Christine Lagarde, directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), ha sido nombrada para suceder a Mario Draghi como presidenta del Banco Central Europeo (BCE).
La fuerte implicación de Lagarde en la crisis de la deuda soberana griega desde su rol en el FMI demuestra su postura a favor de la integración europea. Aunque no tiene experiencia directa en política monetaria, Lagarde ha expresado en varias ocasiones su opinión acerca de que los tipos de interés negativos en Europa y Japón eran netamente positivos para la economía mundial. Con estos factores en mente, creemos que será una gobernadora dovish que debería ser visto como algo positivo para los inversores.
Por otra parte, la gran capacidad de comunicación de Lagarde será sin duda útil para la orientación futura del BCE, que -gracias a su predecesor- se ha convertido en una herramienta de éxito en la formulación de políticas del BCE.
Lagarde también ha expresado la necesidad de utilizar todas las herramientas políticas ante la próxima recesión, por lo que su nombramiento probablemente facilitará un mayor debate sobre el uso de la política fiscal en Europa para apoyar el crecimiento.
En cuanto a la actual orientación de la política monetaria del BCE, el banco central ha declarado que, si las cosas no mejoran, puede ser necesario un mayor estímulo. Esto podría incluir un cambio en la orientación a futuro, tipos de interés más bajos o una mayor expansión cuantitativa (QE).
El reto al que se enfrenta el BCE es si estas iniciativas políticas pueden cambiar suficientemente las perspectivas, en particular dado el reto que supone la baja inflación, y si la política más acomodaticia se considera internacionalmente como una política de «empobrecimiento del vecino» que debilita al euro.