El 4 de octubre fue el Día de la Educación Financiera, un concepto que vamos a ver y escuchar mucho en los medios estos días, pues es uno de esos contados objetivos tan elevados que consigue unir a todo un sector tan diverso y con intereses tan diferentes como es el sector financiero.
No obstante, vistos los avances y la situación de nuestro país, quizá deberíamos preguntarnos si no deberíamos hacer más, hacer diferente, o en cambio, tratar este tema como una utopía. Efectivamente, España sigue entre los países de cola en educación básica financiera en Europa, y somos de los pocos en los que una persona puede nacer y crecer, vivir y morir, sin haber tenido acceso a un solo concepto financiero durante su educación infantil y juvenil. Todo ello, a pesar de que, inevitablemente, en este trayecto habrá tenido que tomar decisiones cruciales no sólo para sus finanzas, sino para su calidad de vida y felicidad, tales como endeudarse para comprar una casa o elegir el destino de sus ahorros para su jubilación.
Pero no sirve de nada flagelarse a estas alturas, pues la realidad es que llegamos tarde. Incluso muy tarde para muchos:
– Tarde para aquellos que contrataron un producto financiero inadecuado y han acabado en un juzgado intentando recuperar sus ahorros.
– Tarde para los que se sobre endeudaron y vieron ejecutada su vivienda, pero mantienen la deuda hipotecaria.
– Tarde para los que confiaron en asesores fraudulentos y fueron estafados impunemente.
¿La educación financiera hubiera ayudado a estos ahorradores a evitar estos errores? La respuesta es sí, pero no tuvieron acceso a la formación necesaria ni por iniciativa pública ni privada. Hoy, todos ellos han aprendido a la fuerza, pero el daño reputacional para el sector financiero es irrecuperable.
Otra solución es fomentar el asesoramiento financiero y el acceso de ahorradores y familias a dichos profesionales, como es el objetivo de Aseafi, pero en España seguimos muy lejos tanto en número de empresas como en capital bajo asesoramiento frente a países como Francia, Alemania o Reino Unido.
Por otro lado, introducir las finanzas en la educación infantil sigue siendo hoy una realidad muy lejana en España. Es sorprendente que, en el siglo XXI, algunas posiciones políticas todavía defiendan que hay que mantener a los ciudadanos alejados de los conocimientos financieros, no sea que se conviertan en capitalistas a ultranza o empresarios depredadores. Es mucho mejor que sigamos siendo iletrados financieros que repetimos una y otra vez los mismos errores.
Y claro, observando las generaciones futuras, el panorama es desalentador. La media de uso del móvil ha subido un 22% en 2020, favorecido por las restricciones domiciliarias y de ocio por la pandemia, con lo que los jóvenes se pasan más de 5 horas al día delante de la pantalla. Esto no tendría que ser negativo de por sí, sino fueran las redes sociales su principal fuente de formación financiera, pues en ellas no sólo interactúan con personas de su edad, sino que nos encontramos, cómo no, con los inefables “influencers” financieros. Estos seres suelen ser mayoritariamente iconos del dinero fácil y sin esfuerzo, una combinación explosiva a la que solamente le falta un detonador: la candidez del usuario al que se dirigen. Sobre este terreno abonado, su modelo de negocio se basa en colocar a sus “followers” cursos para hacerse rico sin trabajar, libros con recetas para ganar (siempre) en bolsa, inversiones superrentables sin riesgo, etc. Lo de siempre pero, eso sí, ahora online.
El problema supera al sector financiero y se convierte en global, pues el abandono universitario en España ya está por encima de la media europea. En el caso de las carreras técnicas (STEM: Science/Ciencia, Tecnología, Engineering/Ingeniería y Matemáticas), esta cifra es del 36%, con las matriculaciones bajando cada año, huyendo de trayectorias curriculares que exigen un prolongado y elevado esfuerzo a cambio de unos ingresos inciertos.
Hacer más… hacer diferente… Todos los actores del sector financiero seguimos comprometidos en mejorar la educación financiera en nuestro país: CNMV, Banco de España, instituciones y fundaciones formativas y divulgativas, entidades financieras, Empresas de Servicios de Inversión, gestoras, universidades y asociaciones profesionales entre las que, por supuesto, se encuentra Aseafi. Sin embargo, quizá deberíamos hacer una profunda reflexión de cómo estamos enfocando nuestros recursos y de si están siendo efectivos. Las nuevas generaciones, como hemos visto, tienen sus propios canales de formación e información, y su propio lenguaje y figuras de influencia; que hoy en día son muy ajenos al sector financiero institucional.
Incluso en el caso de que la educación financiera en España sea una utopía, no deja de ser una invitación a la esperanza y a seguir luchando, en línea con la genial definición de Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
Tribuna de Fernando Ibáñez, presidente de Aseafi