Los vehículos pasivos tienden a seguir un enfoque de alineamiento con el Acuerdo de París a nivel de cartera, que suele incluir un descenso anual predeterminado de las medidas de emisión de gases de efecto invernadero (GEI), como por ejemplo la reducción del 7% que exigen los índices de referencia de la UE alineados con el Acuerdo1. Esto se logra tomando decisiones de asignación de cartera en base a la intensidad de carbono de las empresas.
No obstante, un fondo sostenible con un marco de intensidad de carbono a nivel de cartera podría limitarse a invertir en una selección de compañías con bajas emisiones, como por ejemplo proveedores de software. De manera similar, las reducciones de emisiones de GEI podrían lograrse sencillamente recortando posiciones en los mayores emisores. Aunque un enfoque pasivo gestionado de esta manera satisfaría sus objetivos de sostenibilidad sobre el papel, su contribución a las reducciones de GEI en el mundo real necesarias para abordar el cambio climático sería cuestionable.
Cabe destacar que la descarbonización no es un proceso lineal. Las empresas pueden experimentar volatilidad en sus emisiones de GEI a corto plazo, provocada por cambios en su matriz de ingresos, problemas de cadena de suministro o acontecimientos externos inesperados. Además, cuando una compañía invierte capital para potenciar sus esfuerzos de descarbonización, los resultados no suelen ser instantáneos y podrían tardar años en surtir efecto. Si las emisiones de GEI aumentan de un año a otro, la empresa podría ser eliminada de un vehículo pasivo antes de que la inversión haya dado fruto.
Un método empleado habitualmente por los fondos pasivos para evaluar el alineamiento con el Acuerdo de París es comparar las emisiones de una empresa con su valor total. Esto suele calcularse dividiendo las emisiones totales de una compañía por su valor de empresa incluyendo liquidez (EVIC, por sus siglas inglesas: la suma de capitalización bursátil, endeudamiento total y efectivo y equivalentes).
Medir la intensidad de carbono de esta manera puede crear problemas para los inversores, ya que cualquier fluctuación de las cotizaciones afectará al denominador, sesgando la cifra de intensidad sin cambio alguno en las emisiones de GEI absolutas. Así, la inclusión de una empresa en la cartera podría verse influida por su valor de mercado, y no por sus esfuerzos de descarbonización.
Como inversores, creemos que un método efectivo para animar el avance de la descarbonización es cooperar estrechamente con las participadas en ámbitos como la fijación de objetivos y el desarrollo de una estrategia. Las gestoras de fondos pasivos no aprovechan necesariamente sus posibilidades de gestión responsable de esta manera, con lo que desperdician la oportunidad de fomentar el cambio a mejor y aportar adicionalidad como inversores.
Consideramos que el alineamiento de una cartera con el Acuerdo de París no puede medirse únicamente mediante la intensidad de carbono u otras medidas predeterminadas. En lugar de ello, los inversores deben considerar sus contribuciones reales a las reducciones de emisiones de GEI absolutas necesarias para limitar el cambio climático.
Para evaluar el alineamiento con el Acuerdo de París hace falta un análisis integral y en profundidad en áreas como gobierno corporativo, estrategia y fijación de objetivos, junto a una labor de monitorización continua del avance en estos ámbitos. Aunque los enfoques pasivos pueden filtrar en base a criterios como los objetivos y la divulgación de emisiones de GEI, no pueden evaluar de manera exhaustiva temas relativos a la intencionalidad de las empresas, como por ejemplo su estrategia de descarbonización y la presencia de vínculos entre sostenibilidad y la remuneración de ejecutivos. Teniendo en cuenta la naturaleza a largo plazo del reto de la descarbonización, creemos que estos son elementos esenciales del alineamiento de una compañía.
Asimismo, cada año llevamos a cabo análisis «de semáforo» de las participadas, que publicamos en un informe anual de emisiones del fondo. Esto implica evaluar el avance de las empresas y asignarles calificaciones (interanuales y a largo plazo) en un abanico de áreas, como por ejemplo:
- La amplitud de su divulgación de emisiones de GEI.
- La credibilidad de sus objetivos de reducción de emisiones.
- Gobierno corporativo y estrategia de descarbonización.
- Cualquier cambio y mejora en las soluciones climáticas que ofrecen.
- Si la compañía va bien encarrilada en una senda de descarbonización alineada con el Acuerdo de París.
Creemos que mantener un diálogo regular con las empresas (engagement) debería ser un elemento integral de cualquier proceso de inversión que pretenda estar alineado con el Acuerdo de París. Ello sería difícil de lograr de manera significativa con una cartera amplia de cientos de compañías, pero con una cartera más concentrada, dicha labor puede personalizarse para empresas concretas, persiguiendo el mayor impacto con independencia de lo avanzadas que estén en sus respectivos trayectos de descarbonización.
El interés creciente de los inversores en la lucha contra el cambio climático es sin duda una tendencia positiva. No obstante, creemos que la popularidad de los vehículos de inversión pasiva podría conducir a resultados no ideales, debido a su menor efectividad a la hora de contribuir al logro de los objetivos del Acuerdo de París, y a su incapacidad para propiciar cambios en el mundo real. En nuestra opinión, el alineamiento con París requiere un enfoque integral centrado en compañías específicas, basado en un análisis profundo, concentrado en resultados reales y con un diálogo regular con las empresas en las que se invierte.
Tribuna de opinión de John William Olsen, gestor de fondos de impacto en M&G Investments.
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- Comisión Europea, Reglamento Delegado de la Comisión (UE) 2020/1818 del 17/07/2020, julio de 2020.
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