No hay ninguna duda: para que el mundo pueda moverse, se necesita financiación. Pero eso no significa que haya que asociar directamente el concepto de financiación con un préstamo bancario. Existen muchas otras alternativas; el mundo corporativo las está empezado a descubrir y la propia banca, también. En este sentido, los mercados de capitales se pueden convertir en un vehículo idóneo, tanto para las empresas, como para los inversores, cada vez más necesitados de encontrar activos que ofrezcan un verdadero potencial de rendimiento en un entorno caracterizado por la incertidumbre global, la falta de dirección de los mercados y la sobreabundancia de liquidez propiciada por las políticas ultraexpansivas de los bancos centrales. Los mercados de deuda se abren paso.
A nivel global, la financiación en bonos de empresas no financieras ha pasado de unos 730.000 millones de dólares anuales antes del estallido de la crisis financiera en 2008 a más de 1,6 billones de dólares en la actualidad, según los datos recogidos en la segunda edición del Anuario de Renta Fija elaborado conjuntamente por Axesor y el Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). Esta dinámica se refleja también en el número de empresas que optan por los mercados primarios de deuda, que se ha duplicado respecto al inicio de la crisis.
Dentro de este crecimiento exponencial es especialmente destacable la evolución del segmento de bonos high yield. Dadas las características de los emisores que suelen entrar en la categoría de high yield, estos activos son potencialmente más susceptibles de sufrir de manera particular en los periodos de estrés de los mercados, dado que su correlación con los vaivenes de la bolsa y los miedos que pesan sobre la economía global es mayor que la de los bonos con grado de inversión. Y aunque así ha sido efectivamente, no es menos cierto que los volúmenes de emisión no han dejado de crecer durante la crisis. De hecho, los importes se han multiplicado por cinco desde el año 2011 hasta alcanzar ahora unos niveles anuales próximos a los 100.000 millones de euros en el mercado europeo. Y el hecho es que las actuales circunstancias resultan promisorias para el segmento high yield.
Se cumplen cuatro años del famoso “Whatever it takes” pronunciado en conferencia de prensa por el presidente del BCE, Mario Draghi, prometiendo que la autoridad monetaria emplearía toda la artillería que fuera necesaria para la defensa de la moneda única. El banco central ha renovado su compromiso en este sentido y su nuevo plan de acción eleva las compras mensuales de deuda de 60.000 a 80.000 millones de euros e incluye deuda corporativa de máxima calidad crediticia. El BCE potencialmente se podría convertir en el mayor inversor en bonos corporativos con grado de inversión denominados en euros, lo que sin duda deprimirá aún más la rentabilidad de estos bonos y obligará a los gestores de fondos a rotar sus carteras, en busca de activos crossover que proporcionen una rentabilidad adecuada, a pesar de llevar asociada unos mayores niveles de riesgo.
Surgen así, en definitiva, nuevas oportunidades para el universo high yield que, con el desembarco de nuevos inversores cualificados se verá beneficiado de un flujo de liquidez que además le dotará de una mayor estabilidad, puesto que la volatilidad también viene determinada por la profundidad del mercado. Por otra parte, dado que el BCE no deshará a corto plazo sus inversiones, esto tendrá repercusiones en los niveles de liquidez del mercado de bonos con grado de inversión, incrementando aún el efecto diferenciador de los activos high yield.
Algo parecido sucede con las titulizaciones, un segmento que, al menos en lo que se refiere a Europa, terminó siendo penalizado en exceso, asimilando su riesgo al de los subprime estadounidenses a pesar de que en el caso europeo las titulizaciones estaban construidas de una forma sólida y el porcentaje de defaults ha sido residual y solo en contados casos por encima de lo esperado. Ante el fuerte castigo en el mercado, los emisores han empleado las titulizaciones como mecanismo de descuento para obtener liquidez ante el BCE. Aunque la entidad central lanzó en su momento un programa de compra de titulizaciones (interviniendo principalmente en el mercado secundario) para reactivar el sector, el uso de la titulización ha seguido siendo principalmente para obtener liquidez y no como mecanismo de transferencia de riesgo.
Las titulizaciones cuentan, sin embargo, con una regulación muy exigente a nivel comunitario, que se basa en los principios de que este tipo de activos deben ser simples, sencillos y estandarizados. Con este respaldo regulatorio, el estrechamiento de spreads generales de la renta fija propiciado por el BCE y las previsiones favorables en cuanto al PIB (nuestra proyección para España en 2016 es de un crecimiento del 3%, a pesar de factores como el Brexit o la incertidumbre política), es esperable que, en el caso de España, las titulizaciones puedan recibir impulso a un precio muy razonable, favoreciendo así la financiación de empresas y ampliando para los inversores el abanico de activos a valorar.
Así pues, los mercados de capitales se pueden convertir en un agente transformador del modelo económico global y, al mismo tiempo, llamar la atención de los inversores. Un claro ejemplo de ello es la iniciativa auspiciada por Bruselas relativa a los Project Bonds, bonos emitidos para financiar proyectos de infraestructuras, con incentivos para estimular la inversión en infraestructuras estratégicas clave de transporte, energía y telecomunicaciones en todo el ámbito de la UE. En la línea misma línea, los llamados Green Bonds, bonos destinados a financiar proyectos empresariales que tengan un impacto sostenible en el medioambiente y sirvan para la lucha contra el cambio climático, están teniendo un crecimiento meteórico y han pasado en cinco años de un tamaño global de 4.000 millones de dólares a un volumen estimado al cierre de 2015 de 65.000 millones; aún es un mercado de reducidas dimensiones, pero en progresión geométrica.
Por otra parte, la banca va a seguir estando sometida a fuertes presiones. El marco regulatorio internacional hará, en aras de la seguridad y la solidez del sector financiero, que la capacidad de las entidades para engrasar la economía mundial vía préstamos sea menor, más selectiva y más exigente con las empresas prestatarias. Ante este escenario, el mercado de capitales representa una alternativa que va en beneficio de todos: empresas, inversores y, por supuesto, bancos.
Columna de opinión de Adolfo Estévez, director de Axesor Rating