El acuerdo de esta semana entre Estados Unidos y México sugiere que la Administración Trump se está volviendo más constructiva sobre el tema del libre comercio. No creemos esto necesariamente, pero en los últimos meses Estados Unidos ha sido más razonable con sus socios comerciales, exceptuando a China.
En general, el riesgo de una guerra comercial mundial probablemente ha disminuido. Pero mientras Estados Unidos y China no lleguen a un acuerdo satisfactorio (y las señales no son positivas), la amenaza del proteccionismo global probablemente seguirá pesando en los mercados, especialmente en los mercados emergentes. Para México, sin embargo, el acuerdo sobre áreas clave del TLCAN es una noticia positiva.
Entonces, ¿qué se ha decidido después de un año de duras discusiones? Lo más importante es que para los fabricantes de automóviles, el requisito de piezas fabricadas regionalmente aumentará del 62,5% al 75%. Esto incluye el input de acero y aluminio.
Además, una nueva regla requerirá que al menos el 40% del valor agregado de exportación de automóviles sea producido por trabajadores que ganen al menos 16 dólares por hora. Los mexicanos se han comprometido claramente en estos dos puntos y por su parte, Estados Unidos ha suavizado su postura sobre la resolución de disputas y sobre la llamada cláusula de extinción, en base a la cual se acordó que el nuevo acuerdo debería seguir siendo válido durante al menos 16 años en lugar de los cinco años originalmente exigidos por EE.UU.
Para Estados Unidos, los cambios en la industria automotriz fueron de lejos los más importantes. México aceptó las nuevas reglas para salvar el TLCAN. Al mismo tiempo, el daño al sector automotriz mexicano parece manejable. Se estima que el 70% de los fabricantes de autos ya cumplen con las nuevas reglas. Así que con los negociadores estadounidenses enfocados en el sector automotriz, los temidos cambios en el sector agrícola no se materializaron.
Otro punto positivo es que la parte mexicana no propuso cambios en el sector de la energía. Hasta donde sabemos ahora, los negociadores del presidente López Obrador no han presionado para sacar adelante una nueva y más estricta regulación de la inversión extranjera en el sector de petróleo, del gas y la electricidad en México. Esto sugiere que el nuevo gobierno, que se instalará el 1 de diciembre, no tiene prisa por revertir las reformas energéticas del gobierno saliente de Peña Nieto. Derogar estas reformas energéticas fue uno de los puntos principales en la campaña electoral del nuevo presidente.
En general, el acuerdo es una noticia positiva para la economía mexicana, ya que es poco probable que la importante relación comercial con Estados Unidos se vea muy afectada. Ahora, el acuerdo debe discutirse con el gobierno canadiense, que no estuvo involucrado en la última fase de las conversaciones.
Las complicaciones podrían surgir si los canadienses no están de acuerdo con las partes clave del acuerdo. En cualquier caso, dada la imprevisibilidad de la Administración Trump, tenemos que esperar la firma final del acuerdo, ya sea en la forma de un acuerdo bilateral entre EE.UU. y México o un TLCAN reformado, antes de que podamos asumir la continuidad de la relación comercial mexicano-estadounidense.
Willem Verhagen es economista senior de NN Investment Partners y M.J. Bakkum es estratega senior de mercados emergentes.