Las medidas tomadas para frenar la pandemia de coronavirus han supuesto el cierre de áreas enteras de la economía mundial y propiciado la mayor recesión en varias generaciones.
Los temores de los inversores sobre la duración y profundidad de esta crisis económica han conducido a la mayor caída de los mercados de renta variable desde la crisis financiera global. Aunque se ha debatido mucho sobre qué tipo de recuperación cabe esperar (en forma de U, de V o de W), creemos que puede pasarse por alto una pregunta importante: ¿Qué características tendrá la recuperación?
Esta crisis ha puesto de relieve lo interconectadas que están nuestras perspectivas económicas, no solo con nuestra salud, sino también con la de los animales y el entorno en el que vivimos. También ha subrayado varios de los retos más importantes que deberá superar la sociedad global.
De igual modo que las autoridades se plantean cómo podemos ayudar a fortalecer nuestra sociedad, consideramos importante que los inversores se planteen cómo las empresas pueden dar forma al futuro. Las que proporcionen soluciones a los retos globales más apremiantes no solo tendrán un impacto positivo, sino que también triunfarán a nivel financiero.
Una oportunidad para replantearnos prioridades
La volatilidad de los mercados, como la presenciada a comienzos de 2020, incita a los inversores al cortoplacismo. No obstante, existen motivos para creer que algunos de los retos a los que nos enfrentamos hoy en día podrían llevar a muchos a recalibrar sus horizontes de inversión.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definidos por Naciones Unidas, que codifican los desafíos medioambientales y sociales más apremiantes, proporcionan un marco para determinar qué aspectos deberían tener prioridad en las agendas políticas, sociales y económicas a largo plazo.
El sector sanitario es un ejemplo obvio de que superar estos retos presentará sin duda alguna oportunidades de inversión a largo plazo. Antes de la pandemia, el envejecimiento de la población ya ejercía presión al alza sobre los costes de la atención sanitaria. Para lograr el ODS 3 —garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades— será necesaria una inversión significativa.
De igual modo, es cada vez más indefendible demorar la adopción de medidas urgentes para combatir las causas y consecuencias del cambio climático: el ODS 13. Afortunadamente, las soluciones —como la construcción de edificios más eficientes, la reducción del despilfarro alimentario y la transición a una economía circular— son técnicamente factibles y presentan enormes oportunidades a aquellas empresas capaces de abordar con éxito este reto global.
Hacerlo requiere atención y voluntad. En nuestra opinión, es posible que la lucha contra el coronavirus y sus repercusiones acelere la adopción de medidas para abordar algunos de estos problemas a largo plazo.
¿Una recuperación transformativa?
El cierre de la economía global podría tener consecuencias positivas duraderas para el planeta. Nos hemos visto obligados a vivir de con una menor huella de carbono, por ejemplo trabajando desde nuestras casas en lugar de desplazándonos al trabajo, y comiendo productos más locales allí donde las cadenas de suministro globales se han visto trastornadas. El atractivo de un aire más limpio es evidente para todos.
Otra posibilidad es que los gobiernos ejerzan presión para reconstruir una economía más limpia y más verde. Por primera vez desde la crisis financiera global, estamos viendo un fuerte aumento del gasto público en todo el mundo desarrollado. Dado el imperativo global para abordar el cambio climático, sería difícil creer que el estímulo gubernamental no se oriente en cierta medida al fomento de la sostenibilidad, sobre todo en Europa.
Además de su potencial para catalizar la transición a una economía de bajas emisiones de carbono, pensamos que también tratará de remediar los retos sociales que, en muchos casos, se verán exacerbados por la pandemia. El cierre de la economía, que creará más pobreza, ha revelado lo precario que puede ser el empleo en la economía moderna. Es posible que el COVID-19 suscite un mayor entusiasmo público para abordar los desafíos sociales e invertir para solucionarlos.
Vientos de cola a largo plazo
Para quienes invierten en compañías posicionadas para ayudar a resolver los mayores retos mundiales, el desplome bursátil ha creado en nuestra opinión, puntos de entrada atractivos para inversiones a largo plazo.
No obstante, creemos que las oportunidades no están confinadas a la renta variable. Tanto gobiernos como empresas están emitiendo más bonos para financiar proyectos dirigidos específicamente a abordar cuestiones sociales o de sostenibilidad. En abril, el Banco Interamericano de Desarrollo (un organismo supranacional) emitió un bono de 2000 millones de dólares para respaldar a países latinoamericanos y caribeños en su lucha contra el coronavirus.
Aunque la pandemia está teniendo ciertas consecuencias imprevistas —como el mayor uso de plásticos desechables y de coches privados—, estas son a corto plazo. Incluso ahora que los precios globales del crudo han caído hasta su menor nivel en dos décadas, fuentes de energía renovables como la eólica y la fotovoltaica son competitivas con el gas y el petróleo en términos de coste, incluso sin subsidios.
La presión regulatoria también parece estar impulsando con fuerza a las empresas que juegan un papel positivo en la sociedad. La legislación de la Unión Europea, por ejemplo, exige a las grandes compañías que revelen cómo gestionan ciertos retos sociales y medioambientales. A nivel global, las empresas socialmente irresponsables tienen menos lugares en los que esconderse.
Por supuesto, la prioridad inmediata de la sociedad es combatir la pandemia y mitigar sus efectos, entre ellos la pobreza y el paro. Pero una vez la economía global vuelva a una senda de crecimiento, confiamos en que será posible galvanizar soluciones para los retos a largo plazo a los que se enfrenta a el mundo. Los inversores pueden jugar un papel clave como catalizadores de este proceso.
Columna de opinión de Maria Municchi y Randeep Somel, gestores en M&G Investments
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