Algo sin precedentes está sucediendo en la economía mundial. En países enteros, la economía se está estancando, excepto en las actividades fundamentales, principalmente en el sector de la salud. La gente se ve obligada a quedarse en casa, sin trabajar o tratando de hacerlo a distancia, intentando aprovechar los recursos disponibles frente a las muchas limitaciones personales, tecnológicas y psicológicas. Esto implica caída repentina del volumen de trabajo y de la productividad, es decir, del crecimiento económico.
La incertidumbre económica ha alcanzado nuevas cotas, superando incluso los niveles del otoño de 2008. Hasta que la «curva» de la epidemia se aplane, hay razones para creer que la ansiedad y la aversión al riesgo podrían aumentar aún más.
En este sentido, la escala de las revisiones probablemente excederá lo que se vio después del colapso de Lehman Brothers. De septiembre de 2008 a marzo de 2009, la previsión de crecimiento del PIB mundial para los próximos 12 meses se redujo en 3,3 puntos porcentuales. Antes de la aparición del coronavirus, se esperaba un crecimiento mundial del orden del 3%. Ahora será negativo. Es la primera vez que esto ocurre después de 1945. La oleada de malas estadísticas económicas tanto para la actividad como para el empleo solo acaba de empezar.
Dado que muchos sectores se encuentran paralizados (restauración, turismo, transporte aéreo) y otros se ven gravemente obstaculizados por las medidas de confinamiento (producción manufacturera, comercio de bienes duraderos), es posible que el nivel del PIB disminuya un 5%, 10% o más en unas pocas semanas en varios países. Al final todo dependerá de la duración y la gravedad de las medidas de confinamiento. Después de 1945, la contracción trimestral más pronunciada del PIB real fue del -4,7% en Alemania en el primer trimestre de 2009 y del -5,3% en Francia en el segundo trimestre de 1968.
Este último ejemplo, aunque bastante antiguo, puede arrojar algo de luz sobre el impacto del parón de la economía. En mayo-junio de 1968, Francia sufrió una huelga general que acompañó al movimiento de protesta estudiantil. Como resultado, la producción se derrumbó. Una vez que el levantamiento y la huelga terminaron, se recuperó en un 8%. Es probable que el coronavirus sea más duro que los estudiantes.
Aunque el impacto tendrá proporciones históricas, debemos destacar que la respuesta tampoco tiene precedentes. En pocos días los bancos centrales han reactivado todos los instrumentos que se habían aplicado, aunque con algunos tropiezos, en el momento de la crisis financiera de 2008-2009. Hemos tenido recortes agresivos de los tipos de interés, nuevos programas de compra de activos, facilidades de liquidez, cooperación internacional para evitar la escasez de dólares y una relajación de las restricciones normativas para el sector bancario.
Los bancos centrales están ofreciendo una garantía ilimitada a los gobiernos y bancos para apoyar la economía. El objetivo es evitar la crisis crediticia mundial que se produjo en 2009. Esto es lo que puede marcar la diferencia entre una crisis muy grave, pero de corta duración, y una crisis muy grave, pero con efectos acumulativos.
Las reacciones de las autoridades fiscales son diferentes de un país a otro, aunque la línea general consiste en garantizar los préstamos a las empresas (en particular las PYME) y aumentar el gasto en prestaciones de desempleo. En resumen, el sector público está sustituyendo al sector privado, cuya actividad se ve perturbada, sin tener en cuenta lo que esto significa en términos de deuda adicional. El proceso de adopción de decisiones fiscales también es más largo que el de la política monetaria.
Por otro lado, los partidos políticos a veces pueden tener cierta influencia, como demuestra lo que ha sucedido en Estados Unidos con el plan de estímulo aprobado por el Congreso y la Casa Blanca.
La crisis económica va más allá de cualquier cuadro estándar. La modestia nos obliga a decir que nadie puede predecir lo que ocurrirá. La dirección de la economía, a corto plazo, seguirá siendo dictada por cómo se desarrolle la crisis sanitaria. Por el momento, la tendencia será bajista, pero si logramos que nuestras economías vuelvan a funcionar en unas pocas semanas -con China aparentemente marcando el camino- el rebote podría ser tan espectacular como la caída que lo precedió.
Tribuna de Bruno Cavalier, economista jefe de Oddo BHF