Parece que fue hace mucho tiempo, pero tan solo sucedió hace 10 años. Un empresario latinoamericano, dueño de diversos negocios en la región, se encontraba en Nueva York agotado después de un día intenso de trabajo. Había estado negociando intensamente las condiciones de un acuerdo con inversionistas. Lejos de casa, cansado de tanto trabajo, comenzó a sentir la falta de algún entretenimiento. Lo que sugirió a continuación, estuvo fuera de las normas aceptadas en los negocios.
Aunque particularmente pintoresco, este ejemplo de comportamiento profesional inapropiado se hace menos factible que ocurra hoy en día dando muestra del progreso en el intercambio y la inversión en América Latina a través de estrategias de private equity, fusiones y adquisiciones, entre otras. El cambio en el nivel de profesionalismo es parte del resultado de un ambiente de negocios en ebullición en países como Colombia, Perú y México.
El ascenso de varios países latinoamericanos en el mundo de las inversiones a través de los tratados de libre comercio ha refinado a todos los partícipes. Los negocios de familia y compañías locales, antes menos sofisticados, se comenzaron a tornar en maquinarias eficientes y objetos de inversión por parte de inversionistas globales.
México, el segundo socio de comercio global más importante para los Estados Unidos, ha visto un éxito sorprendente en el área de private equity en los últimos dos años. De acuerdo con la Latin America Private Equity and Venture Capital Association, esto se vio enfatizado en el primer semestre del 2012 cuando hubo 228 millones de dólares en inversiones, lo cual fue un incremento exponencial de los 84 millones en la misma etapa en el 2011. Desde el 2011, el número total de negocios en el área de private equity en México se ha más que duplicado.
El año pasado en su reporte anual Doing Business, la International Finance Corporation (IFC por sus siglas en inglés)y el Banco Mundial le otorgaron a Colombia el sexto lugar en la categoría de protección a los inversionistas. Aunque ningún país latinoamericano ha alcanzado una de las 30 primeras posiciones en la métrica de facilitación para hacer negocios; muchos de ellos han mejorado considerablemente en los últimos cinco años. Entre estos están Chile (40 a 33), Colombia (66 a 45) y México (62 a 43).
Impulsada por años récord en el 2010 y 2011, la actividad de fusiones y adquisiciones, se ha disparado vertiginosamente en América Latina. Los líderes en estas áreas, Brasil, México, Colombia y Chile han estimulado la explosión de transacciones en el segundo trimestre del 2012, lo cual sobrepasó los niveles antes de la recesión y alcanzó los $60 mil millones.
Con toda esta inversión, más compañías están buscando grupos de private equity que los ayuden a resolver problemas más complejos que el flujo de fondos. Estas empresas necesitan disminuir la deuda en sus balances, lograr una oferta pública, establecer alianzas estratégicas, crecer y finalmente terminar saliendo de la inversión. Éstas ven a los fondos de private equity como el medio para lograr sus fines estratégicos.
Aun así, las concepciones erróneas y obstáculos abundan. Algunas compañías todavía tienden a comparar capital con deuda, haciendo que las tasas de retorno de las firmas de private equity parezcan demasiado altas. Muchos accionistas temen perder control de sus compañías ante la entrada de nuevos socios, lo que da muestra de que persisten los malentendidos fundamentales sobre las diferencias entre inversores financieros e inversores estratégicos. En los mismos países, es difícil que equipos externos aprendan y entiendan las normas de un determinado país sin ayuda de consultores locales.
Y, por supuesto, existe otro obstáculo omnipresente que es la barrera idiomática y que ha estado presente desde el comienzo de los tiempos. Aunque muchos integrantes de grupos de private equity e inversionistas hablan adecuadamente en su segunda lengua, el contexto y significado puede perderse en la traducción, especialmente cuando se negocia a altos niveles.
Los directores de private equity tienen algunas reglas fundamentales que deben ser seguidas para tener éxito en América Latina. Deben concentrarse más en las reglas básicas de negocios y menos en índices como EBITDA. Deben tener empleados que hablen español y portugués y mantener una presencia física en los principales mercados. Las valoraciones deben estar atadas a resultados reales, no a proyecciones irrealistas.
El potencial de inversión en América Latina antes un diamante en bruto y poco conocido está siendo pulido. Todavía le quedan algunas aristas por limar.