2021 ha empezado con tal nivel de acontecimientos que se está convirtiendo en una broma recurrente decir que el mes de febrero que acaba de comenzar es en realidad el mes número 14 de 2020. Ciertamente, el pasado es un año que quedará para el recuerdo, en nuestro caso con una sensación más dulce gracias a los buenos resultados que cosecharon todas nuestras carteras de inversión al ser capaces de seguir generando rendimientos positivos para los inversores.
Siempre hemos sostenido que, estadísticamente, la gestión indexada es capaz de batir en rentabilidad a la gestión activa en el largo plazo. Hay dos componentes aquí: la capacidad para replicar la evolución de la economía global a través de productos indexados muy competitivos, y la capacidad para traspasar al inversor comisiones significativamente bajas. Aunque la gestión indexada desprende todo su valor en el largo plazo, lo que viene a refutar 2020 es que los beneficios pueden ser de igual magnitud en el corto plazo. El saber general asume que, en momentos de volatilidad, son los gestores activos quienes disponen de mayor flexibilidad y margen de maniobra para poder comprar títulos injustamente castigados, esperar a que el mercado se recupere y obtener cuantiosas ganancias para sus partícipes. Con las cifras del cierre del ejercicio en la mano, ¿son tantos los gestores activos que lo han conseguido, siguiendo esta creencia popular?
De hecho, uno puede preguntarse cómo es posible que puedan encontrarse en el mercado español carteras gestionadas de forma automatizada a partir de una cesta de fondos indexados que hayan sido capaces de generar una rentabilidad superior a la mayoría de los gestores activos en el último año. La respuesta es muy sencilla: la toma de decisiones discrecionales de parte de un gestor humano suele conllevar resultados pobres. La receta ante esa ineficiencia típica del gestor activo es indexarse al mundo. Es decir, asegurarse de que la inversión está diversificada a nivel global por clases de activos, regiones y divisas. Se trata del viejo principio de “no poner todos los huevos en la misma cesta”, pero teniendo también en consideración el perfil del riesgo del inversor para que su patrimonio no esté expuesto a riesgos que no sea capaz de tolerar.
También es capital ser capaces de neutralizar nuestros sesgos como inversores, precisamente para evitar la toma de decisiones que puedan costarnos caras. Hay mucha evidencia estadística de cómo las emociones de los inversores influyen negativamente sobre los rendimientos finales que obtienen. Por ejemplo, Morningstar ha informado regularmente a través de su informe anual Mind the Gap de las notables diferencias de rentabilidad que pueden experimentar los inversores al invertir en un fondo respecto al retorno total que se reporta de dicho fondo, precisamente por tratar de hacer market timing. El último informe, con datos a 31 de diciembre de 2019, revelaba una reducción en la diferencia de rentabilidad que se interpretaba como una mejoría en el comportamiento del inversor. Está por ver qué reflejará la próxima actualización de dicho informe, habida cuenta de que 2020 ha estado por fuertes episodios de volatilidad y por la amplia dispersión de resultados dentro de las propias clases de activos. Entre otras cosas, 2020 pasará a la historia como un año en el que muchos quisieron cronometrar al mercado y no lo consiguieron, y así se ha reflejado en los rendimientos que han obtenido los partícipes de sus fondos.
En cambio, quienes hubieran aplicado el principio de la navaja de Ockham (“en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más acertada”) a la inversión con el simple método de indexarte al mercado con una diversificación adecuada y mantenerse invertido contra viento y marea habrían comprobado que sí, lo más sencillo suele ser lo más efectivo también a la hora de invertir. Lo que nos demuestran los resultados de décadas de mercados es que invertir con este método funciona mejor en el largo plazo. Y más aún si eres un inversor minorista, que no tiene tiempo para monitorear todo el día las mil y una novedades que afectan a las distintas clases de activos. Como decía Jack Bogle, fundador de Vanguard, “invertir no es tan difícil como parece. El éxito consiste en hacer unas pocas cosas bien y evitar los errores graves”.
Tribuna de Giorgio Semenzato, CEO y cofundador de Finizens