En las últimas semanas, diversos datos de inflación han tomado al mercado por sorpresa. Sin embargo, no sorprendieron a las personas que compran alimentos, pagan facturas de suministros o abonan una renta. Los precios de las materias primas se han disparado y han superado a los precios de las acciones desde comienzos de año, si bien lo más grave para los hogares ha sido el coste de los artículos que necesitan, como huevos, leche, electricidad o vivienda, cuyos precios no revelan una trayectoria típica de deflación.
Los activos financieros, incluidas las letras del Tesoro estadounidense y los bonos soberanos, representan probabilidades ponderadas acerca de la evolución (del flujo de efectivo) en el futuro. Cuando la información nueva sobre esas probabilidades cambia, los precios de los activos se ajustan. Cuando la volatilidad de los precios financieros es elevada, esto quiere decir que el mercado corrige supuestos erróneos y denota una mayor incertidumbre.
En los últimos meses de 2023, los inversores siguieron las indicaciones de los bancos centrales. Comenzaron a descontar que la inflación cedería hasta los niveles deseados, lo cual se traduciría en una moderación de la política monetaria y unas curvas de tipos de la deuda soberana más suavizadas. Sin lugar a dudas, se trataba de suposiciones muy aventuradas.
Como saben los lectores de Strategist Corner y los clientes de MFS, ese no era nuestro escenario central. Nuestros analistas escuchaban de los equipos directivos de las empresas que persistía la escasez de mano de obra. Preveíamos que este extremo mantendría elevada la demanda agregada y restringiría el tipo de moderación de la política monetaria que el mercado deseaba. ¿Y ahora qué?
En la edición de Strategist Corner del 16 de abril de 2024, describíamos lo que pensamos que constituye un cambio de paradigma. Nuestro mundo está pasando de unos tipos de interés reducidos artificialmente y una fabricación barata a algo diferente. Un mundo con mayores necesidades de capital, en particular, bienes de equipo y mano de obra, impedirá que se retorne a niveles de inflación inusualmente bajos y a unos tipos reducidos.
Una pandemia, diversas guerras y el aumento de las tensiones geopolíticas han puesto al descubierto los riesgos de la externalización y unas cadenas de suministro tensionadas. La globalización no está desapareciendo, sino reorientándose debido a los riesgos de no disponer de bienes cuando se necesitan, lo cual tiene repercusiones desde el punto de vista financiero.
2024 podría ser el primer año desde la peste negra en que se barrunta un descenso de la población mundial. Aunque este extremo representa un problema crónico y hablamos de un tema para tratar en otra ocasión, en este momento tenemos una población activa que envejece y, al mismo tiempo, la demanda de trabajadores está aumentando debido a la relocalización. La variable que exige esa ecuación es el precio, por el alza sostenida de los costes laborales.
Si bien esta evolución puede desembocar en niveles más altos de salarios, consumo y crecimiento económico en general e inflación con respecto a la década de 2010, será a expensas de los beneficios y de las valoraciones que los inversores están dispuestos a pagar por tales beneficios. Es lo contrario del paradigma de la década de 2010.
Me gustaría ser franco: no estoy sugiriendo que la política monetaria vaya a endurecerse o que las curvas de tipos vayan a pronunciarse. Creo que el mercado ha subestimado las repercusiones de este cambio de paradigma. Aunque los tipos acabarán bajando, puede que no se trate de un descenso en línea recta como preveía el mercado. Nuestro mundo no es así de sencillo.
Más importante todavía es que, a medida que el mundo se adapte, las empresas, cuyos flujos de beneficio procedían principalmente de deuda y mano de obra baratas, sucumbirán a la tensión de los balances. A diferencia de lo que sucedía durante el régimen de bajo coste, las empresas que no estén preparadas para esta evolución obtendrán resultados financieros decepcionantes. Consideramos que evitar esos activos financieros podría ser positivo para los asesores y los gestores discrecionales.
Tribuna de Robert Almeida, gestor de carteras y estratega de inversión global de MFS Investment Management.
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