Cada año, cuando la revista financiera Forbes pública su lista de las personas que tienen un riqueza superior a los 1.000 millones de dólares, el titular es quién aparece en la primera posición. Ése es un enfoque equivocado.
La lista de Forbes sólo tiene un valor aproximativo. Es como las grandes magnitudes macroeconómicas, como la inflación o el PIB: «Una medición inexacta, pero que nos da una idea general de la marcha de las economías». La frase me la dijo en 2007 el entonces economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Simon Johnson.
Esta semana he seguido esa máxima, y he tratado de ver qué tendencias se observan en la lista de Forbes, que fue publicada el lunes pasado. Y el ejercicio, a decir verdad, ha sido más interesante que ver la lista de nombres.
La primera es que, si bien el número de personas con más de 1.000 millones de dólares sigue creciendo (en 2013 eran 1.377; ahora ya alcanzan los 1.645), situarse en la cúspide es también más difícil.
Hace un año, bastaba con tener «solo» 20.000 millones de dólares para estar entre los 20 seres humanos más ricos el planeta (sin incluir miembros de familias reales y de la nobleza). Ahora es necesario tener un 55% más, es decir, 31.000 millones.
Un incremento del patrimonio del 55% en doce meses es algo por lo que todos firmaríamos ahora mismo. Aunque lo más paradójico es que esa ganancia se produce en un momento en el que los ingresos de la mayor parte de la población mundial están estancados.
Ése es el caso de EE.UU., que tiene a 15 de los 20 individuos más ricos del planeta, y de la Unión Europea, que coloca a tres más en la lista (el mexicano Carlos Slim es el segundo, y el número 20 es el hongkonés Li Ka-shing, el presidente de la empresa que, entre otras actividades, gestiona el Canal de Panamá, Hutchison Whampoa).
Eso se debe a que una lista como la de Forbes depende enormemente de la valoración de las acciones de los millonarios. Y, en 2013, las bolsas de todo el mundo han vivido una revalorización brutal, debido sobre todo a la política monetaria ultraexpansiva de la Reserva Federal y a las expectativas de recuperación de la economía mundial en 2014.
En otras palabras: estos millonarios son, en gran medida, ricos ‘en papel’, es decir, en activos financieros. No deja de ser un fracaso de los bancos centrales de EE.UU. y Japón que sus esfuerzos para reforzar la recuperación hayan hecho a los más ricos todavía más afortunados, mientras que la mayor parte de la población sigue luchando para no perder poder adquisitivo.