El impacto de la crisis sanitaria puede dar lugar a una mayor integración de la Unión Europea, gracias a su inversión en el reacondicionamiento de sus infraestructuras. El impacto de la pandemia ha generado un paso histórico en la cooperación fiscal europea con un mecanismo de emisión de deuda a bajo interés, también llamado mutualización de la deuda. Esto mejora la solvencia de los Estados y elimina algunos de los riesgos monetarios a los que se enfrenta el euro.
El COVID-19 aterrizó con mal pie en la UE. Cuando la crisis estalló en marzo de 2020, Italia, miembro de la eurozona, fue el primer estado más afectado. Impuso los primeros confinamientos y, ante la escasez de material sanitario, aceptó suministros de Rusia, dado que sus países vecinos tenían prioridad de uso nacional. Precisamente la prestación de ayuda, entre otros fallos, avivaron las críticas sobre la capacidad y la voluntad de coordinación de la UE ante una crisis.
Sin embargo, las críticas ante esta falta de acción conjunta se desvanecieron cuando, el 21 de julio del año pasado, la Unión firmó el acuerdo de EU Next Generation. El proyecto ofrece 750.000 millones de euros para dar respuesta a la crisis del COVID-19, así como al reto de transición a las economías bajas en carbono. El paquete consta de 360.000 millones de euros en préstamos, 312.500 millones en subvenciones y otros 77.500 millones en otros programas y fondos. Las subvenciones distribuidas a los Estados miembros están sujetas a condiciones: un mínimo del 37% debe destinarse al cambio climático y un 20% a infraestructuras de digitalización.
El mayor cambio contemplado en los fondos de la UE está en los préstamos. La Comisión Europea puede ahora emitir deuda a bajo interés en nombre de los 27 estados miembros, con el respaldo del Banco Central Europeo.
A largo plazo, la función financiera de la Comisión experimentará cambios al dar acceso a tipos de interés más bajos a gobiernos como el de Italia. Antes de la pandemia, la mutualización de la deuda mediante bonos emitidos en nombre de la Comisión se consideraba algo imposible de realizar. Pero desde el acuerdo de julio, ya se han evidenciado —a través del margen entre los bonos del Estado italianos a 10 años y los equivalentes bunds alemanes—, reduciéndose en 45 puntos básicos hasta el 1,2%.
El acuerdo europeo de los fondos de reconstrucción ha sentado un precedente durante la pandemia, y la posibilidad de volver a utilizar el mecanismo de préstamos y subvenciones depende de la viabilidad de su aplicación.
Comparación internacional
El presupuesto asciende al 5% del PIB total de la UE, según los cálculos. A medida que se aceleran los programas nacionales de vacunación de la Unión, creemos que han aumentado las perspectivas de expansión económica en todo el territorio, así como las expectativas de crecimiento del PIB de la eurozona con un aumento del 4,3% al 4,6% para 2021.
China, Reino Unido y Suiza están destinando una parte similar del PIB a sus respectivas recuperaciones. Frente a Estados Unidos, el impulso de la UE se ve empequeñecido respecto a los tres paquetes de medidas anunciados este año, que suman un total de 4 billones de dólares en gastos de infraestructuras, sanidad y ayudas sociales. Sin embargo, la comparación directa pasa por alto que las necesidades de inversión en infraestructuras públicas y en redes de seguridad social en Estados Unidos son mucho mayores que en la UE. La comparación tampoco tiene en cuenta los estabilizadores presupuestarios automáticos de la UE, que equilibran los impuestos y las prestaciones disponibles a lo largo de los ciclos económicos. Por último, el presupuesto europeo también excluye el gasto nacional en el cambio climático. No obstante, el paquete de medidas de la UE no parece lo suficientemente ambicioso como para cumplir los compromisos que la Unión tiene para reducir el 55% de las emisiones de carbono para 2030 y alcanzar su objetivo de emisiones netas cero para 2050.
Los cuatro grandes presupuestos
Los estados miembros comenzaron a presentar en abril sus prioridades de gasto a la Comisión Europea. El conjunto de los cuatro mayores miembros de la UE -Alemania, Francia, Italia y España- representarán alrededor del 45%, es decir, más de 342.000 millones de euros del presupuesto total. Se espera que los desembolsos comiencen a mediados de este año.
El mayor fondo previsto es el de Italia con un total de 205.000 millones de euros, sin contar con otros 30.600 millones de euros de financiación nacional. Italia es el único de estos cuatro estados miembros que tiene previsto utilizar inmediatamente el mecanismo de préstamo. La economía italiana, la más afectada por el COVID-19, registró una caída del PIB de casi el 9% en 2020, frente a la del 6,2% de la UE en su conjunto. Además, ha sufrido más de 123.000 muertes, la mayor mortalidad por el COVID-19 de Europa después del Reino Unido.
