En las últimas semanas, Europa se ha despertado del coma inducido por la COVID-19, tras tres meses de estancamiento. Las terrazas de los bares y las oficinas de las ciudades vuelven a llenarse poco a poco, y los paseos marítimos ya cuentan con algunos veraneantes. Las bolsas también se han recuperado tras las impresionantes pérdidas de la primavera. Casi todos los activos de riesgo han recuperado al menos el 50% de sus pérdidas sufridas durante esta crisis. Mientras que los ganadores de la crisis de los sectores de tecnología y salud registraron una fuerte demanda durante el confinamiento, a partir de mediados de mayo el apetito de riesgo de los inversores se centró en los valores industriales cíclicos.
La crisis del coronavirus reforzó aún más las tendencias estructurales a largo plazo, como la digitalización, la inteligencia artificial y la sostenibilidad. Gracias al respaldo de los bancos centrales en Europa y EE.UU., los bonos high yield recibieron importantes flujos de inversión en todo el mundo. Por tanto, ¿ha vuelto todo a la normalidad? ¿O han vuelto los mercados de capitales a desvincularse de la realidad macroeconómica?
Al fin y al cabo, la sostenibilidad del repunte tras uno de los ciclos bajistas de mercado más breves hasta la fecha dependerá de si logramos ralentizar los contagios. En la mayoría de los países desarrollados, están disminuyendo. Sin embargo, sigue habiendo regiones con rebrotes, y el riesgo de una segunda ola seguirá con nosotros durante bastante tiempo.
¿Salir más fuerte de la crisis?
Por grave que haya sido el shock provocado por las medidas de confinamiento global, el crecimiento podría aumentar ahora igual de rápido. Así lo indica el fuerte repunte de los datos de inversiones en infraestructuras y consumo minorista en China. El factor decisivo de desarrollo en Europa fue la reacción de los gobiernos y los bancos centrales, que actuaron con rapidez y a gran escala. Con el plan de recuperación propuesto por la Comisión Europea, por primera vez hay posibilidades de un equilibrio basado en la solidaridad entre países con margen fiscal, como Alemania y Francia, y los que no gozan de dicho margen, como España e Italia. Europa se encuentra en una encrucijada: si logra compaginar la solidaridad con inversiones que creen valor, podría salir más fuerte de la crisis.
Aparte de la temida segunda oleada de coronavirus, hay otros riesgos que amenazan con frenar el repunte. Salvo por EE.UU., donde los rápidos planes de reasignación laboral son posibles gracias a la estructura del mercado, el desempleo podría ser más persistente de lo esperado debido a los cambios estructurales provocados por la pandemia. Si la recesión fuese más grave de lo previsto, será inevitable que más empresas entren en quiebra.
Las elecciones presidenciales estadounidenses del otoño y las negociaciones del Brexit aumentan la incertidumbre política. En EE.UU., una victoria de los demócratas supondría un fuerte aumento del impuesto de sociedades, lo que tendría un impacto directo en el beneficio por acción. Queda por ver si las valoraciones actuales reflejan debidamente dichos riesgos. ¿Cómo deberían posicionarse los inversores en este contexto?
¿Ha comenzado la gran rotación?
Si nos fijamos en la rentabilidad del mercado de renta variable y las ratios precio-beneficio, parece como si 2020 ya no se tuviese en cuenta. Cabe señalar que las acciones value han superado claramente a las acciones growth y de calidad desde mediados de mayo. ¿Ha empezado finalmente la gran rotación que muchos inversores esperaban desde hace mucho tiempo?
Esto podría deberse en parte a la gran diferencia de valoraciones entre acciones growth y value en cuanto a la ratio precio-beneficio. En concreto, los valores de tecnología informática fuertemente demandados durante la crisis del coronavirus han alcanzado máximos históricos de valoración. Sin embargo, ante los escasos indicios de aumento de la inflación y los tipos de interés, el repunte del valor podría no tener base suficiente para perdurar.
Sectores típicos value, como automóviles o telecomunicaciones, se enfrentan también a graves desafíos, con inversiones necesarias en movilidad eléctrica y la expansión de la red 5G. En este contexto, seguimos apostando por valores de los sectores de tecnología informática y salud que se benefician de las tendencias a largo plazo, valores industriales respaldados por la recuperación económica y bancos que ya se han adaptado en gran medida al entorno normativo más estricto.
En renta fija, el high yield se ha recuperado rápidamente, gracias en buena parte al respaldo de los bancos centrales y la oferta reducida (solo compensada en parte por los denominados “ángeles caídos”, anteriores bonos investment grade). Aunque positivos de medio a largo plazo, creemos que podría haber menor potencial en este segmento a corto plazo. En cambio, la deuda pública de los países periféricos y el crédito investment grade siguen ofreciendo al menos cierto potencial de rendimiento.
Divisas: Estamos convencidos de que el euro finalmente podría revalorizarse frente al dólar. Creemos que esta subida se va a ver impulsada por un diferencial de tipos de interés limitado, la profundización de los déficits cada vez mayores de EE.UU. y la solidaridad europea sin precedentes orientada hacia el crecimiento y la inversión. Por último, hay que mencionar la pandemia, actualmente más problemática en EE.UU. que en Europa.
Por tanto, hay muchos indicios de que los activos de riesgo seguirán recuperándose: el descenso de las cifras de contagio, el respaldo de los gobiernos y los bancos centrales, la menor volatilidad, la vuelta de empresas a la normalidad al final de la fase de confinamiento o los primeros indicios de recuperación económica. En cuanto las expectativas de beneficios empresariales empiecen a destacar otra vez, podremos volver a la normalidad. Pero hasta entonces, hay que ser precavidos.
Tribuna de Laurent Denize, co-CIO global de ODDO BHF Asset Management