Septiembre fue el mes más complicado para los mercados financieros desde marzo. La renta variable y el crédito registraron rendimientos negativos, mientras que la deuda pública evolucionó de manera solo moderadamente positiva. La falta de buenas noticias y las elevadas valoraciones fueron los principales factores que propiciaron esta evolución, con la deuda pública comportándose adecuadamente, como es de esperar, cuando los activos de riesgo atraviesan dificultades y los datos económicos / de política decepcionan. El flujo de noticias y datos fue muy poco estimulante en vista de las noticias positivas que hemos ido recibiendo desde abril. Entre la ausencia de un paquete de estímulos fiscales en Estados Unidos, una respuesta relativamente apagada al anuncio de la Reserva Federal de una nueva política monetaria y las malas noticias sobre el virus, no había mucho que celebrar.
Afortunadamente, tampoco hay mucho por lo que preocuparse, pero, dado el repunte al que hemos asistido en los precios de los activos (el S&P 500 subió un 8,9% en el tercer trimestre), era de esperar una pausa. Consideramos que la rentabilidad relativa negativa registrada recientemente por el crédito y los mercados emergentes no es más que una consolidación constructiva que puede crear un punto de entrada atractivo para incorporar riesgo. Las buenas noticias ya se han descontado. La volatilidad en los ámbitos normativo, político y de la pandemia ha aumentado, al tiempo que las valoraciones, en general, han repuntado. Dicho esto, los fundamentales siguen favoreciendo una recuperación económica, si bien más lenta con respecto a los trimestres tercero y cuarto. El empleo sigue repuntando, el comercio global y las manufacturas continúan recuperándose con fuerza y el consumo en particular mantiene la solidez, con las ventas minoristas evolucionando por encima de las cotas previas a la COVID-19 en numerosos países desarrollados.
Todo esto sugiere que nuestra posición de riesgo, moderadamente larga, es, en nuestra opinión, la mejor manera de posicionar las carteras entre datos y políticas decepcionantes (cualquier riesgo es demasiado) y las posibles sorpresas al alza en clave de política y la pandemia. Seguimos posicionados para aspirar al beneficio que nos podría brindar un rendimiento relativo positivo de los activos de renta fija de mayor riesgo y que la deuda pública de bajo riesgo tienda a una evolución lateral. Estas posiciones se adaptarán al dinamismo de los fundamentales según tengan que ver con la política monetaria y fiscal, los datos económicos, las novedades sobre las vacunas y, por supuesto, la persistente pandemia.
Aunque seguimos mostrándonos optimistas con respecto a la evolución de la economía y los diferenciales de crédito, persisten los riesgos. El aumento de las tasas de infección y los consiguientes confinamientos, más amplios y más agresivos, podrían fácilmente ralentizar las economías y dar un vuelco a nuestros puntos de vista. No pensamos que esto sea probable, pues todos los gobiernos parecen estar imponiendo confinamientos más selectivos y concretos para abordar la situación local. Mientras los problemas locales no se expandan y las tasas de hospitalización y mortalidad no aumenten demasiado, es de esperar que las economías evolucionen de manera positiva. Las vacunas siguen siendo el eje clave de una solución más amplia para que sectores de la economía como el turismo y el ocio recuperen cierta normalidad, lo cual podría permitir que los ingresos nacionales recuperaran los niveles previos a la COVID-19.
Hasta entonces, las políticas fiscal y monetaria desempeñarán un papel importante. La política fiscal estadounidense, en concreto, sigue siendo clave. La política fiscal debería endurecerse significativamente de manera pasiva el año próximo y se trata de un extremo que debe abordarse. El punto muerto de Washington no parece que vaya a resolverse antes de las elecciones. El crecimiento de los ingresos ha sido sólido y las elevadas tasas de ahorro de los hogares debería amortiguar el golpe siempre que las expectativas de un paquete de estímulos para el año próximo permanezcan intactas.
