La pregunta que con más frecuencia he recibido este año. Principalmente, de menores de 30 y mayores de 55, de algunos al borde de la jubilación y de uno que otro ya en el retiro (eso dicen). La plantean por las redes y otras vías con el dato que creen es definitorio, la edad: “Tengo 25 años ¿Cuál Afore me conviene?”
“Dime a cuál me cambio”
El trasfondo es que no saben cómo concretar su elección. Es un problema distinto del que implica la búsqueda de la “mejor Afore”, que se ubica por criterios, objetivos, evaluaciones de terceros o cifras de desempeño. La evaluada como “mejor”, en teoría, lo es para todos, con independencia de gustos, preferencias o aversiones individuales. “Conveniente” entraña un sesgo subjetivo: lo que conviene a uno puede ser inconveniente a otros.
¿Qué pretende cada quién o qué aspectos supone “convenientes”? Se diría que aluden al rendimiento, pues la mayoría elige con base en el IRN. Si así fuera, se insistiría en que la cifra es asunto del pasado, que no concuerda, necesariamente, con el propósito de estar en la que generará más. Si no es este indicador ¿Con qué parámetros identificar a la que conviene?
Habría que decidir de entre las que toman mayor riesgo. Las que tienen más renta variable, bonos de largo plazo, deuda corporativa, estructurados… Se pueden sumar los componentes o remitirse a un dato que mide el grado de riesgo de invertir en esas clases de activos: “valor en riesgo”, VAR (por cierto, de nula referencia fuera del ámbito gremial). Es parte de las cifras difundidos por Consar. La elegida estaría entre las de VAR más alto. Mayor riesgo implica más potencial de ganancia: el rendimiento puede ser más grande… pero también las pérdidas.
La “conveniencia” de asumir más riesgo
El empleado de 25 volvió a cuestionar: “¿Y por qué me conviene estar en las de más riesgo?”. Por varias motivaciones a ponderar:
- Mayores ganancias incrementan el saldo acumulado y a la larga pueden ser decisivas para recibir pensiones dignas.
- A menos edad, más riesgo cabría aceptar porque el amplio horizonte laboral permite soportar pérdidas temporales. Por eso, las reglas de los sistemas de pensiones disponen que los fondos para afiliados con largo tiempo para el retiro puedan recargarse más en instrumentos riesgosos.
- Cuanto más vida laboral restante, mayor proporción de riesgo. A menos tiempo para la jubilación, menos riesgo. Un punto destacable es que las Afores no explotan el máximo permitido, como las AFP de Chile o los gestores de fondos de fecha objetivo, target date funds, de Estados Unidos.
Así, cada trabajador podría escoger, del grupo generacional que corresponde, la que considera le conviene sumando la proporción de cada activo de alto riesgo, o con base en esa medida de sensibilidad, el VAR.
Lo que quiero es “seguridad”
Es interesante: quienes parecieron dar prioridad al rendimiento, dudaron, divagaron, lo dijeron entre dientes; quienes admitieron que su cometido es no perder, fueron categóricos: “quiero la que me dé seguridad”. Como eso no es posible, hay que matizar. Para los que no toleran pérdidas, la conveniencia sería un bajo riesgo o el menor menoscabo posible en condiciones extremas. Y cobertura cambiaria. La administradora elegida estaría entre aquellas que adquieren valores gubernamentales de corto plazo, deuda internacional, entre otros, y menores proporciones de activos riesgosos, para la Siefore del grupo generacional correspondiente. Por consiguiente, son las de bajo valor en riesgo. Estas Afores son fáciles de identificar; al menos, una de ellas.
Se presupone que los aversos al riesgo están conformes con que su fondo se rezague cuando las cosas vayan bien y los demás generen rendimientos altos, como en 2020.
Los postulados no son fijos. Las preferencias pueden cruzarse: habrá jóvenes moderados y mayores que gusten de asumir más riesgo.
“Una Afore nacional conviene más que una extranjera”
Hubo quien expuso su ubicación o la cuestión nacional (inducido por el promotor) como factor de conveniencia: “¿Cuál elijo de las que están en donde vivo?” “¿Es verdad que me conviene una Afore de origen nacional en vez de una extranjera?”.
Al explicarles, y tratar de ayudar a su elección, la mayoría se sintió frustrada porque…
- la edad o un rasgo aislado no fueran suficientes para definir conveniencias o quedaran descartados como elementos determinantes
- por tener que definirla trazando metas individuales, que consideran complejo o rechazan por fastidio
- sobre todo, porque habrían de adentrarse en la página de Consar, a ver cifras y tecnicismos desconocidos. Lo dicen resignados. Es cierto: el lenguaje de regulador y administradoras no es para trabajadores (adolece, además, de fallas de dicción, sintaxis, o elaboración defectuosa. Ya he dado ejemplos).
¿Qué nos queda para meditar? Estas preguntas de seguidores, lectores, conocidos, incluso de personal de áreas administrativas de las propias Afores, son apenas una muestra de la realidad en la que vive el grueso de los afiliados. Y eso que son planteamientos digamos no tan irreflexivos. Muchos manifiestan dudas, creencias, ideas o despropósitos francamente extremos, si cabe la expresión.
Columna de Arturo Rueda