El cisne negro es un animal extraño. Algunos, incluso, dirían que no existe. En los mercados financieros, la expresión se utiliza para describir un acontecimiento inesperado que aparece por sorpresa, tiene un impacto importante y, a menudo, no se entiende bien por los participantes en el mercado.
Son, por definición, difíciles de predecir y están más allá del ámbito de las expectativas normales en base a lo acontecido en el pasado. A estos eventos se les suele dar una probabilidad de que se produzcan cercana a cero, aunque se reconoce que el impacto es potencialmente grande. En Estadística nos referiríamos a ellos como un valor atípico. Es importante señalar que la aparición de un cisne negro suele ir acompañada de un sentimiento de pánico en los mercados, ya que los inversores pensaban que esos acontecimientos eran «imposibles» que se produjeran.
Con la rápida caída a plomo del precio de los activos financieros, se pierde el marco de referencia, lo que conduce a que los activos tengan cotizaciones muy castigadas ya que los inversores buscan activos refugio. Ganancias acumuladas que tardaron años en alcanzarse se evaporan en horas, días o semanas. «Los precios suben por las escaleras y bajan con el ascensor…», suele decir el aforismo en inglés (“Prices go up the stairs and down with the lift…”).
Impredecible, perturbador, pero temporal
Los cisnes negros son impredecibles y generan pérdidas rápidas y contundentes. Los inversores con posiciones concentradas y carteras apalancadas podrían verse expulsados del mercado o, incluso, llevar a una bancarrota.
En términos más generales, estos acontecimientos pueden perturbar los mercados, ya que la ausencia de compradores perjudica la liquidez del mercado. Se utilizan aquellos más activos líquidos para financiar los activos “invendibles” y menos líquidos, lo que provoca olas de pánico en los mercados y siembra una crisis financiera. Es posible que los Bancos Centrales tengan que intervenir como prestamistas de última instancia para garantizar el buen funcionamiento de los mercados y, por tanto, evitar que se produzca una crisis. Una vez que se restablezca la confianza y la liquidez, los inversores vuelven a evaluar racionalmente el valor razonable de los activos financieros.
En esta cadena de acontecimientos es importante señalar que las ventas por sentimiento de pánico conducen a precios bajos injustificados, es decir, a la sobreventa. Una vez que los inversores empiezan a comportarse racionalmente de nuevo -por ejemplo, después de que el Banco Central haya proporcionado respaldo de liquidez- los activos financieros es cuando pueden empezar a converger de nuevo hacia un valor razonable. A partir de ese momento, un cisne negro empieza a representar una oportunidad de compra. El reto es, por supuesto, comprender el momento exacto en que los mercados dejan de reaccionar ante el miedo.
Es importante comprender la psicología del mercado y los sesgos de comportamiento de los inversores. A las condiciones de sobreventa (oversold) suelen seguir una última fase de capitulación, en la que los inversores no pueden soportar las pérdidas y sienten que deben actuar. En esa última ola de ventas, los partícipes quieren salir a cualquier precio del mercado. Desde ese momento, los inversores con poder adquisitivo y cierta paciencia y templanza pueden intervenir y empezar a construir la rentabilidad futura de su cartera. Aunque teóricamente esto parece fácil, comprar en el punto más bajo del ciclo es psicológicamente difícil ya que todos los inversores se precipitan. Reconocer los activos de calidad de los que pueden estar seriamente deteriorados también es un reto. Dicho esto, tener una visión a largo plazo y una asignación estratégica de activos puede ayudar.
Los cisnes negros no son creados iguales
No todos los cisnes negros son iguales. Algunos pueden ser de corta duración, otros limitados a una clase de activos, o ser globales con consecuencias de eventos de gran alcance. Los acontecimientos del 11 de septiembre tuvieron un impacto de mercado bastante efímero, ya que los precios se recuperaron antes de finales de 2001, pero implicaron el cierre de los mercados. La caída de 1987 provocó una reacción muy rápida de los precios, en torno a una caida fulgurante del -25%, que posteriormente desencadenó muchos interrogantes sobre el funcionamiento de los mercados y la estrategia para asegurar las carteras. El índice S&P 500 tardó casi dos años en recuperarse completamente tras el varapalo inicial. En 2008 lo que se produjo fue totalmente diferente, o, mejor dicho, una cadena de acontecimientos que desembocó en una crisis financiera mundial. La quiebra de Lehman Brother podría considerarse probablemente el shock que condujo finalmente all estrés de los inversores. Los mercados tardaron años en recuperarse, aunque 2009 es recordado como un año duro para la mayoría de las clases de activos afectados.
Los acontecimientos mencionados anteriormente como ejemplo tienen diferentes causas y provocan diversas reacciones por parte de las autoridades. Por ejemplo, durante los atentados terroristas del 11 de septiembre, la respuesta fue el cese de las actividades en los mercados. El lunes negro de 1987 llevó a la Reserva Federal a proporcionar liquidez inmediata a los mercados, pero también la introducción de cortafuegos que todavía se utilizan hoy en día. Por último, la reacción de las autoridades a la crisis de 2008 es bien conocida y sigue vigente hoy en día, es decir, las políticas expansivas QE de los bancos centrales y el endurecimiento de la regulación bancaria.
Podemos aprender algunas lecciones de esos acontecimientos pasados que pueden ser útiles para la situación actual:
- Los mercados reaccionan con fuerza y rapidez ante un cisne negro, siempre que la conmoción esté relacionada con los mercados financieros o con la economía.
- La reacción de los partícipes tiende a ser exagerada, lo que lleva a una sobreventa (oversold) y, posteriormente a la existencia de oportunidades de compra y rebotes.
- Todos los cisnes negros son diferentes en naturaleza, tiempo y alcance. Pueden desencadenar diferentes reacciones de los mercados y en las autoridades, pero suelen ser puntos de inflexión decisivos.
- El shock es temporal y los mercados se recuperan al final, aunque con mayor o menor rapidez. El tiempo es siempre un problema.
El cisne Covid-19
La situación con la aparición del coronavirus no es una excepción. Es un evento negativo que afecta profundamente a la economía global y que aún nos cuesta entender. Los mercados financieros han reaccionado de manera desordenada, lo que ha llevado a una crisis de liquidez que se extiende a una gran parte de clases de activos. Se han producido múltiples fases de capitulación y se ha desestabilizado a los potenciales compradores. Sin embargo, los gobiernos están tomando estrictas medidas sanitarias para frenar la epidemia y proporcionando un gran apoyo financiero para limitar el impacto económico. Los bancos centrales están interviniendo masivamente para evitar que se produzca una crisis financiera. Estas acciones resultarán decisivas y aportarán estabilidad a los mercados.
La crisis de Covid-19 es, por naturaleza, temporal, aunque su duración es incierta. No hay que subestimar el impacto económico, pero tan pronto como los inversores vean que la epidemia se controla y pueda estimarse mejor el impacto económico, los precios se alejarán de los niveles de la crisis. Como primer paso, la venta indiscriminada será reemplazada por la compra selectiva. Con los precios de las acciones que han bajado hasta niveles del 30% o 40%, se pueden encontrar ciertamente activos de calidad con claro descuento.
Tribuna de Gilles Prince, CIO en Edmond de Rothschild en Suiza.