En febrero, Italia nombró al antiguo presidente del BCE, Mario Draghi, como primer ministro tecnócrata con el doble mandato de supervisar el programa de vacunación del país y la distribución de los Next Generation. El Gobierno ha estimado unas inversiones valoradas en 261.100 millones de euros en total, equivalentes al 15,1% del PIB actual de Italia. Según el Gobierno, esto supondrá un aumento del 3,6% del PIB en cinco años. En total, las inversiones y los fondos de recuperación durante la crisis pueden aumentar la deuda pública hasta el 160% del PIB, según las estimaciones.
El plan de presupuestos de Draghi subraya el retraso de la economía respecto a sus países vecinos. Durante las dos décadas previas a 2019, el PIB de Italia creció sólo un 7,9%, frente al 30,2% de Alemania y el 32,4% de Francia en el mismo periodo, según indican en el plan. El país también registró una menor productividad, una menor inversión en su infraestructura digital y cierta lentitud en la adopción de tecnologías. Además, según el Gobierno, Italia es especialmente vulnerable al cambio climático por las subidas del nivel del mar, las olas de calor, la sequía y los desprendimientos de la tierra.
Grandes ambiciones
España tiene una previsión de gasto de 70.000 millones de euros en subvenciones de la UE, dejando abierta la posibilidad de tomar otros 70.000 millones de euros en préstamos antes de 2026. El plan del gobierno español se centra en las energías renovables y la movilidad ferroviaria, así como en las inversiones en sanidad y telecomunicaciones. Del presupuesto, 23.000 millones de euros se destinan a la modernización y digitalización de las industrias y al apoyo al turismo, mientras que otra quinta parte de los fondos se destinan a la agricultura y a la despoblación rural.
Francia, que recibe unos 40.000 millones de euros, también ha diseñado una integración en reformas más amplias. El gobierno francés prevé destinar la mitad del total de las subvenciones de la UE en proyectos relacionados con el clima, como el hidrógeno verde, la reducción de las emisiones de carbono, la readaptación de la red energética y la modernización de los ferrocarriles, así como el gasto en formación digital, investigación y salud. El gobierno francés se propone mejorar el crecimiento económico, entre otras cosas con medidas para acelerar las reformas de su mercado laboral y las prestaciones por desempleo, las pensiones y la política de vivienda.
Alemania destinará el 40% de sus 28.000 millones de euros a la política climática y al gasto en transición energética, incluida la infraestructura de hidrógeno. Gran parte de este gasto en infraestructuras verdes se destina a los coches eléctricos, incluidas las estaciones de recarga, los autobuses y el ferrocarril, y 15.000 millones de euros se destinan a reforzar las infraestructuras digitales, señaladas como especialmente débiles por estudios como los de la OCDE, así como a la «educación digital».
Urgencia política
Los fondos tienen cierta urgencia. La prioridad política de los próximos 12 meses en Alemania y Francia, que han marcado la agenda de la UE en los últimos años, cambiarán. En Alemania, el sucesor de la Canciller Angela Merkel será elegido en septiembre. Armin Laschet se convirtió en enero de 2021 en jefe de la Unión Demócrata Cristiana, y es el candidato a canciller del partido. El riesgo no es quién tomará el relevo, ya que se espera cierta continuidad política, sino quién asumirá finalmente el liderazgo europeo. Sin el apoyo de Merkel, el presidente francés Emmanuel Macron puede tener dificultades para impulsar la agenda del bloque.
Además, dentro de un año, el presidente Macron se presentará a la reelección para un segundo mandato de cinco años. Su trayectoria en la recuperación de la covid ya es objeto de debate. El mes que viene, las elecciones regionales en Francia indicarán si se enfrentará a un desafío más serio en 2022 que hace cinco años por parte de la ultraderechista Marine Le Pen. Todo esto puede distraer la atención de cuestiones más generales de la UE.
El avance presupuestario de la Next Generation fue impulsado, en gran medida, por Merkel y Macron, y sus ministros de Economía desvelaron sus planes nacionales en una rueda de prensa conjunta el 27 de abril. Cualquier evolución de esta asociación política puede crear incertidumbre para futuros proyectos, como las reformas fiscales, las relaciones con China y la administración Biden, y las tensiones con Turquía.
Punto de inflexión para el euro
El plan Next Generation también marca un punto de inflexión para el euro. Durante la última década, la moneda común se ha visto amenazada por los riesgos de ruptura de la eurozona. El acuerdo de julio de 2020 sobre la emisión conjunta de deuda asienta efectivamente una base en el tipo de cambio euro/dólar, ya que elimina gran parte de este riesgo de ruptura al aumentar la solvencia de algunos Estados. Si se aplica de forma efectiva, el impacto del gasto también puede servir de catalizador para futuras ganancias de la divisa a medida que la región atraiga más flujos de cartera y de inversión extranjera. El éxito de la aplicación también reforzaría los argumentos a favor de una mayor mutualización de la deuda en toda la UE y, a largo plazo, probablemente implicaría un mayor nivel de equilibrio para el tipo de cambio.
Seguimos creyendo que la renta variable europea, especialmente en los sectores energético y financiero, ofrece oportunidades a medida que se afianza la recuperación económica.
Tribuna de Stéphane Monier, CIO de Lombard Odier.