En los últimos años, el rendimiento en deuda emergente se ha visto impulsado por la liquidez y la calidad. Los desequilibrios estructurales se han acentuado por la crisis sanitaria y sus consecuencias para la economía mundial, subrayando la relevancia de estos dos aspectos en nuestras estrategias de inversión en estos mercados.
Ante este “backdrop”, las estrategias que invierten en todas las tipologías de activos de renta fija emergente (bonos, soberanos, moneda local y dólar) cuentan con una ventaja diferencial. Nuestra respuesta al impacto inmediato del COVID-19 y sus repercusiones a largo plazo está relacionada con cuatro aspectos clave: el aumento de la liquidez, la atención a los activos de calidad, los sesgos regionales y una duración superior al punto de referencia.
La liquidez nos permite ser muy ágiles
Antes de tomar cualquier decisión de inversión en relación con la deuda de mercados emergentes, especialmente en este nuevo entorno, hay que valorar la liquidez, ya que determina el enfoque de la inversión y el proceso de selección de activos. El objetivo es lograr la armonía entre la liquidez del vehículo de inversión y la de sus valores subyacentes.
Uno de los principales riesgos para los bonos denominados en dólar y euro, incluso antes de la crisis del COVID-19, son las condiciones de liquidez. Nosotros hemos modificado significativamente nuestro enfoque hacia las áreas con mayor liquidez del universo de inversión, tanto en divisas fuertes (euro y dólar) como en moneda local. Asimismo, nuestra búsqueda de liquidez significa que el 75% de la cartera está posicionada en bonos con un nocional mínimo de 500 millones de dólares (o equivalente) y alrededor de la mitad de estos tienen un nocional de 2.000 millones de dólares o más.
La búsqueda de liquidez también significa que la exposición a la deuda en moneda local es fundamental, ya que este segmento del mercado representa más del 80% de toda la deuda emergente. La exposición en moneda local representa ahora alrededor del 45% del fondo.
Centrados en la calidad
La incertidumbre de los próximos años justifica una mayor exposición a activos de mayor calidad.
Actualmente, el crédito investment grade constituye el 63% de la cartera, con un aumento de la calificación media de BBB, comparado con el 37% de los bonos de high yield. La brecha entre ambos se ha ampliado considerablemente. Por ejemplo, el diferencial medio del crédito soberano de high yield es ahora 4,2 veces mayor que el del investment grade y su alcance podría durar mucho más de lo esperado. En el caso de empresas en mercados emergentes, esta diferencia es solo de 2,5 veces, lo que es indicativo de la calidad media superior subyacente con respecto al soberano.
Las oportunidades en Asia van en aumento
La pandemia ha puesto de relieve a Asia de manera positiva: creemos que la región está mejor posicionada para capear la desaceleración del crecimiento mundial. Como resultado, nuestra asignación a la región se ha duplicado a alrededor del 30%.
Gran parte de esta inversión se ha centrado en China. El crecimiento del PIB del 4,9% registrado en el país en el tercer trimestre refleja que la pandemia está acelerando el ritmo al que su economía está alcanzando la velocidad de la de Estados Unidos. Creemos que es probable que este aumento de la actividad económica tenga un impacto positivo en toda la región asiática.
Asimismo, el gigante asiático se ha ido beneficiando de su inclusión en una serie de índices mundiales clave; el último de ellos, el FTSE Russell World Government Bond Index. Esto aumentará la demanda de la renta fija de China, que ofrece un rendimiento nominal y real más alto que los equivalentes de EE.UU., así como el potencial de apreciación de la moneda. Durante la pandemia, el Banco Popular de China adoptó medidas de estímulo que implicaron la provisión de liquidez, pero dejó la política monetaria prácticamente intacta, lo que significa que los tipos de interés reales se han mantenido a un nivel más alto.
El riesgo de duración ha cambiado estructuralmente
Las preferencias de los inversores en cuanto a crédito y vencimiento han cambiado por la búsqueda de rendimiento y calidad. En este entorno de mayor intervención en el mercado y bajos niveles de inflación, se justifica una mayor duración, y actualmente estamos posicionados alrededor de 7 años.
Desde Mirabaud, estamos invirtiendo en bonos de calidad en países con balances sólidos y en empresas con modelos de negocio resistentes que pueden soportar un entorno económico prolongado y débil. Esta estrategia posiciona a nuestro fondo Global Emerging Market Bond para mitigar la volatilidad que pueda surgir en los próximos meses. Además, al estar enfocados en la calidad y la liquidez, tenemos capacidad para reaccionar de forma inmediata ante cualquier cambio en la dinámica del mercado.
En 2021, habrá grandes oportunidades para la deuda de mercados emergentes, que prevemos se verá impulsada por la reducción de los diferenciales de crédito y la debilidad del dólar estadounidense. Creemos que nuestro fondo se encuentra en una posición sólida de cara a este nuevo año.
Tribuna de Daniel Moreno, gestor principal de los fondos de deuda emergente en Mirabaud Asset Management