Los tipos de interés llevan más de 25 años bajando de forma casi continua a ambos lados del Atlántico, una tendencia de fondo que apenas si ha sido interrumpida por algunos repuntes de amplitud moderada. La inclinación de la curva se ha reducido hasta el punto de rozar un rendimiento del 0%, tanto a corto como a largo plazo.
En los mercados de renta fija, una subida de tipos provoca una bajada de los niveles de cotización mayor cuanto más se prolonga su duración en el tiempo. Pero por lo que se refiere a los mercados de renta variable, el razonamiento dista mucho de ser tan sencillo.
La cotización de las acciones está ligada a las previsiones del nivel de los tipos de interés a largo plazo. En efecto, el valor de una empresa depende fundamentalmente de la actualización de los flujos de tesorería futuros al coste medio ponderado del capital. Sin embargo, dicho coste depende en parte del nivel de los tipos llamados “sin riesgo”.
- Valores de “crecimiento”: Cuanto mayor sea la estabilidad o el crecimiento estructural de la rentabilidad de una empresa, más duradera será la visibilidad sobre su actividad. Por consiguiente, mayor será la porción de la cotización ligada a sus flujos de tesorería generados en un futuro lejano. Por lo tanto, su comportamiento se acercará al de una obligación con vencimiento a largo plazo. Por ese motivo, es de suma importancia la tasa de descuento elegida para calcular el precio de mercado normal de ese perfil.
- Valores cíclicos: A la inversa, el valor de una empresa industrial, cuyas ventas son más cíclicas y sensibles a la coyuntura económica, tenderá a cotizar en función de la generación de tesorería a un horizonte próximo. En ese caso, el nivel de tipos de interés tiene menor importancia respecto a la cotización. Aunque resulte paradójico, los valores cíclicos, aun siendo más volátiles, pueden ser menos sensibles a las fluctuaciones de los tipos de interés que los valores considerados defensivos.
En un periodo de tipos bajos, los denominados valores “de crecimiento” tienden a cotizar mejor que los valores cíclicos. Por lo general, en tiempos de bajada de tipos, esos títulos tienen rentabilidades superiores a la media. Es uno de los motivos por los que los sectores de farmacia o de consumo no cíclico llevan varios años de buen comportamiento en bolsa: ofrecen crecimiento y visibilidad en un contexto de tipos bajistas que favorece a ese tipo de valores. A la inversa, cuanto más altos están los tipos, mayor es la importancia del presente con respecto al futuro. Si los tipos están altos, las acciones de empresas cuya actividad goza de una buena coyuntura se cotizan más.
Rendimiento del dividendo
Además de la índole de los flujos de tesorería, también hay que considerar su distribución. Siempre que la empresa aplique una política razonable de remuneración de sus accionistas, el rendimiento del dividendo actual es el signo más tangible de su capacidad de ofrecer un rendimiento elevado de forma duradera. Desde ese punto de vista, el periodo que vivimos desde 2011 es poco común.
La recesión de 2008-2009 hundió a los mercados de renta variable europea hasta unos niveles muy bajos, mientras la mayor parte de las empresas conseguían reestructurarse y generaban su tesorería.
En los mercados de renta fija, la crisis de 2011 ha empujado a los bancos centrales a aplicar políticas tan acomodaticias, que los tipos de interés han caído a niveles cercanos a cero (o incluso inferiores en algunos casos).
Todo ello ha desembocado en una situación un tanto insólita en la historia reciente, en la que el rendimiento de las acciones ha pasado a ser superior al de las obligaciones de Estado.
En su búsqueda del rendimiento, los inversores institucionales han tendido a dar preferencia a las empresas que ofrecen dividendos regulares y generosos: por ese motivo, los activos de los sectores de infraestructuras, seguros o inmobiliario cotizados en bolsa han registrado cotizaciones muy superiores a la media. En un contexto de tensión sobre los tipos, estos valores deberían ser objeto de realización de beneficios.
Columna de opinión de Régis Bégué, director de Análisis y Gestión de Renta Variable de Lazard Frères Gestion