En caso de que la política fiscal se torne netamente de estímulo el año próximo (teniendo en cuenta el endurecimiento pasivo derivado de que expiren los programas existentes), es de esperar que el crecimiento continúe recuperándose. El aumento de las tasas de ahorro de los hogares en 2020 podría también impulsar el consumo en la medida en que este responda a la satisfacción de la demanda acumulada y los ingresos de los hogares sigan siendo sólidos. La claridad sobre cómo se implementará el nuevo marco de política monetaria de la Reserva Federal es crucial. Una cosa es decir que queremos que la inflación suba, pero ¿en qué medida? ¿Durante cuánto tiempo? El diablo está en los detalles.
La buena noticia es que la evolución de la situación podría traducirse en diferenciales más estrechos para las empresas y los mercados emergentes para finales de año o sin duda en 2021. Con la inflación muy por debajo de los objetivos de los bancos centrales y los riesgos económicos (crecimiento e inflación) todavía orientados a la baja, es probable que los bancos centrales mantengan un enfoque marcadamente acomodaticio en los próximos años. El descenso de la rentabilidad de la deuda pública implica carta blanca para que los gobiernos gasten más si consideran que deben hacerlo. Las compañías han podido reforzar sus balances a precios mínimos en términos históricos. Los datos económicos continúan apuntando una mejora y, en vista de los avances médicos en relación con la COVID-19, hay riesgos al alza y a la baja en torno a la pandemia. Todavía nos inclinamos por pensar que comprar en la parte baja es la estrategia adecuada.
Gráfico 1: Rendimiento de los activos desde el comienzo del año
Gráfico 2: Variaciones mensuales de divisas frente al USD
Gráfico 3: Variaciones mensuales considerables de las rentabilidades a 10 años y los diferenciales
- Perspectiva para la renta fija
La corrección de septiembre de la renta variable probablemente se veía desde hacía tiempo. Los diferenciales de crédito, aunque se ampliaron durante el mes, evolucionaron mejor que en el caso de la renta variable y sus correlaciones históricas. Dicho extremo pone de manifiesto la capacidad de la liquidez de impulsar los mercados y la confianza en las capacidades de los responsables de política y su disposición a ofrecer estímulos suficientes para mantener un crecimiento de la economía superior a la tendencia en 2021. No hay duda de que estas creencias se pondrán a prueba en los próximos meses, concretamente, después de que conozcamos quién gana las elecciones en Estados Unidos.
En vista de que las tendencias a medio plazo no han variado, nuestra perspectiva de inversión también permanece en buena parte sin cambios. Mantenemos un cauto optimismo dados los buenos datos económicos (aunque el ritmo de cambio se esté ralentizando) y porque sí creemos que llegarán más estímulos de política monetaria, bien vía aclaración de las repercusiones de la nueva estrategia de política monetaria de la Reserva Federal, bien mediante una expansión cuantitativa mayor. Es de esperar que, en la mayoría de las hipótesis, lleguen nuevas medidas sustanciales de apoyo fiscal tras las elecciones de noviembre.
De hecho, las observaciones del presidente Powell, presidente de la Reserva Federal, a principios de octubre indican que el banco central respalda que se adopten nuevas medidas fiscales, pues considera que los riesgos que implica hacer demasiado poco son mayores que los de la situación contraria. El enorme impacto sectorial, que posiblemente dure largo tiempo, de la pandemia sobre la economía es otro argumento de peso para que se tomen más medidas fiscales. Sin embargo, las valoraciones de la mayoría de los ámbitos de la renta fija ya no se encuentran por debajo de sus niveles razonables, según nuestra estimación, ni siquiera con la corrección de septiembre; esta situación se traduce tan solo en una posición moderadamente larga en activos de renta fija de mayor riesgo.
Persisten considerables riesgos a la baja. El crecimiento económico sigue muy por debajo de su potencial, concretamente, en el sector de servicios. La demanda acumulada se está desvaneciendo, así como el respaldo fiscal. Numerosos países se están enfrentando a tasas de infección de COVID-19 cada vez mayores, tanto en términos localizados como en general, que se traducen en confinamientos y restricciones locales que pesan sobre el crecimiento. No podemos olvidar los riesgos geopolíticos que no se disiparán: las tensiones entre Estados Unidos y China, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, las tensiones entre Rusia y Europa y, por último, pero no por ello menos importante, las elecciones estadounidenses. Al mismo tiempo, prosiguen los avances hacia el desarrollo de posibles vacunas contra la COVID-19, lo cual podría llevar a una resolución más sostenida de la pandemia.
