongamos que el primer emprendedor está basado en Silicon Valley y el otro en Costa Rica. En este caso, las condiciones para competir ya no son iguales. El peso de la experiencia de negocios y la capacidad del individuo ceden ante la suerte del lugar donde se encuentran ubicados geográficamente.
En comparación con sus pares de Silicon Valley, los emprendedores latinoamericanos se enfrentan a déficits de financiación significativos a la hora de buscar capital. Para los inversionistas, esto representa una amplia franja de opciones de inversión no explotada. Para los emprendedores, se trata de una desventaja competitiva. América Latina carece de una plataforma única que suplemente este vacío de financiación y tanto inversionistas como empresarios han tradicionalmente luchado para construir la masa crítica necesaria para poner en marcha proyectos exitosos. Lo que tiende a suceder es que el dinero se torna mucho más escaso una vez que las fuentes iniciales de financiamiento como la familia, los amigos e incluso los bancos locales han sido agotadas.
Los emprendedores en la región, pueden mirar uno de los puentes de financiación que ha sido uno de los pilares de la economía estadounidense: la bolsa de valores. Las diversas bolsas basadas en Nueva York y las bolsas de valores internacionales que se han desarrollado en los últimos 150 años han ayudado a emprendedores e inversionistas, proporcionando una plataforma igualitaria que facilita la obtención de capital para crecimiento. Las startups de América Latina pueden beneficiarse de este tipo de intercambio, que también permite a los inversionistas financiar proyectos que han estado sujetos a un extenso análisis, en el que fueron debidamente analizados y evaluados. Pero lograr una oferta pública inicial es casi imposible, sobre todo en los primeros años de funcionamiento de una startup.
Una plataforma exclusivamente enfocada en startups e inversionistas presenta una solución a estos problemas. Para los emprendedores en América Latina que tratan de ganar impulso, la mayor pérdida de tiempo procede de jugar los dos roles: dedicarse a levantar capital y continuar creando o mejorando sus productos. Sin una plataforma de contactos para acceder a inversionistas de capital de riesgo (VCs por sus siglas en inglés), los empresarios pueden encontrarse dedicando su tiempo completo, sólo a procurar el financiamiento de su empresa. Una «bolsa de valores para todos» es una solución elegante e igualitaria que interrumpe este modelo insular de inversión de capital de riesgo.
Existen otros obstáculos que conspiran en contra de los emprendedores latinoamericanos impidiendo que sean exitosos. Algunos de ellos son culturales, profundamente influenciados por actitudes nacionalistas. El fracaso, por otra parte, un requisito para los negocios, también puede verse como una fuente de humillación en algunos círculos en la región. Además, para muchas personas en el extremo inferior de la escala socioeconómica, las barreras de clase social pueden impedir que las mejores ideas se conviertan en realidad.
Esta es la razón por la cual una bolsa de valores para startups debe incentivar la participación de inversionistas estableciendo una barrera de entrada baja. Un mínimo de USD$100 que les permita a su vez realizar inversiones incrementales, es una cantidad razonable para inversionistas.
Desde la perspectiva de los inversionistas, el mundo de las startups internacionales puede ser nebuloso. Para aprovechar estas oportunidades, los inversores necesitan una plataforma única en la cual aplicar su juicio personal pero que cuente con una herramienta que se encargue de realizar de antemano el debido proceso, que es indispensable a la hora de hacer inversiones inteligentes. Hasta este momento, el mercado ha carecido de una plataforma de negociación que se enfoque exclusivamente en startups internacionales e inversionistas.
Los inversionistas desean un camino más claro. Ellos requieren un vehículo que les permita invertir y desinvertir como mejor les parezca, siguiendo el modelo de mercado tradicional de la bolsa de valores; es decir, un lugar donde sus inversiones aprecien en valor cuando las empresas elegidas demuestren rentabilidad. Los inversionistas también anhelan transparencia y un mercado que permita el intercambio de acciones de startups con facilidad y confianza.
Las mejores ideas y los emprendedores en América Latina merecen una oportunidad justa para navegar estas aguas. Lo único que les hace falta es un mar limpio donde lanzarse.