Algunos datos lucen, desproporcionados, pero altamente interesantes: el dato reciente, tiene que ver con el hecho de que en Estados Unidos, 10.000 personas por día, durante los próximos 17 años, se pensionarán. Esto nos da que al 2030, tendremos cerca de 45 millones de personas pensionadas adicionales en USA, que representará más del 10% del total de su población.
Esto impone grandes desafíos, para los sistemas de seguridad social, especialmente el de salud, pero también a las personas como inversionistas de largo plazo, pues la ecuación cada vez se complica más. Los futurólogos estiman que en este momento, ya vive sobre la faz de la tierra el primer humano que alcanzará los 150 años de vida, lo cual implícitamente está diciendo que cada vez va a ser más complejo para las finanzas públicas (en algunos casos) y para las finanzas personales (en muchos otros), soportar pensionados que consumirán recursos por un tiempo mayor.
Así, la necesidad de planear efectivamente el ahorro y la inversión se convierte en una necesidad imperante para todos los que trabajen en finanzas. No es cómo “pegarle” al activo más beneficiado mañana, sino cómo generar un retorno muy alto en el largo plazo, precisamente porque cada vez será más evidente que se debe construir un capital en la edad productiva, para poder disfrutar de su desacumulación en la edad no productiva.
Un ejercicio muy interesante adelantado por los académicos en USA, muestra que una pareja de retirados (a los 65 años), necesitan, al día de hoy, disponer de recursos por lo menos por 25 años; esto porque la edad promedio de muerte del último miembro de la pareja, es a los 90 años.
Pero aquí viene lo más interesante de todo: muchas veces la teoría tradicional muestra que a mayor edad, se debe invertir en activos más seguros, tradicionalmente bonos. Sin embargo, con una población con aumento de la edad, en una población que quiere seguir manteniendo un nivel de vida en los últimos años, los retornos reales (descontando inflación) de un portafolio de bonos, no sirve para este propósito.
Una pareja de jubilados a los 65 años, tendrá un 13% del valor real del portafolio cuando lleguen a 90 años, si invierten en bonos. Si lo hacen en acciones, tendrán el 70%. Esto les garantizaría cerca del 80% al 90% de las necesidades cubiertas. Con activos que se encuentran en mercados más desarrollados, como las anualidades variables o los SPIA, mejora el porcentaje de necesidades cubiertas, pero desmejora (frente a un portafolio invertido únicamente en acciones) el valor real del portafolio.
Es aquí el punto donde entra, nuevamente, la expectativa del tiempo: los 25 años que tiene por delante una pareja de jubilados, antes de que los dos fallezcan, es un tiempo más que prudencial para que desequilibrios de corto plazo (pueden ser meses), se corrijan, y brinden al jubilado, un portfolio que le permita disfrutar de mejores condiciones en los últimos años.
Es difícil a veces imaginar cómo una persona de edad avanzada pueda invertir en acciones, casi que exclusivamente; pues crecimos con la teoría tradicional. Sin embargo, era un mundo diferente, en el cual los bonos tenían características diferentes; y la población un proceso demográfico mucho más corto. Es necesario que antes de que sea tarde, pensemos en temas que parecen lejanos, pero que nos impactarán profundamente al cabo de unos años.
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