Ante el empeoramiento de una crisis de salud pública que está teniendo un enorme impacto en las familias, las comunidades y los mercados, he aquí unas cuantas reflexiones que espero resulten de utilidad. Muchos inversores se centran en el potencial de revalorización cuando los mercados tienden al alza y en el riesgo bajista cuando los mercados descienden. No obstante, su enfoque debería ser justo el contrario.
En los últimos años, nos hemos centrado en la errónea asignación del capital realizada de forma casi sistemática por compañías obcecadas en aumentar las cotizaciones y devolver el capital a los inversores por medio de recompras de acciones y mayores dividendos (lo que se ha financiado con unos tipos de interés en niveles históricamente reducidos y unos estrechos diferenciales de crédito), al tiempo que evitaban la realización de inversiones de capital productivas a largo plazo.
Esta asignación errónea desembocó en beneficios y márgenes sin precedentes, así como en valoraciones que rozaban niveles récord. Ahora bien, las empresas habían sido diseñadas para ganar un sprint, no para vencer en una maratón. Bastó que llegara el COVID-19 para desvelar la fragilidad de esos exagerados beneficios y la economía mundial. En estos momentos, la atención debería concentrase en las oportunidades. ¿Qué empresas sobrevivirán y cuáles estarán mejor posicionadas una vez finalizada la crisis si se reduce el número competidores a la mitad? En nuestra opinión, las compañías que producen bienes o servicios que las personas necesitan o quieren, que no dependen de la financiación a corto plazo y cuyas cotizaciones se han visto diezmadas de forma arbitraria resultarán interesantes en retrospectiva, cuando dejemos la crisis atrás. Este es nuestro foco de atención.
La liquidez se mantiene en cotas decepcionantes, pero debería mejorar
Los inversores podrían atravesar dificultades para sacar partido de las oportunidades hasta que mejore la liquidez, ya que resulta difícil comprar o vender en el entorno actual. Las medidas adoptadas estos últimos días por la Reserva Federal estadounidense comienzan a aliviar las tensiones en los mercados monetarios. La salud de los mercados de financiación a corto plazo cobra vital importancia para el buen funcionamiento de los demás mercados financieros.
Una actividad eficiente de estos mercados constituye la máxima prioridad. Los bancos centrales no pueden dar solución a una pandemia o a una crisis del petróleo, pero sí pueden asegurarse de que el entramado del sistema financiero funciona correctamente.
Desde un punto de vista operativo, las firmas de Wall Street han trasladado sus actividades al mundo virtual, al solicitar a sus mesas de negociación y sus equipos de gestión de carteras que trabajen en centros de operaciones de emergencia o desde casa. En MFS, nuestros equipos de inversión pueden celebrar reuniones por videoconferencia, y las visitas a los equipos directivos de las empresas se están realizando de forma digital, al igual que las presentaciones itinerantes («roadshows»). Pese a la distancia, estas reuniones se están desarrollando, más o menos, como de costumbre. Hemos aumentado la frecuencia de nuestras evaluaciones de riesgo durante este periodo de mayor volatilidad.
Una bola de cristal poco transparente
La formulación de previsiones de beneficios cuando gran parte del mundo desarrollado se halla en aislamiento resulta, de por sí, una ardua tarea. Ahora bien, hemos de añadir otra variable a la ecuación: las perturbaciones en la oferta del petróleo. Los mercados se están viendo obligados a absorber dos perturbaciones al mismo tiempo, en un contexto en el que los inflados beneficios caen desde niveles máximos y los bancos centrales disponen de escasas herramientas monetarias en la recámara.
En mi opinión, las repercusiones de la guerra de los precios del petróleo, aunadas a las de la crisis del coronavirus, no describirán una trayectoria lineal. El impacto combinado de ambos acontecimientos será más significativo que el de cualquiera de los dos de manera aislada. De ahí que resulte especialmente complicada la formulación de previsiones de beneficios para 2020 en relación con los índices, aunque realizamos constantemente análisis fundamentales a nivel de las empresas, en busca de oportunidades a largo plazo entre los activos de elevada calidad.
Triaje de la cartera
Desde el punto de vista de la inversión, los inversores están efectuando una suerte de «triaje» cuando organizan sus carteras y se preguntan si determinadas empresas son capaces de sobrevivir a una escasez mundial de liquidez, una profunda recesión y unos precios del petróleo por debajo de los 30 dólares, por citar tan solo unas pocas de las nuevas realidades. En el caso de las firmas que se mantendrán en pie, ¿durante cuánto tiempo atravesarán dificultades?¿Necesitarán ampliar capital, con el consiguiente riesgo de dilución del capital para los accionistas? ¿Se deteriorarán los BPA en los próximos años? ¿Se está generando una nueva generación de empresas «zombis»?
La realización de evaluaciones de este tipo revestirá una importancia crucial en los próximos meses: nos centraremos en las firmas que, a nuestro parecer, sobrevivirán y, a continuación, llevaremos a cabo los análisis necesarios para sacar partido de las oportunidades.