La era Trump ha sido todo menos predecible en los mercados. Aunque abril históricamente ha sido uno de los meses más rentables del año junto con noviembre, las nuevas políticas arancelarias impuestas por la administración estadounidense han añadido una dosis extra de incertidumbre. Lo que se vendió como una estrategia para reforzar la industria nacional y presionar a los socios comerciales ha terminado por convertirse en un arma de doble filo.
Mientras que la comunidad financiera esperaba un colapso en la industria automovilística europea debido a las barreras comerciales impuestas, la sorpresa ha sido otra: el sector tecnológico estadounidense es el que está sufriendo el mayor golpe. En lo que va del año, el Nasdaq acumula una caída del 10%, mientras que el S&P 500 no se queda atrás con una pérdida del 5%. Las represalias comerciales y la incertidumbre global han hecho que las medidas de Trump no solo no favorezcan a Estados Unidos, sino que terminen perjudicándolo.
El famoso «golden boy» de la política estadounidense se encuentra en una encrucijada. Su agresiva política proteccionista no solo ha generado fricciones con aliados estratégicos, sino que además parece estar afectando a la propia economía estadounidense.
Una economía con síntomas preocupantes
El panorama económico de EE.UU. se tiñe de claroscuros y deja en el aire un preocupante aroma a estanflación. Los indicadores macroeconómicos muestran signos de alerta. La confianza del consumidor se deteriora debido a la inestabilidad política y económica, afectando el gasto y el crecimiento. Las previsiones de actividad económica continúan ajustándose a la baja, evidenciando una desaceleración progresiva.
El mercado laboral, aunque aún dinámico, muestra signos de agotamiento con un ritmo de creación de empleo más lento. La inflación, lejos de ceder, vuelve a repuntar, lo que dificulta la capacidad de reacción de la Reserva Federal. Al mismo tiempo, el déficit fiscal sigue en expansión y se ubica en un preocupante 3,5%, mientras que la deuda pública alcanza el 120% del PIB, generando riesgos para la sostenibilidad financiera del país.
Ante este panorama, la Fed se encuentra en una encrucijada, sin margen de maniobra para reducir las tasas de interés sin agravar la inflación, lo que limita su capacidad de estimular el consumo y la inversión.
¿Harakiri económico o simple estrategia?
Trump siempre ha presumido de ser un hábil negociador, pero su estrategia arancelaria parece más un boomerang que un golpe maestro. Con una economía que responde con volatilidad a cada una de sus declaraciones y con mercados cada vez más nerviosos, la pregunta es si su juego de presión traerá finalmente beneficios o si, por el contrario, terminará siendo un harakiri económico.
Lo cierto es que, hasta el momento, «Make America Great Again» parece haber mutado en un «Make America Pay Again«, y los mercados no parecen dispuestos a asumir la factura con una sonrisa.
Tribuna de José Manuel Marín Cebrián, economista y fundador de Fortuna SFP.