La inercia es un sesgo conductual como ningún otro a la hora de invertir. En determinadas circunstancias tiene consecuencias inequívocamente desastrosas; así, postergar la decisión de invertir para la jubilación es una pésima idea. En otras, la inercia es uno de los aliados más poderosos con que puede contar un inversor cuando tiene montada su estructura y ha puesto toda la carne en el asador. Para invertir con éxito, es vital entender si el poder de la inercia está siendo beneficioso o perjudicial.
A menudo se afirma que la mejor decisión que un inversor puede tomar es lisa y llanamente comenzar a ahorrar. El problema es que muchas personas no toman esa decisión clave de comenzar a invertir pronto y regularmente, a pesar de la perspectiva de enfrentarse a una jubilación difícil. La razón es la inercia y el sesgo del statu quo.
El sesgo del statu quo es simplemente una preferencia por cómo son las cosas en el momento actual. El problema es que las personas tienen la costumbre de percibir cualquier cambio en el statu quo como una pérdida. Y sabemos por el trabajo de los premios Nobel Kahneman y Tversky en La teoría de la perspectiva que las pérdidas nos afectan aproximadamente el doble que las ganancias. Así pues, el miedo a las pérdidas es una fuerza poderosa que refuerza el statu quo.
Cuando las personas ahorran están «perdiendo» poder adquisitivo, y las pruebas sugieren que muchas personas lo perciben más como una pérdida en su cuenta de gastos corrientes que como una ganancia de la que disfrutarán en la cuenta para su jubilación. El valor del ahorro para una persona de 65 años es obvio, pero demostrárselo a alguien de entre 20 y 30 años es un problema si éste le otorga poco valor a esa recompensa alejada en el tiempo. Con la inercia se pierden años valiosos del crecimiento compuesto de las inversiones.
El exceso de opciones es otro factor que favorece la inercia: la apabullante diversidad de opciones de inversión que existen actualmente tiene un efecto paralizador sobre la toma de decisiones. A esto se le ha llamado la paradoja de la elección y los experimentos demuestran que cuando las opciones son más que unas pocas, en realidad dificultan las decisiones de compra. En un experimento realizado en un supermercado se ofreció una muestra de 24 mermeladas para que los clientes las probaran. Cada pocas horas, la muestra se reducía a solo seis mermeladas. Cuando la selección era pequeña, el 60% de los clientes se paraba y el 30% compraba una mermelada. Cuando la oferta era amplia, solo el 40% se detenía y apenas el 3% compraba una mermelada. Si 24 tarros de mermelada representan un exceso de alternativas, entonces los inversores son ciertamente susceptibles que quedarse bloqueados en sus decisiones.
Esa es la razón por la que tantas veces se escogen las opciones predeterminadas, porque nos permiten no tener que tomar una decisión. Cuando se ofrece una selección de vinos en un menú, ¿con cuánta frecuencia la gente opta simplemente por el tinto de la casa? El efecto de predeterminación describe el efecto dominante que tienen las opciones predeterminadas en nuestra toma de decisiones. Resulta interesante observar que el efecto de predeterminación actúa incluso cuando no existen opciones predefinidas: simplemente convertimos nuestra experiencia en la opción predeterminada, prolongando así el statu quo.
La inclusión automática en planes de pensiones de empresa es una política de incitación que tiene en cuenta los peligros de la inercia haciendo uso del poder del efecto de predeterminación. Consigue que la gente haga automáticamente lo correcto y ahorre para su jubilación. Un estudio ha revelado que los programas de inclusión automática de EE.UU. han incrementado la tasa de participación en planes de pensiones individuales (401k) del 63% al 95%1. En el Reino Unido se introdujo la inclusión automática en octubre de 2012 y las cifras del Ministerio de Trabajo y Pensiones de este país indican que la tasa media de no participación es de solo el 9%. En todo el mundo, las autoridades están convirtiendo la inercia y el efecto de predeterminación en una fuerza positiva para brindar un mayor beneficio a la población en forma de mayores ahorros para la jubilación.
