¿Recuerdan lo que dijo el presidente Draghi en 2012? Seguro que sí. Y en aquel momento sin duda fue suficiente para combatir la especulación sobre el final del euro. Pero ahora es algo incluso más complejo. Y con esto quiero enfatizar la dificultad de la situación actual, puesto que seis años atrás hubo muchos libros, artículos y sesudos análisis que anticipaban el final de la Moneda Única Europea. Ahora el debate se centra en su sostenibilidad a medio y largo plazo al no ser una zona monetaria óptima (especialmente en términos de integración fiscal). También crece la preocupación sobre la tensión política subyacente, con el referéndum británico actuando como factor desestabilizador europeo.
Bueno, al menos siempre nos quedará el BCE. Pero ante una respuesta “tranquilizadora” de este tipo ahora también aparecen amenazas. Y no es sólo la advertencia continuada desde el presidente del Buba o del ministro de finanzas alemán sobre los límites de la política monetaria expansiva. Aquí hablamos ya de los mensajes del propio Draghi y de otros consejeros de la entidad recordando que la política monetaria no resuelve problemas estructurales de oferta. O que es fundamental que sea la política fiscal, comenzando por una mayor integración en este sentido, la que tome el testigo de la exhausta política monetaria para seguir impulsando la demanda.
Al final, la necesidad de que sea la combinación de medidas de oferta y de demanda fiscal, con una política monetaria expansiva, la que logre impulsar de forma sostenida el crecimiento económico y alejar los riesgos de deflación.
Algunas citas de Draghi: «Hay muchas razones políticas comprensibles para retrasar las reformas estructurales, pero hay pocas buenas desde el punto de vista económico. El coste del retraso en su adopción es simplemente demasiado alto». «Si otras políticas no se alinean con la monetaria, la inflación volverá a nuestro objetivo a un ritmo más lento».
Según Galhau, «la zona euro sufre de falta de confianza entre los países… urge una mejor coordinación de las reformas para mejorar la inversión pública y privada y la zona euro debería finalmente buscar una unión fiscal completa». «Mientras la inflación esté demasiado baja, como ocurre hoy, necesitamos tomar medidas. Si no actuáramos no estaríamos cumpliendo nuestro mandato y el riesgo de deflación para Europa y Alemania crecería», añade.
«La política monetaria no puede por sí sola soportar la recuperación económica. La incertidumbre está bajando la voluntad de tomar riesgos. El BCE está actuando forzadamente para contener las presiones deflacionistas que siguen siendo fuertes… los bajos niveles de tipos son la reacción apropiada a las actuales condiciones», dice Visco.
Como ven, dentro del BCE no se cuestionan tanto las medidas extremas (excepcionales) elegidas en política monetaria como su duración. Y la duración, que pasen de ser excepcionales a normales, sí se considera como un nuevo factor de riesgo e incertidumbre a futuro. En el primer caso, como potencial impulsor en el futuro de la acumulación de riesgos excesivos en las carteras y de precios insostenibles de los activos financieros. Y no financieros. Pero, también un factor de incertidumbre precisamente derivado del riesgo moral en el resto de los agentes económicos que pueden optar por no llevar a cabo ajustes y reformas necesarias ante unas condiciones financieras excesivamente laxas.
¿Entienden ahora la creciente percepción de que la política monetaria expansivas no es suficiente para superar todos nuestros problemas? Naturalmente, la historia reciente ha sido el mejor ejemplo de que las medidas monetarias excepcionales son necesarias. Pero, ocho años tras el estallido de la crisis y cuatro años empleada de forma creciente, nos dicen que probablemente la receta está incompleta. Pero, ¿conocen el diagnóstico? Aquí entra la mayor integración fiscal y política.
Columna de José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca (AEB).