La reacción del mercado al anuncio de la Reserva Federal de una nueva estrategia de política monetaria y un marco objetivo fue, cuando menos, indiferente, en parte, porque no se trataba de nada nuevo. El presidente Powell ya había expuesto esos puntos, en esencia, en su discurso de Jackson Hole. Por tanto, dado que apenas se añadieron detalles en septiembre, el mercado se mostró indiferente. No hay duda de que ha cambiado la postura de la Reserva Federal sobre el modo en que variará los tipos de interés en respuesta al dinamismo de la situación económica (por ejemplo, el crecimiento, el desempleo y la inflación). Sin embargo, la pregunta es: ¿en qué medida? ¿Será un cambio moderado? ¿Será un cambio drástico?
La realidad es que la Reserva Federal no ha dado a conocer más datos y el lenguaje empleado es ambiguo. Además, el hecho de que hubiera disidentes y quizá más factores que desconozcamos sugieren que la Reserva Federal podría no haber tomado una decisión sobre los pormenores de su nuevo marco. Necesitamos más información. Lo que sin duda es cierto es que la Reserva Federal no cree que la economía esté fuera de peligro. La política fiscal sería la primera herramienta de política que desplegar (las observaciones del presidente Powell respaldan esta idea), si bien el banco central será el responsable político de último recurso si la economía no evoluciona según las expectativas y la política fiscal no sale al rescate. La situación de la Reserva Federal puede trasladarse también a la mayor parte de los demás bancos centrales. Los riesgos apuntan hacia una mayor flexibilización global en un intento por cumplir los mandatos de inflación y empleo. De manera similar, los datos económicos han sido mejores de lo esperado, pero las economías siguen funcionando tan por debajo de la normalidad que la mejora de los datos plantea una exigua amenaza para el sesgo acomodaticio.
Por tanto, percibimos un riesgo escaso de que las rentabilidades de la deuda pública suban significativamente a corto plazo. Creemos que los recientes aumentos de las rentabilidades han sido de una naturaleza más técnica o han tenido que ver con el giro en las probabilidades de victoria de cada uno de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Sin embargo, también parece improbable que sigan descendiendo los rendimientos, pues la mayoría de los bancos centrales ya han reducido los tipos de interés hasta el máximo en que se sienten cómodos. No obstante, podrían sucederse nuevas rebajas y otras medidas de política innovadoras si la situación empeora, por lo que todavía tiene sentido, en nuestra opinión, mantener deuda pública de calidad como cobertura frente a nuevos embates de tensión, aunque se trate de una situación en absoluto normal.
La percepción de que es probable que la Reserva Federal aplique una política monetaria excepcionalmente laxa con respecto a otros bancos centrales ha provocado un abaratamiento del dólar. Sin embargo, el aumento de la aversión al riesgo global en septiembre provocó que el dólar se recuperara en parte. Si bien seguimos mostrándonos moderadamente bajistas más a largo plazo en torno a dicha divisa, no creemos que haya suficiente certidumbre sobre la evolución económica relativa y el resultado de las presidenciales como para confiar en gran medida en que el dólar vaya a caer notablemente a corto plazo. Las monedas de mercados emergentes siguen a la zaga, pues el crecimiento de estos mercados es inferior al de las economías de mercados desarrollados. Hasta que esta dinámica cambie, resulta prematuro mostrarse demasiado optimistas sobre las monedas de mercados emergentes salvo en situaciones específicas.
Pensamos que el crédito corporativo, en particular el grado de inversión, también sigue contando con un muy buen respaldo de las medidas tomadas por los bancos centrales, concretamente, los programas de compras. Sin embargo, esta buena noticia se refleja cada vez más en los precios, pues los diferenciales de crédito se encuentran en sus promedios a largo plazo o por debajo de ellos a pesar de la perspectiva económica todavía complicada. El high yield también ofrece oportunidades razonables. La reciente ampliación de los diferenciales en septiembre ha mejorado su atractivo relativo. Si bien mantenemos una posición larga, venderemos cuando se produzcan alzas significativas, fijándonos al mismo tiempo en retrocesos sustanciales que pudieran darse en los diferenciales para ampliar las posiciones.
