Para cualquiera que esté de vacaciones, los platos de marisco de muchos de los restaurantes tienen un atractivo especial. Sin embargo, las empresas no sólo confían en el marisco para alimentar a locales y turistas, sino que también lo utilizan para la limpieza del agua.
Las ostras actúan de forma eficaz como cribas en el agua donde hay demasiado nitrógeno, como en Cape Cod (ciudad costera de EE.UU.), donde un nivel excesivo del mismo podría provocar un crecimiento desenfrenado de algas. Las conchas de las ostras, a medida que crecen, van incorporando el nitrógeno en su caparazón, sacándolo al agua y evitando así la proliferación de algas dañinas.
Es un ejemplo del fenómeno singular de que los moluscos funcionan como un filtro natural, y que nunca se interrumpen. Y es que las ostras pueden filtrar hasta 200 litros de agua al día. El simple mejillón, por su parte, actúa como una aspiradora en el mar, absorbiendo microplásticos, pesticidas y otros contaminantes. Donde el hombre ha provocado un impacto en la contaminación, el mundo ha contraatacado.
Pero los moluscos de todo el mundo se están viendo amenazados por el aumento de temperaturas y la sobrepesca, que están destruyendo arrecifes. Ha llegado el momento de valorar el trabajo que, en silencio, se desarrolla en nuestros mares, así como de asegurar que pueda seguir realizándose como hasta ahora en el futuro.
Un fenómeno natural
El hecho de que el mundo natural pueda aportar tantas soluciones a nuestros problemas es una maravilla continuada. Precisamente, uno de los fenómenos es la capacidad que tienen los moluscos de actuar como limpiadores naturales enclavados en las rocas que rodean el agua.
En lo que concierte a las ostras, estas criaturas filtran el agua a través de sus branquias, eliminando durante el proceso los contaminantes a la vez que absorben los nutrientes y hacen crecer su concha. Absorben el exceso de dióxido de carbono, el nitrógeno de los fertilizantes y el fósforo. De esta forma, el agua queda más limpia para el resto de vida marina. El antes y el después de una ostra en agua contaminada produce un efecto sorprendente: se han utilizado secuencias de imágenes para demostrar cómo lo desempañan y aportan claridad al agua que les rodea.
Las almejas, por su parte, son capaces de filtrar 20 litros de agua al día, lo que permite una entrada mayor de luz solar, fomenta el crecimiento de las algas marinas y aumenta los niveles de oxígeno. El mejillón ha sido acuñado el “aspirador” del mar, ya que absorbe el fitoplancton para alimentarse, así como los contaminantes, llegando a filtrar 25 litros de agua en un día. Son a menudo comparados con canarios en una mina de carbón, ya que su salud determina una mejor condición del agua en la que se encuentran.
Investigadores de la Universidad de Stanford ilustraron el poder de las propiedades de limpieza introduciendo mejillones flotantes de California y almejas asiáticas en un tanque de aguas residuales. Tres días después, se había eliminado cerca del 80% de los contaminantes del agua.
Cómo ayudan
El efecto que los mariscos tienen en el medio ambiente local lleva siendo observado desde hace algunos años y, en Cape Cod, han formado parte de un plan para reducir el nitrógeno en las vías fluviales.
En Polonia se ha construido un sistema para comprobar la calidad del agua a través de ocho almejas con unos activadores adheridos a sus conchas. Cuando el agua se vuelve demasiado tóxica, estas se cierran, haciendo sonar las alarmas y permitiendo así cerrar el sistema de agua.
Y en la región de Salmon Bay, en el estrecho de Puget de la costa noroeste de EE. UU., los científicos instalaron unas jaulas de mejillones en el agua para filtrar los contaminantes, vigilando al mismo tiempo la salud del ecosistema local.
Los investigadores también han experimentado con mejillones en el río Bronx de Nueva York para ver si son lo suficiente resistentes como para abrirlos a otras aguas contaminadas, hasta ahí llega el nivel del efecto de su limpieza.
Los problemas persisten
El agua del mundo está en riesgo y los mosluscos están amenazados. El número de arrecifes de ostras ha caído en picado y se han clasificado como uno de los hábitats marinos más amenazados del mundo.
Uno de los problemas principales es el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, como resultado de un crecimiento de las emisiones de carbono. Esto, a su vez, se disuelve en los océanos provocando que el agua se torne más ácida, dificultando cada vez más la producción de mariscos. Investigadores que trataban de encontrar la causa del descenso del número de vieiras, almejas y ostras en la costa oriental, concluyeron que el motivo era el calentamiento global, y no la sobrepesca. El resultado de esta escasez puede verse en el aumento del precio de los mariscos, al tener que abastecerse de otros lugares, normalmente de ultramar.
Nuestro próximo movimiento
A pesar del desconocimiento, las criaturas estáticas con caparazón y unidas a las rocas de nuestros océanos están ofreciendo una ayuda incalculable. Las ostras, las almejas y los mejillones nos alimentan, pero también limpian el agua que los rodea. Son los riñones de mar, filtran las impurezas del agua en la que habitan. En un mundo en el que nos esforzamos por alcanzar el net zero, están contribuyendo activamente eliminando las toxinas del mar, a pesar de ser atacadas por el aumento de los niveles de dióxido de carbono.
No está todo perdido: han surgido iniciativas como un plan para devolver millones de ostras a la zona de Solent, entre Inglaterra y la isla de Wight. También se ha iniciado un proyecto de restauración de ostras en la bahía Chesapeake, entre Maryland y Virginia.
Los mariscos son una presencia silenciosa y poco imponente en nuestros océanos, pero aportan ventajas incalculables. Forman parte del capital natural que permite la prosperidad de los océanos. Y ahora depende de nosotros garantizar que este órgano latiente pueda prevalecer durante próximas generaciones.