Pasaron ya los tiempos en los que la inversión en bonos de emisores latinoamericanos estaba reservada a los gestores de carteras más osados o especializados en la región. Hoy en día, quien más quien menos mantiene en su cartera de renta fija algún papel latinoamericano.
Las políticas expansivas de los principales bancos centrales y la consecuente búsqueda de rendimiento en un entorno global de tipos de interés bajos e incluso negativos son los principales factores que habitualmente se señalan para justificar la demanda creciente de bonos de emisores latinoamericanos por parte de los inversores internacionales.
Pero no hay que olvidar la mejora en las economías de la región, los ajustes de sus balanzas fiscales y por cuenta corriente, la disminución de las presiones inflacionistas, el crecimiento de los beneficios de sus empresas, la estabilidad política, las reformas estructurales que se están llevando a cabo, el mayor número de emisores y de emisiones en los mercados internacionales de deuda, etc. Estos también son motivos que explican la presencia de deuda de la región en un mayor número de carteras.
Según el Banco de Pagos Internacionales, en junio de 2016 el valor de la deuda internacional viva de corporaciones no financieras de América Latina y el Caribe alcanzaba los 406.000 millones de dólares, triplicando la cifra de junio de 2010. Las nuevas emisiones de bonos internacionales de Latinoamérica solo para la primera mitad de 2017 ya ascienden a 93.000 millones de dólares, según datos de Dealogic. Hablando de presencia en los mercados de deuda internacionales, no podemos dejar de mencionar la reaparición estelar de Argentina en abril del año pasado tras 15 años de tener cerradas las puertas del crédito internacional, con su emisión de 16.500 millones de dólares y el bono centenario de 2.750 millones de dólares emitido en junio de este año (con un rendimiento inicial del 7,9% y 3,5 veces sobresuscrito).
También destacan un nutrido número de emisores corporativos de la región con primarios en los mercados internacionales, muchas de las veces –40% en 2016– acompañados de recompras de emisiones existentes que les han permitido sanos ejercicios de refinanciación de su deuda a tipos más bajos y vencimientos más largos.
Está claro que todo este flujo de emisiones primarias mejora enormemente la situación de liquidez, diversidad y tamaño del mercado de deuda de Latinoamérica. Pero, ¿es también síntoma de un apalancamiento excesivo y una potencial burbuja, como apuntan algunas voces? Pues bien, si tomamos los datos de junio de 2016 recopilados por Bank of America Merrill Lynch, los emisores latinoamericanos con calificaciones de grado de inversión están un 30% menos apalancados que las compañías norteamericanas. Muy parecida es la comparativa con los niveles de liquidez que mantienen las corporaciones latinoamericanas en sus balances.
Obviamente, ni todos los países ni todas las compañías latinoamericanas están en la misma situación ni tienen idénticas perspectivas. Las oportunidades que nos ofrezca la deuda de la región serán diversas y cambiantes, pero ¿puede un inversor que aspire a construir una cartera sólida en el medio plazo obviar un activo como la renta fija LatAm Ya está dejando de ser una moda pasajera, su mayor resiliencia puede evitar descalabros de sus precios como los vividos en 2013 a causa del taper tantrum provocado por Bernanke y, cada vez más, es una pieza imprescindible en el engranaje de la construcción de carteras diversificadas.
Tribuna de Meritxell Pons, directora de Asset Management en Beta Capital Wealth Management. Crèdit Andorrà Financial Group Research.