Los mercados emergentes siguen siendo una fuente atractiva para la posibilidad de mejorar la rentabilidad. La laxitud monetaria de los países desarrollados sigue siendo un factor muy positivo para esta clase de activos. Sin embargo, persisten riesgos macroeconómicos considerables, pues numerosas economías emergentes no están rindiendo mejor que sus homólogos de la esfera desarrollada. Las valoraciones también han subido, por lo que, si bien percibimos oportunidades en situaciones y países específicos, nos mostramos cautos hacia una exposición generalizada a esta clase de activos. Las oportunidades idiosincráticas siguen siendo la clave.
Los productos titulizados de alta calidad siguen rindiendo adecuadamente de forma silenciosa, ofreciendo el que consideramos un potencial alcista limitado, en vista de las bajas rentabilidades y el bajo riesgo de refinanciación, pero también un potencial a la baja asimismo limitado, en vista del respaldo de los bancos centrales. La perspectiva de baja volatilidad implica que esta clase de activos sigue siendo atractiva para las carteras, incluso aunque ello implique un menor nivel de rendimiento esperado. Existen oportunidades para obtener rentabilidades más altas en productos titulizados de menor calificación, cuyos diferenciales han cedido en menor medida, pero cuyos riesgos fundamentales son mayores. En general, los impagos han sido mucho menores de lo que se temía en un primer momento.
- Tipos y monedas de mercados desarrollados
Análisis mensual
En septiembre, los mercados viraron a un enfoque de aversión al riesgo al registrar varios embates de volatilidad con motivo de las próximas presidenciales en Estados Unidos, el coronavirus y otros acontecimientos geopolíticos. Diversos bancos centrales de mercados desarrollados se reunieron a lo largo del mes y actualizaron a los mercados sobre qué esperar para el resto de este año en términos de datos económicos y política monetaria. La recuperación económica global pareció estancarse al expirar o agotarse las medidas de algunos paquetes de estímulo. La rentabilidad de la deuda pública a 10 años en los diferentes mercados desarrollados cayó, salvo en el caso de Estados Unidos, cuyos rendimientos permanecieron en gran medida sin cambios durante el mes.
Perspectiva
De cara al último trimestre de 2020, continuamos previendo que la política monetaria seguirá siendo acomodaticia y que los activos de riesgo gozarán de buenos soportes en los diferentes mercados desarrollados. A corto plazo, las elecciones estadounidenses y la tendencia al alza de los casos de coronavirus podrían causar que prosiga la volatilidad en los mercados financieros. Por otra parte, debe alcanzarse un acuerdo para la salida del Reino Unido de la Unión Europea para mediados de octubre si se pretende culminar el proceso para finales de año. Aunque unos datos económicos mejores de lo esperado también impulsarían las rentabilidades al alza, es probable que eso se produzca principalmente si aumentan las primas de riesgo de los tipos de interés, más que por la expectativa de que los bancos centrales eleven el precio del dinero. Prevemos que el dólar continuará debilitándose en los próximos meses frente a otras monedas del G-10 dado el carácter acomodaticio de las políticas financiera y monetaria.
- Tipos y monedas de mercados emergentes
Análisis mensual
Las rentabilidades globales cedieron en septiembre: los rendimientos del Tesoro estadounidense a 10 años cayeron 2 puntos básicos (pb), al 0,68% y la curva de rentabilidades se aplanó en un entorno de aversión al riesgo. Septiembre fue el primer mes desde la primavera en que la aversión al riesgo dictó la evolución de los precios. Los datos económicos perdieron parte del dinamismo forjado durante el verano al avivar el aumento de las infecciones los temores a mayores restricciones y su consecuente daño económico. Esta evolución sometió a presión a los activos de riesgo e impulsó el USD al alza, creando un entorno desfavorable para los mercados emergentes. En cuanto al conjunto de los mercados, Venezuela, Surinam, Rumanía y Georgia fueron los que mejor rindieron en septiembre, si bien Venezuela y Surinam permanecen sumidos en territorio marcadamente negativo desde comienzos de año. Por su parte, los bonos de Sri Lanka, Argentina, El Salvador y Ecuador fueron los que peor evolucionaron. Por sectores, las compañías papeleras, de transporte y diversificadas lideraron el mercado, mientras que las de petróleo y gas, consumo y metales y minería quedaron a la zaga.
