Si tuviéramos que resumir los últimos dos años en pocas palabras, sería «¡No se peleen con la Reserva Federal!». En 2018, casi todos los activos de riesgo tuvieron rentabilidades negativas, ya que los tipos de interés en EE.UU. se ajustaron, y tanto la Reserva Federal como el BCE controlaron la liquidez. Pero en 2019, el giro de ambos bancos centrales dio como resultado que los activos de riesgo, incluso el bono alemán, las pequeñas capitalizaciones asiáticas y el Bitcoin, registraran retornos extraordinarios. Los fundamentales no fueron capaces de justificar ni las caídas de 2018 ni el repunte experimentado en 2019.
Lo que es sorprendente es el enfoque más cauteloso de los bancos centrales sobre la liquidez. Las sorprendentes distorsiones en el mercado de repos americano en 2019 sugieren que la Reserva Federal se equivocó en sus líneas generales sobre cuestiones relacionadas con su balance y el impacto de la liquidez en los bancos y en los mercados financieros. El balance de la Reserva Federal había alcanzado los 4.500 millones de dólares cuando llegó el QE y había indicios que sugerían que estaba planeando reducirlo a 2.500 millones de dólares. Pero tan pronto como cayó por debajo de los 4.000 millones de dólares, la crisis del mercado financiero en el cuarto trimestre de 2018 obligó a la Reserva Federal a dejar de reducirlo. Y luego, después de la crisis del mercado de repos, volvió a expandirlo.
Como consecuencia, y dado el papel desproporcionado que han desempeñado los bancos centrales en los últimos trimestres, estamos convencidos de que las entidades centrales abordarán estas nuevas incertidumbres con un enfoque más neutral y, en caso de duda, pecarán de cautelosos. Como resultado, los cambios en los tipos de interés deberían limitarse en 2020, lo que contrasta con un 2019 muy proactivo. La liquidez de la Reserva Federal y del BCE sin duda volverá a aumentar. Los bancos centrales continuarán estando disponibles para apoyar a los mercados, pero de forma más marginal.
Los mercados tendrán que arreglárselas ahora por sí mismos
Los mercados tendrán menos protección que en 2019 y, por lo tanto, tendrán que arreglárselas por sí mismos. Las valoraciones serán más bien ajustadas y, en teoría, el entorno económico será mediocre. También habrá un riesgo político significativo debido a la guerra comercial, las elecciones presidenciales de EE.UU., las tensiones entre EE.UU. e Irán, la salida oficial del Reino Unido de la Unión Europea el 31 de enero y la frágil coalición de gobierno de Italia que se enfrenta a la oposición del impredecible, pero popular, Matteo Salvini.
En Estados Unidos, por el momento, no se sabe a ciencia cierta quién podría ser el candidato del Partido Demócrata, lo que genera una fuente de incertidumbre, pues los candidatos tienen programas muy diferentes, que van desde un enfoque tradicionalmente centrista hasta otro más radical.
La presión sobre los márgenes empresariales, especialmente en Estados Unidos y Europa, deberían restringir el crecimiento de los beneficios y, por tanto, limitar las rentabilidades en el mercado de renta variable. La mayoría de bonos soberanos deberían permanecer relativamente estables. Por lo tanto, es un requerimiento indispensable ser muy selectivos.
En materia de renta fija, preferimos los bonos gubernamentales y la deuda corporativa emergente, así como la deuda financiera subordinada. En primer lugar, porque ofrecen un mejor ratio rentabilidad-riesgo y en segundo, porque los bancos centrales han creado un entorno en el que la búsqueda de yield es fundamental. En segundo lugar, porque la reanudación del QE por parte del BCE está empujando automáticamente a los inversores a otros mercados. Durante el primer episodio de la expansión cuantitativa QE, los europeos mostraron una fuerte preferencia por la deuda emergente. Además, no creemos que actualmente ésta sea más arriesgada.
En cuanto a los bancos europeos, los ratios de capital se encuentran en niveles récord, la morosidad continúa disminuyendo y el riesgo político se ha reducido (salvo que Matteo Salvini vuelva al poder antes de tiempo). La deuda emergente debería beneficiarse de la persistente postura acomodaticia de los principales bancos centrales y de la lucha por esa búsqueda de yield. El anterior programa de QE del BCE había desencadenado importantes compras de deuda emergente. A medida que los bonos desaparecían de las “arcas” del banco central, los inversores europeos no tenían más remedio que reemplazarlos. Los posibles riesgos –un default venezolano o la caída del presidente argentino Mauricio Macri y, por tanto, un colapso de los bonos del país– continúan en el horizonte.
El sector sanitario y el big data podrían funcionar bien
La renta variable europea debería tener mejor comportamiento que la estadounidense por varias razones, entre ellas los actuales niveles de crecimiento mundial y la normalización del Brexit. Además, la altísima rentabilidad de las acciones growth frente a las value está probablemente perdiendo fuerza y la reducción del activismo de los bancos centrales debería eliminar un obstáculo para los bancos, con una ponderación significativa en los índices europeos.
Nos hubiera gustado sobreponderar la renta variable emergente, entre otras cosas porque se cotiza con descuento, pero como China nos parece el eslabón débil del escenario económico, es difícil estar por encima de la exposición neutral. La India es la excepción. Es el único país que ha llevado a cabo reformas de gran envergadura en los últimos años y cuenta con una reserva de crecimiento sostenible gracias a las fuertes tendencias demográficas y a los niveles especialmente bajos de deuda privada. Tendemos a pensar que sólo las reformas estructurales permitirán a la India aprovechar de forma sostenible su potencial de crecimiento. La desaceleración temporal del ritmo de crecimiento de este año ha causado cierta sorpresa, pero a menudo existe un desfase entre la reforma y el rebote del crecimiento. Para los inversores a medio y largo plazo, creemos que la India tiene el potencial de superar a la media de los países emergentes.
También creemos que sectores como el sector salud (healthcare) podrían tener unas rentabilidades superiores a la media. El sector está tradicionalmente convulso antes de las elecciones en EE.UU., ya que está siendo atacado políticamente, pero cotiza con descuento. Incluso con la amenaza posible de volatilidad a causa de las campañas electorales, creemos que el sector es una oportunidad de compra. Pocos temas con tan buenos resultados ofrecen valoraciones tan atractivas.
En otros sectores, el big data sigue siendo un tema en crecimiento a medida que se va extendiendo gradualmente en las compañías. Esperamos rentabilidades positivas, pero modestas, de las principales clases de activos. La volatilidad de los activos ha descendido debido a la política de los bancos centrales, al llamado “acuerdo de fase 1” de la guerra comercial, a la reducción del riesgo de un Brexit duro gracias a la fuerte mayoría en Westminster y a los signos de que el crecimiento económico se está estabilizando tras una larga desaceleración.
La volatilidad implícita es lo suficientemente baja como para dar la impresión de que los inversores ya no esperan ningún riesgo en particular. Tampoco vemos acontecimientos preocupantes a corto plazo, pero es imposible prepararse para todo. La cobertura siempre merece la pena cuando es barata. En nuestras carteras diversificadas, tenemos la intención de adoptar posiciones tácticas en 2020 mediante opciones.
Tribuna de Benjamin Melman, CIO en Edmond de Rothschild.