Podría afirmarse que 2022 fue un ‘annus horribilis’ para la inversión sostenible. La guerra en Ucrania y el consiguiente aumento de los precios de la energía y los alimentos propiciaron una elevada tasa de inflación, que llevó a los bancos centrales a incrementar los tipos de interés. Nada de esto fue favorable para las estrategias sostenibles, que suelen invertir en empresas orientadas al crecimiento, y no tanto en títulos de energía, materiales o value, a los que les fue bien durante la crisis. Muchos presagiaban en consecuencia el final del crecimiento del que se había favorecido la inversión sostenible, pero se trata más bien de un contratiempo pasajero del que se recuperará.
Cuatro retos
Siendo honestos, la inversión sostenible se enfrentó en 2022 a unos desafíos evidentes. En primer lugar, la crisis energética propició una retrocesión hacia los combustibles fósiles, incluido el carbón térmico, al dispararse los precios del gas, parte como consecuencia de las sanciones contra Rusia. El sector de la energía exhibió considerable fortaleza, mientras que los valores de crecimiento se quedaron rezagados, al adoptar los inversores un enfoque de ‘necesidades primero’ que desplazó a la sostenibilidad a un segundo plano.
En segundo lugar, se ha producido una reacción contra la inversión sostenible, sobre todo en EE.UU. La inversión ESG se ha politizado mucho, y el movimiento contrario a esta ha sido el más ruidoso. El impacto directo de este movimiento se ha limitado a la inversión con financiación estatal en los estados republicanos donde predomina la aversión ESG. La mayoría de las estrategias de inversión no se vieron directamente afectadas, sino indirectamente vía reputación y asociación política, aunque su incidencia no debería infravalorarse.
En tercer lugar, el greenwashing es ahora considerado un riesgo incluso mayor, después de que algunas grandes gestoras de activos hayan sido acusadas de inflar sus credenciales ASG. Esto ha propiciado que disminuya el apoyo a iniciativas globales como la Alianza de Gestoras de Activo Net-Zero. Pero también ha propiciado la “decoloración verde” o “green bleaching” (también conocido como lavado gris), que por el contrario significa rebajar los credenciales de sostenibilidad reales de las estrategias de inversión, novedad que tampoco es favorable.
Por último, la nueva normativa de la UE hace recaer la carga de la prueba del grado de sostenibilidad de un producto de inversión en las propias estrategias y mandatos, siendo mucho más liviana para los productos de inversión que no pretenden integrar factores ESG, lo cual no parece muy justo.
Tres revulsivos a largo plazo
Sin embargo, tres revulsivos a largo plazo favorecen claramente la inversión sostenible. En primer lugar, las cuestiones de sostenibilidad, sobre todo el cambio climático, son cada vez más relevantes para las empresas y, por tanto, para los inversores. Los procesos empresariales y los mercados finales se ven afectados por la introducción con éxito de alternativas sostenibles frente a los modelos tradicionales no sostenibles. Un ejemplo es la generación eléctrica, gracias al crecimiento de las fuentes de energías renovables, pero también los sectores automovilísticos y de alimentación. De hecho, la sostenibilidad incide ahora de alguna forma en todos los sectores, mientras que hace 10 años los inversores podrían ignorarla. Esa opción ya no existe en la actualidad.
También destacaría que las expectativas y exigencias de los clientes y la sociedad para que el sector financiero aborde la sostenibilidad van en aumento. La reciente Encuesta Global sobre el Clima de Robeco demostró que el cambio climático ya es clave para la política de inversión de 7 de cada 10 inversores institucionales, pero también que el 66% de los mismos asegura que la biodiversidad será un factor clave o significativo de su política de inversión en los próximos dos años, con un 48% que afirma que ya lo es en la actualidad. Eso supone un incremento extraordinario frente al 16% para quien era relevante y el 5% para el que era clave, hace dos años. La ejecución de esas políticas no ha hecho más que empezar, pero está muy claro que los propietarios de activos van a ejercer presión sobre sus proveedores para que estos temas se apliquen en las estrategias de inversión.
Cómo puede ayudar la regulación
Por último, la regulación, el inconveniente a corto plazo antes mencionado, también supone un revulsivo a largo. La UE está marcando la pauta, y Asia y Latinoamérica siguen su ejemplo. Aunque la reacción contra la inversión sostenible en algunos estados de EE.UU. suscita mucha atención mediática, la legislación federal evoluciona a favor de la temática ASG.
Antes de fin de año, la SEC publicará sus normas definitivas sobre la información climática a presentar por las empresas. El objetivo es que los inversores tengan mucha más información sobre los riesgos por cambio climático de las empresas con posibilidades reales de afectar significativamente a su actividad. Esta obligación de información es una novedad en EE.UU.; hay que destacar que probablemente obligue a las empresas a declarar sus emisiones de gases con efecto invernadero, además del impacto de los riesgos climáticos en las partidas de sus estados financieros.
Por tanto, ignorar o no adoptar la sostenibilidad ha dejado de ser una opción para la mayoría de inversores institucionales. Dependiendo de la trayectoria de sostenibilidad de sus clientes, poco a poco los inversores institucionales están integrando cuestiones ASG en la inversión, ejecutando sus propias ideas de sostenibilidad y buscando formas de aumentar su impacto en el mundo real. La inversión sostenible está viva y coleando El interés de los clientes no decae. Incluso en los difíciles tiempos actuales, la sostenibilidad sigue siendo una de las cuestiones que más interesan a nuestros clientes.
Y si nos fijamos en un período de tiempo más breve, en el primer trimestre de 2023, la rentabilidad de la inversión ASG había aumentado en todo el mundo, y sus flujos de fondos seguían superando a las estrategias tradicionales. En el caso de Robeco, el porcentaje de estrategias sostenibles a medida en el total de activos gestionados aumentó en 2022 hasta el 22%, frente al 20% de final de 2021 y el 6% de 2017. Este año marca mi vigésimo aniversario dedicado a la integración ASG y la inversión sostenible. En estas dos décadas siempre han existido períodos de volatilidad a corto plazo, y ninguno fue insalvable. Por tanto, mi convicción no ha decaído ni un ápice. Los mercados financieros se han subido a la ola de la inversión sostenible y no se van a bajar.
Tribuna de Masja Zandbergen, directora de Integración de criterios ASG de Robeco.