Resulta interesante observar que los anuncios que muestran a jubilados en yates no consiguen el efecto deseado cuando se trata de sacar a las personas de su inercia en lo que respecta a sus planes para la jubilación. Los anuncios centrados en las ganancias que podrían conseguirse durante la jubilación emplean un incentivo más débil que carece del impacto emocional que sí tiene el rechazo a las pérdidas (que, si recordamos, es el doble). Por fortuna, la industria de las pensiones está aprendiendo a usar el rechazo a las pérdidas para animar a la gente a ahorrar. En sus comunicaciones, los planes de pensiones abordan cada vez más el tema del ahorro desde una óptica más centrada en las pérdidas. Por ejemplo, se ha demostrado que hacer hincapié en el dinero que los empleados «dejan de ganar» en forma de aportaciones equivalentes de la empresa al fondo de pensiones impulsa las tasas de contratación de los planes de pensiones de empleo.
El fondo de pensiones es un excelente ejemplo de compromiso vinculante que consigue que las personas no usen sus ahorros antes de la jubilación. El poder de la inercia está integrado en la estructura del producto, ya que no podemos echar mano del dinero hasta que nos jubilemos. Sin embargo, en un fondo de inversión colectiva no existe ese compromiso vinculante. Tenemos la libertad de vender pronto estas inversiones, y las pruebas sugieren que algunos inversores lo hacen y también que operan en exceso cambiando demasiadas veces sus inversiones. Esto marca un claro contraste con los consejos del legendario inversor Warren Buffet, a quien una vez le preguntaron cuál era su periodo de inversión preferido para las acciones y respondió: «Para siempre».
A pesar del consejo de Buffet, se detecta una creciente fascinación entre los inversores por seguir los movimientos diarios al alza y a la baja de los mercados. Sin lugar a dudas, esto se debe al enorme caudal de noticias diarias procedente de la televisión, los periódicos, las páginas web y los blogs. Sin embargo, lo que se consigue con el seguimiento a corto plazo no ayuda, ya que anima a los inversores a vender demasiado rápido o a operar demasiado con lo que deberían ser inversiones a largo plazo. Los inversores profesionales también pueden caer en un exceso de compras y ventas en un esfuerzo por encontrar las mejores inversiones. Ahí es donde la inercia puede ser una fuerza positiva cuando ya se ha tomado la decisión de inversión.
Si se quisiera, se podrían encontrar razones para variar las inversiones todos los días. Una opción sensata es invertir pronto, por ejemplo en un fondo de inversión en acciones de alta rentabilidad por dividendo que permita reinvertir esos dividendos, y después dejarse llevar por la inercia y esperar. El tiempo es el mejor amigo de un inversor, ya que permite que la revalorización de las bolsas y la capitalización de dividendos hagan su trabajo. La prueba de fuego para una inversión en acciones orientada a las rentas no se hace en unos pocos meses, sino en periodos de 10 o 20 años. Existen muchas probabilidades de superar al inversor hiperactivo que se pasó esos 20 años entrando y saliendo de los mercados, y con muchos menos esfuerzos. Existe un dicho muy conocido en el mundo de la inversión anglosajón que reza «time in the markets beats timing the market», es decir, que invirtiendo a largo plazo se consiguen mejores resultados que buscando el momento óptimo para entrar y salir del mercado.
El problema de buscar el mejor momento para invertir, y que incluso los mejores inversores admiten, es que es prácticamente imposible acertar de forma sistemática. Nadie sabe cuándo se va a vivir una buena sesión en el mercado (la cual puede darse cuando el ánimo está por los suelos y los inversores menos se lo esperan). El gráfico anterior muestra el considerable efecto que puede tener perderse los mejores días del mercado para la rentabilidad de las inversiones. El ejemplo muestra una inversión a 20 años en el mercado estadounidense. Un inversor que se hubiera quedado cruzado de brazos habría conseguido una rentabilidad del 320%. Sin embargo, con que se hubiera perdido solo los 10 mejores días, su rentabilidad se habría reducido al 109%, y si se hubiera perdido los 30 mejores días, se habría anotado minusvalías.
Así pues, la inercia antes de empezar a ahorrar para la jubilación es un gran problema; sin embargo, una vez que ha decidido dónde invertir, el ahorrador puede encontrar un poderoso aliado en la inacción y el mantenimiento del statu quo.
Artículo escrito por Nick Armet, director de Comunicación Corporativa en Fidelity Worldwide Investment
1. TIAA‐CREF Institute, noviembre de 2011; caso práctico del programa de jubilación para empleados del grupo de empresas TIAA‐CREF.