La economía mexicana ha vivido últimamente una historia con dos partes: petróleo y servicios. El sector petrolero ha sido reformado para mejor durante el mandato del presidente, Enrique Peña Nieto. Pero, sin embargo, las reformas se han visto superadas por la extensión de la caída en el precio del petróleo. Esto está debilitando las exportaciones, reduciendo los ingresos fiscales y perjudicando al crecimiento hasta el punto de que el sector representa ahora un 4% del PIB, una cantidad muy inferior a la del pasado.
Mientras tanto, los servicios, y en parte el sector manufacturero, han ayudado a impulsar la mayor parte de la economía más allá del sector petrolero, con un crecimiento de cerca de un 4% en la primera mitad de año. Así, mientras se leen una gran cantidad de titulares sobre el petróleo, es realmente el resto de la economía la que cuenta la verdadera historia.
La previsión económica parece bastante predecible. Está previsto que la inflación caiga durante este año y el siguiente, lo que debería permitir al banco central que empiece a recortar los tipos de interés desde el nivel actual del 7%. Durante las reuniones con el banco central, se vio claro que mientras el peso permanezca estable, piensan que la inflación caerá más rápido de lo que el mercado espera actualmente. Lo que puede emborronar el aspecto económico es la política, tanto nacional como internacional.
Las elecciones presidenciales del año que viene son una gran prueba para la futura ideología económica de México. El actual líder en las encuestas es el partido Movimiento Regeneración Nacional (conocido por el acrónimo Morena), de Andrés Manuel López Obrador. Este político populista de izquierdas y anti Trump está entusiasmado con el deseo de cambio de los mexicanos. La comunidad inversora internacional parece pensar que moderará su discurso si gana, pero están infravalorando seriamente el estado de ánimo sobre el terreno.
Al visitar el país, queda muy claro que el electorado quiere algo diferente de lo que han tenido anteriormente. Los temas que centrarán las elecciones son la corrupción, el nepotismo y el crimen. Y el electorado, en este punto, está comprando lo que ofrece López Obrador. Quedó claro que hay algunos inversores locales significativos que pretenden votar a este candidato.
Todavía queda mucho por materializarse en las elecciones –los grandes partidos todavía no han nombrado a sus candidatos- pero los inversores deberían recordar que el populismo no es una cuestión exclusiva de las democracias occidentales.
Todavía no está claro qué significa la presidencia de López Obrador para la economía. Pero podría ser una gran ruptura con el alineamiento ortodoxo y afín a los mercados de la administración mexicana de los últimos años.
Cualquier temor de los mercados sobre este cambio se manifestará rápidamente en la divisa. Esto no debería ser tratado como un problema en la mayoría de los países desarrollados en los que los bancos centrales están generalmente más preocupados por la inflación que por la divisa. Pero los recuerdos de la crisis del Tequila de 1994 todavía tienen un profundo arraigo en México, donde se ve el debilitamiento del peso como el precursor de algo más inquietante. Esto implica que el banco central interviene la divisa cada vez que hay una venta masiva. Esta arraigada sensibilidad podría significar que una victoria de López Obrador desencadene una serie de reacciones instintivas del banco central económicamente perjudiciales, y muy probablemente innecesarias.
Esto nos lleva a la otra preocupación política: Donald Trump. Su amenaza de terminar con NAFTA de principios de este mes ha desencadenado una importante venta de la divisa (hasta llevarla a cerca de 19 pesos por dólar). El banco central de México reaccionó predeciblemente al intervenir en el mercado de divisas. Si la divisa sigue empeorando, será casi inevitable que el banco central suba los tipos de interés.
Los temores sobre el fin de NAFTA del año pasado llevaron a la divisa hasta los 22 pesos por dólar. Esto da un sentido de cuánto puede caer todavía basándose en las preocupaciones sobre el futuro del acuerdo comercial.
En muchos aspectos, México es el alumno modelo de la madurez del banco central de un mercado emergente. Es un país en gran medida independiente, con un objetivo de inflación sensato, abierto y que generalmente actúa en línea con sus comunicaciones oficiales. Pero la divisa no debería ser la principal preocupación del banco central de una economía abierta. Desafortunadamente, la sensibilidad de México a grandes ventas de divisa es realmente su talón de Aquiles. El mercado sabe que la divisa es el principal centro de atención del banco central y que siempre actuarán para estabilizarla.
Puede haber algunas sorpresas políticas durante el año que viene que pondrán a prueba al banco central. Así que, al igual que en México, no conviene apartar la mirada de la divisa en el corto plazo.
Andrew Stanners, gestor de inversiones en Aberdeen Standard Investments