Perspectiva
Mantenemos un cauto optimismo en torno a la deuda de mercados emergentes de cara al corto plazo por el persistente carácter acomodaticio de las políticas monetaria y fiscal a escala global. Que persista el repunte del crecimiento de China, en la medida en que se extienda a la economía global, también debería brindar un impulso adicional a los activos de riesgo, así como los posibles avances hacia tratamientos y vacunas contra la COVID-19. Por otra parte, nuestro relativo optimismo acerca de los activos de mercados emergentes a corto plazo se ve moderado por unas valoraciones menos atractivas, el aumento de la volatilidad ante las presidenciales estadounidenses y algunos reveses en la lucha contra la pandemia, tal y como evidencian las cifras de Europa y los confinamientos más estrictos impuestos en diversos países (aunque creemos que es improbable un regreso a confinamientos integrales).
- Crédito
Análisis mensual
Los diferenciales se ampliaron en el mes. El factor impulsor clave de esta evolución fue el menor momentum positivo de los fundamentales y la abultada oferta tras el verano. Las mejoras de los datos económicos comenzaron a ralentizarse (y, en algunos casos, no alcanzaron las expectativas), no se desplegaron nuevos programas de respaldo monetario o fiscal, al contrario de lo que se preveía (en particular, se esperaba otro paquete fiscal en Estados Unidos) y las noticias sobre el coronavirus se centraron en el agravamiento de la segunda oleada sin noticias definitivas sobre una vacuna, todo ello combinado con las dudas acerca del resultado de las elecciones estadounidenses.
Perspectivas de mercado
De cara al futuro, creemos que la corrección de septiembre es una rotación adecuada del riesgo durante un periodo de oferta abundante. Nuestra hipótesis de referencia refleja la visión de consenso de que el coronavirus es una situación coyuntural y que la política monetaria es proclive al riesgo de crédito, lo cual podría estrechar los diferenciales a medio plazo, hasta un punto próximo a la media a largo plazo, lo cual podría ofrecer a los inversores carry, pero plusvalías limitadas.
- Productos titulizados
Análisis mensual
Septiembre continuó la tendencia del tercer trimestre, en que los rendimientos de los bonos de titulización hipotecaria de agencia fueron mediocres, mientras que los diferenciales de crédito de los activos titulizados siguieron estrechándose. Los bonos de titulización hipotecaria de agencia se debilitaron ligeramente en septiembre y, en esencia, no registraron cambios en el tercer trimestre, respaldados por la continuada compra de estos activos por la Reserva Federal y restringidos por el riesgo de amortización anticipada. En función del sector y la calificación, los diferenciales de los bonos de titulización de activos estadounidenses no registraron cambios o se estrecharon en septiembre. Los diferenciales de los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles residenciales europeos en general no variaron en septiembre, pero casi han recuperado los niveles previos a la COVID-19. Los bonos de titulización de aeronaves, los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles residenciales con préstamos fallidos y los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles comerciales respaldados por hoteles y centros comerciales siguen rindiendo peor que los bonos de titulización de vehículos y tarjetas de crédito y los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles comerciales con alquiler unifamiliar.
Perspectiva
Los bonos de titulización hipotecaria de agencia parecen razonables en las valoraciones actuales y es de esperar que sigan contando con el respaldo de las compras de la Reserva Federal. Nos decantamos especialmente por valores to-be-announced (TBA) con cupones inferiores a 30 años (2% y 2,5%), pues ofrecen valor adicional debido a las compras de la Reserva Federal y las inquietudes acerca de su amortización anticipada son menos pronunciadas. Prevemos que el mercado estadounidense de la vivienda permanezca estable y que los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles residenciales no de agencia sigan evolucionando relativamente bien desde una perspectiva de crédito en el cuarto trimestre. Los estímulos monetarios y fiscales adicionales siguen contribuyendo a la situación y resultan muy positivos para numerosos activos titulizados.
Columna de Jim Caron, portfolio manager y miembro senior del equipo de Renta Fija Global de Morgan Stanley Investment Management.
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